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Hipersexualización 2.0: historia de una falsa liberación

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Vivimos tiempos de reacción contra los valores históricos del feminismo. Actualmente, el movimiento por los derechos de las mujeres sufre los embistes de una contrarreforma patriarcal que pretende desactivar las reivindicaciones feministas. Estos embistes se producen en esferas públicas y privadas. En este artículo me centraré en una esfera muy concreta: la esfera digital.

Pero, primero, ¿cómo se manifiesta el Patriarcado en Internet? La manifestación más salvaje es la industria de la pornografía, ligada a la prostitución. Una industria cuya expansión no puede entenderse sin un imaginario colectivo que le dota de legitimidad y aceptación social. Es lo que se conoce como cultura de la prostitución. Esta, a su vez, se apoya en la cultura de la hipersexualización de las mujeres, un imaginario que considera que las mujeres tenemos que ser definidas por nuestra sexualidad.

De este modo, la hipersexualización se define como una sobrecarga sexual sobre las mujeres. Esta sobrecarga sexual comenzó a efectuarse en los años setenta a través de industrias como la moda, la estética o el calzado. Este nuevo canon sexual, elaborado por varones progresistas y conservadores al calor del neoliberalismo, cimentó una idea deshumanizadora de mujer favorable a los intereses del libre mercado.

 

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Obra: ‘Executive Board Meeting at Woman, Inc’ de Tatsuya Ishida

 

Nacía una nueva forma de sometimiento que justificaba apartarnos a las mujeres de la gestión pública y política reduciéndonos a objetos decorativos. Todo esto mientras los hombres eran leídos como seres racionales.

Con el paso del tiempo, otras industrias como la del entretenimiento y los medios de comunicación se sumaron y bombardearon con la hipersexualización. El objetivo era repetir muchas veces una mentira hasta convertirla en verdad: a las mujeres les define su potencial sexual, a las mujeres les define su potencial sexual, a las mujeres les define su potencial sexual, a las mujeres… Ya saben, el mercado regulándose solo.

El caso es que acabamos interiorizando ese mensaje. En mi generación, las adolescentes acabábamos proyectándonos en la Christina Aguilera de Dirty, en la Britney Spears de Womanizer o en la Beyoncé de Who Run The World (Girls)No, Beyoncé, las girls no cortamos el bacalao en ligueros-. Nos vendieron que el éxito de una chica está en ser deseable y para ello debe mostrarse semidesnuda o desnuda y rodeada de hombres. Y con estos mensajes, junto con el de las revistas de adolescentes, interiorizábamos que nuestra máxima era logar atención sexual sin ser conscientes de lo que suponía. Un bombardeo constante, una llamada a hipersexualizarse que se interioriza tras años de exposición y que induce a engaño porque ni libera ni da poder.

 

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Frame del videoclip Dirty

 

Este lavado de cerebro a mujeres se refuerza y las nuevas generaciones continúan interiorizando la idea de que su valía reside principalmente en su potencial sexual y de que otros lo reconozcan a través de likes en aplicaciones como Instagram, Twitter, Facebook o Tik Tok. Así lo transmiten los nuevos influencers. A esto se suma la convivencia con un entorno familiarizado, cuando no consumidor, de plataformas como Pornhub, XVideos u Onlyfans. Este entorno y este estereotipo de mujer, creado por la sociedad patriarcal, terminan por destruir nuestra autoestima, nos frustra, nos hace odiarnos porque es un ideal anti-mujeres y, por lo tanto, perjudicial. La hipersexualización convierte nuestro cuerpo en un campo de batalla.

 

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Obra: ‘Tu cuerpo es un campo de batalla’ de Barbara Kruger

 

El Patriarcado lo cambia todo para que nada cambie. Es por ello que, a través de una estrategia basada en la igualdad negativa, los hombres también pueden ser objeto de hipersexualización. El Patriarcado hizo la objetificación inclusiva. Sin embargo, estos no sufren los efectos de ser deshumanizados como grupo, cosa que sí sucede con las mujeres.

¿Y qué solución se contempla? La educación en igualdad. Como afirma Ana de Miguel en Neoliberalismo sexual, la hipersexualización supone una involución para las sociedades formalmente igualitarias. El objetivo es educar sin viejos ni nuevos estereotipos. La educación en igualdad apunta contra la masculinidad que educa a los chicos en el dominio de las chicas a través de la pornografía y la feminidad que educa a las chicas en la romantización de la hipersexualización y la sumisión.

 

Por Natalia Garcia (@delernaa )

 

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