Que el machismo constituye una realidad en este mundo es algo de sobra conocido por
todos nosotros. Sin embargo, hay veces en que se nos escapan frases que, bien a sabiendas, bien por desconocimiento o por costumbre, encubren ideas del estilo que pasan desapercibidas. Hoy analizaremos diez de ellas:
- “No trabaja, es ama de casa”.
¿Os suena esta frase? Seguro que la habréis oído miles de veces. ¿Por qué se sigue
considerando que ser ama de casa no es trabajar? Ellos siguen pensando que trabajo es cumplir tu horario y volver a casa a descansar. Y que con eso ya está todo hecho. Mientras tanto, se cree que quedarse en el hogar, cocinar, limpiar, lavar la ropa, planchar e ir a la compra es un asunto de menor importancia. A pesar de que nosotras no tenemos vacaciones ni ratos libres y mucho menos terminamos en todo el día. Reflexionemos un poco y pensemos en quién de los dos trabaja más a lo largo del día.
- “Hoy de niñero”.
Actualmente, suele ser habitual ver a padres paseando a sus hijos por el parque, pero la
verdad es que no siempre ha sido así. Hace no tanto tiempo, lo normal era que las madres cuidaran de los niños y los llevaran de paseo mientras los padres se iban al bar o quedaban con los amigos. Lo veían como una obligación, pues como el hombre trabajaba fuera de casa se creían con derecho a tener su tiempo de ocio para él solo. Aun hoy podemos encontrar cuando vamos por la calle al padre que va de paseo con su hijo y al típico amigo que se le acerca y le dice “hoy de niñero eh, te ha tocado” como si un padre no pudiera pasear con sus hijos por devoción y no por obligación.
- “¿Está tu madre?”
¿Cuántas veces habremos oído esta frase de pequeñas? Lo típico, llamaban por teléfono o tocaban a la puerta y salías tú. Un vendedor a domicilio, un agente de telefonía móvil, o un corredor de seguros preguntaban desde el otro lado si estaba “la señora de la casa”. Pero qué casualidad que nunca preguntaron por “el señor de la casa”. Volvemos a la idea que ya hemos apuntado antes. El ámbito doméstico se sigue considerando, por desgracia, terreno de la mujer.
Mantenemos una noción desfasada sobre una mujer que ha de ser esposa y madre, a veces incluso por encima de sus propias aspiraciones personales y profesionales. Creo que ya es hora de dejar atrás estas ideas que únicamente terminan con nuestra libertad.
- “¿Ya tienes novio?”
Es la mítica pregunta que nos hicieron a todas cuando aún estábamos en infantil. Soy
consciente de que muchas de nosotras vivíamos entonces pensando en los cuentos de hadas (y todo lo que conllevan). Pero es necesario dejar de perpetuar roles de género que obligan a las niños a seguir un camino determinado. Preguntar a una niña de 4 años si tiene novio le generará la idea equivocada de que es esto lo que se espera de ella. Existe aún una costumbre que lleva a las mujeres a pensar que, para ellas, lo primero en la vida es formar una familia, mientras que para los hombres, lo esencial es conseguir un trabajo que lo dignifique. Nadie se para a
reflexionar sobre que quizá yo no quiera casarme, ni tener hijos, ni tampoco consideran que un hombre pueda preferir dejar su trabajo y hacerse cargo por entero de los niños. No obstante, todo ello es algo completamente normal.
- “Ya cambiarás de idea, aún eres muy joven”.
La pregunta sobre si deseas tener hijos algún día parece ser una de las cuestiones obligadas cuando alguien se interesa por tu futuro. Cuando les contesto que, en realidad, no me gustan demasiado los niños, y que tampoco considero ser madre algo imprescindible para una mujer, se me quedan mirando con cara de extrañeza y me responden: “bueno, ya cambiarás de idea, aún eres muy joven”.
Creo que deberíamos plantearnos por qué tomamos en serio el comentario de una niña que expresa querer casarse y formar una familia en un futuro, pero no el de una mujer que ya sabe lo que desea para su vida más inmediata. Pensar que solo me sentiré completa como mujer si llego a tener hijos es una idea retrógrada que debemos eliminar de nuestro pensamiento.
- “Seguro que en tu carrera hay más chicos que chicas”.
