De la manifestación a favor de los violadores del Arandina y la negación de la violencia sexual sistémica.
Los jugadores del Arandina han sido condenados a treinta y ocho años de cárcel por agredir sexualmente a una menor. Ellos eran tres, todos mayores de edad. Ella tenía quince años cuando acontecieron los hechos. Las televisiones salen a preguntarle a los vecinos de Aranda de Duero qué opinan de la sentencia. Una mujer mayor mira a cámara y grita que les han destrozado la vida a esos chicos. Con la indignación, gesticula en exceso. Su rabia representa a muchos otros vecinos ofendidos con la justicia. Las redes sociales se llenan de tuits insultando a la menor. Hay quien dice que si fuera su hija le pegaría una paliza por guarra. Familiares y amigos de los condenados convocan una manifestación de apoyo a los futbolistas en la plaza mayor de la localidad y leen un manifiesto frente a las trescientas cincuenta personas que acuden con pancartas de Stop Feminazis o Su palabra no vale más que la nuestra.
No importa que en el juicio haya quedado probado que convencieron a la víctima con engaños para subir a su piso y abusar de ella. Las personas que responsabilizan a una niña de que tres adultos la agredieran sexualmente -con la premisa de que ella se había mensajeado con uno de ellos y le había mandado un par de fotos en ropa interior- no quieren oír hablar de intimidación en la superioridad numérica ni de la inmadurez de la agredida. Los condenados, que enviaron mensajes de Whats App presumiendo de la edad de la menor y diciendo cosas como: “La jamba esta que vino y nos la chupó a los tres, qué guarra”, son inocentes para quienes recriminan a la agredida y al feminismo una sentencia que protege, como mínimo, los derechos de la infancia.
No es algo casual. Es el patriarcado responsabilizando a las mujeres de lo que hacen los hombres. Es el mito misógino de la nínfula, la niña perversa que corrompe al hombre noble hasta la locura en una sociedad en la que la normalización de la erotización de la infancia está a la orden del día. Es lo que subyace a que Lolita se venda en Amazon como una novela de amor. Es la doble verdad de un sistema en el que, más allá de la igualdad de derechos ante la ley, se educa a hombres y a mujeres en roles sexistas en los que las mujeres somos constantemente objetificadas. En la doble verdad, una mayoría de hombres condena la violación de una menor por el día. En la doble verdad, muchos de ellos se masturban con escenas de colegialas por la noche.
En este contexto tramposo, la extrema derecha se aprovecha para captar a los votantes políticamente incorrectos que, ahora que ya no están solos, salen a la calle a negar la violencia machista y a decirnos a las feministas que vienen a por nosotras. En sus cuentas de redes sociales, tachan la condena de los jugadores del Arandina de insólita, apoyan la manifestación de la localidad burgalesa y exigen penas de cárcel para las denuncias falsas. A punto de terminar el año, en un país con noventa y dos feminicidios contabilizados donde se denuncia una violación cada seis horas, la negación de la violencia machista debería considerarse un delito de odio, pero no lo es. Salir a la calle a responsabilizar a una niña por lo que tres adultos le hicieron en un piso de Aranda de Duero; por lo visto, tampoco.
No estás sola. Todo el apoyo para la víctima y su familia.
Por Princess Caroline (@ALaLicuadora)
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La condena no se sostiene por ningún lado, cualquier análisis por parte de un abogado lo dice, la misma chica reconoce que negoció con los acusados e incluso a uno lo acosó a llamadas, ella misma presumió de las relaciones que había mantenido y dijo que si ellos dijeran algo, ella se inventaría cosas. Y todo esto no es interpretación o rumores, está en la sentencia, y en la misma sentencia se dice que la chica ha mentido en varios puntos de su declaración. Un auténtico atropello a la justicia en España, el que no lo vea tiene un problema muy serio con las ideologías.