Existen niños que son «brutos» y juegan a fútbol.
Existen niñas que son «delicadas» y juegan a ser princesas.
Existen padres y madres con muchos prejuicios que educan en roles sexistas, que hacen diferencias a la hora de vestirlos, de regalarles juguetes, de enseñar cómo enfrentarse a este mundo.
Pasividad para ellas, liderazgo para ellos.
¡Tu puedes con todo! ¡Eres tan fuerte! ¡Que valiente!
¡Espera aquí, sentada! ¡Eres tan dulce! ¡Que guapa eres!
Existen niños que juegan a peinar muñecas, no les gustan los superhéroes y disfrutan preparando unas tazas de té a los muñecos de toda su habitación.
Existen niñas que trepan a un árbol, no les gustan las Barbies ni los vestidos de princesa y disfrutan tirándose al suelo después de marcar un gol.
Existen madres y padres que educan en igualdad. Que ofrecen las mismas oportunidades a su hija y a su hijo. No hacen ninguna diferencia sexista a la hora de comprar un juguete. Permiten a su hijo que lleve largo el pelo si es lo que él quiere y permiten a su hija cortarlo si es lo que ella quiere. Además a sus hijas apenas les ponen falda, mucho menos para ir a la escuela o al parque pues con ella no podría saltar, brincar y sentarse con la misma facilidad que si llevara pantalones.
Algunos padres y madres incluso han empezado a decir no a los pendientes de las niñas al nacer. ¿Por qué tendrían que marcarlas? ¿Por qué hacer una diferencia tan bestia desde el nacimiento?
Las tradiciones sexistas están para romperlas.
Pero hablan de la infancia trans. Y me pregunto, ¿es posible?
Y me respondo que no. La infancia trans no existe.
Existimos los adultos prejuiciosos que formamos una sociedad de mierda, dónde vestirte en carnaval de Elsa de Frozen si eres un niño hace que te miren de arriba abajo, empiecen los cuchicheos y se rían de ti.
Y, ¿quién es el valiente que va a dejar que su hijo vaya así al colegio para enfrentarse a eso?
Pues de esos somos cuatro…
Hasta yo he deseado con todas mis fuerzas (por dentro siempre, nunca dije ni mu) que al día siguiente de acabar las vacaciones de Navidad, vuelta a la escuela, cuando han de llevar algún juguete que trajeron los Reyes Magos no fuese la muñeca. Y siempre era la muñeca… <<Bien por él… Pero, es que esas miradas… Sé que estamos cambiando con estos pequeños gestos la sociedad, pero esas miradas… ¿las notará él?>>.
Con tres años, al salir de una tienda con su muñeca nueva le dijeron que era una niña guapísima. Le contestó que él era un chico y extrañada, la señora, me miró y me dijo lo de siempre «es que entre el pelo largo, la cara tan fina, tan guapo y con una muñeca en las manos, pues…»
Y como esta situación puedo contar miles… <<y, ¿qué pensará él?>>.
Pues piensa, ahora, con siete años ya, que es una locura que no pueda gustarle el rosa o jugar a peluquería sólo porque dicen que es de chicas… «los juguetes son juguetes y son para todos, niñas y niños, mamá»… Y se me encoge el corazón y se me ensancha a la vez… <<diosas, lo estoy haciendo bien>>.
Existen niñas y existen niños a los que no tenemos que hacer pensar en cosas que no les toca pensar, a los que les hemos de dar infinitas posibilidades de ser como quieran ser.
Y nunca más decirles que han nacido en un cuerpo equivocado. Sus cuerpos están sanos, perfectamente bien. Y pueden saltar, jugar, correr, reír, llorar, gritar, peinar muñecas, ayudar en casa, disfrazarse de lo que quieran, imaginar, ser libres… ser libres.
Libres de estereotipos y roles sexistas.
Avancemos, no caigamos más en la trampa.
No sigamos perpetuando el sexismo, machismo, la misoginia y la homofóbia de esta sociedad.
Por Sonia ( @feministaHarta )
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