Todos sabemos que hoy en día podemos elegir libremente la carrera universitaria que
queramos estudiar. Pero lo normal hasta no hace mucho tiempo era que hubiera carreras “para chicos” y “carreras para chicas”. Los hombres tenían acceso a grados de arquitectura, ingeniería o cualquier otro relacionado con el “trabajo para hombres”. Mientras, las mujeres estudiaban enfermería, administrativo o demás del estilo, ya que no se concebía una mujer arquitecta, ingeniera o doctora. Afortunadamente esto ha cambiado, aunque todavía nos queda camino por recorrer (son muchos los que aún creen y nos dicen que seguro que en nuestra clase hay más chicos que chicas, especialmente si estudiamos alguna de las mencionadas) ¿Os suena?
- “Son cosas de niños”.
Hace unos días, me acerqué a la fiesta de cumpleaños de mi prima. Os podéis imaginar,
niños y niñas de 5 años correteando por todas partes y devorando las chucherías que había puestas sobre la mesa. Hasta que llegó la hora de la tarta. Una preciosa tarta rosa con un dibujo de Minnie Mouse. Y claro, comenzó la discordia. “Es que es rosa”, soltó uno de los niños. Y su madre, entre risas, respondió: “Son cosas de críos”. Pues no, señora, no son cosas de niños. Es cuestión de educación. Un niño no nace con un color asociado dependiendo de su sexo. Un niño prefiere el rosa o el azul según los comentarios que oye, y según la experiencia que va adquiriendo de su familia, de su entorno escolar, y de la sociedad en general. Es nuestro trabajo, y creo que es algo fundamental, educar a las nuevas generaciones en la igualdad, pues solo así
conseguiremos el cambio que buscamos.
- “Vamos a implantar el uniforme”.
En mi opinión, el uniforme es un instrumento apropiado en tanto contribuye a diluir la
desigualdad en las aulas (da lo mismo si un alumno compra su ropa en Gucci o en Zara, puesto que todos vestirán al final del mismo modo). El problema llega cuando a los niños se les obliga a llevar pantalón y a las niñas, falda. Nadie parece darse cuenta de que es esta medida la que, precisamente, lejos de igualar a los chicos, establece una brecha entre ellos. ¿Por qué yo, siendo una niña, no puedo llevar un pantalón, exceptuando en el equipo deportivo, si me siento más cómoda con él? ¿Por qué un niño, si desea llevar falda, no puede hacerlo? Volvemos a la cuestión que anotábamos antes, los roles de género pesan tanto sobre nosotros que nos exigen incluso lo que debemos vestir.
- “Estás más guapa con el pelo largo”.
Hará un par de años, decidí cortarme el pelo. No fue un cambio enorme, pero pasé de
tenerlo largo a una media melenita que dejaba ver completamente la nuca. Varias personas me dijeron en su momento que qué había hecho, que “estaba más guapa con el pelo largo”.
Y es que hay extendido un concepto erróneo sobre la feminidad. Según él, una mujer debe tener el pelo largo (ojo, solo el cabello, ni se te ocurra salir sin depilar), piernas de modelo (por supuesto rectísimas cual columnas dóricas), cintura de avispa, pechos grandes (pero tampoco te pases), llevar vestidos (cómo no, rojos como en las películas) y unos tacones con los que apenas puedas andar.
El problema viene cuando no lo cumplimos, cuando nuestros cuerpos no son como
“deberían” ser. O quizá simplemente no queremos ser como “deberíamos” ser. Me gusta el pelo corto. Me gustan mis piernas, aun no siendo rectas ni esbeltas, me gustan mis ojos, aunque sean marrones y no azules como el prototipo, y todo esto está bien y es perfectamente válido y femenino, si es lo que yo deseo.
- “Es medio litro, eh”.
Cena con amigas en un restaurante un jueves por la noche. El camarero se acerca con la
libreta en la mano dispuesto a dar cuenta de nuestras comandas: -“¿Qué van a beber?”. –“Dos Coca-Cola Zero y una jarra de cerveza”. -“Es medio litro, eh”.
“Ya lo sé, luego te pido otra”, debería haberle contestado. Y podría decir lo mismo con
respecto a la comida, pues más de una vez nos han “avisado” de que lo que habíamos pedido excedía una “ración normal”. Estoy segura de que si mis amigas y yo fuéramos hombres y no mujeres, jamás hubiéramos oído este tipo de preguntas. Subestimarnos de tal forma por el simple hecho de serlo es una actitud machista (aunque no dudo que sin pretenderlo) que debe ser modificada.
Por María Valero (@_lainvitada)
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