En España seguimos teniendo un limbo legal en cuanto a prostitución.
El debate entre nuestros políticos se abre algunas veces, y tal y como se abre se vuelve a cerrar, para luego continuar como siempre en esta alegalidad, sin que nuestros representantes sean capaces de tomar ninguna decisión en cuanto a su abordaje. Habiendo sido ayer el Día Mundial Contra La Trata, y recordando que más del 80% de víctimas lo son con fines de explotación sexual, y que de ese porcentaje, el 98% son mujeres y niñas, me gustaría que reflexionáramos sobre algunas cuestiones que están pasando.
Hace poco más de un mes, se hicieron en Barcelona unas jornadas llamadas Municipalime Queer, unas jornadas patrocinadas por el mismo Ayuntamiento y no os quiero ni contar la sorpresa me llevé cuando al meterme en el hastag encontré lo siguiente:
Lo primero que me pregunté, seguro que igual que vosotras, fue «¿está comparando a las mujeres con melones?» y rápidamente me respondí yo misma: «Sí, tristemente lo está comparando…»
Este panorama no nos es desconocido a las feministas radicales. Estamos muy acostumbradas a que el neoliberalismo y los discursos proxenetas se cuelen en cualquier espacio y aunque a mi no me sorprenda, me sigue entristeciendo.
Los discursos han calado tanto que nuestra sociedad habla más de trabajadoras sexuales que de mujeres prostituidas y habla de clientes cuando en realidad se trata de puteros.
Las feministas radicales somos tachadas de puritanas y mojigatas por querer abolir la prostitución, y nos dicen que no sabemos diferenciar entre prostitución voluntaria y trata, como si no tuviera relación o existiese realmente un porcentaje altísimo de mujeres que eligen super mega libremente prostituirse porque sí.
Y mientras esto pasa y resuena en las cabezas de prácticamente toda la sociedad, callan y ocultan otras informaciones.
Callan y ocultan que sobre los informes que se han llevado a cabo sobre el modelo regulador, iniciado en Holanda en 1996 y aplicado en Alemania en 2002, se extrae que la situación de las mujeres prostituidas no ha mejorado nada y sólo el 1% de ellas tiene contrato. El tráfico y la prostitución infantil ha crecido y muchas de las mujeres que están en esta situación critican que los únicos que han salido ganando con esta legalidad son los proxenetas y los puteros, ahora vistos como grandes empresarios y honorables clientes.
No somos puritanas. Lo único que pretendemos las feministas radicales es cambiar la historia, esa que un día los hombres se inventaron y desde ahí decidieron que podrían comprar nuestros cuerpos para tener sexo cuando ellos quisieran. Lo que hacemos las feministas radicales es tener una visión global de la explotación y cosificación histórica que recae sobre nosotras. Sabemos perfectamente que la trata y la prostitución tienen una larga amistad y que sin puteros no habría trata.
Compañeras, nos espera una larga lucha. Desenmascarar por un lado y crear conciencia por otro.
Nos toca decir una y mil veces que la prostitución no es un trabajo, no puede serlo. Y no, no se nos puede comparar con melones. No es un trabajo porque, como bien dice una gran compañera y amiga mía, en la prostitución no vendes tu fuerza de trabajo sino que eres el medio de producción en este sistema capitalista y neoliberal.
Nos toca decir una y mil veces que la prostitución es incompatible con la dignidad de las mujeres y con sus derechos fundamentales.
Nos toca decir una y mil veces que tergiversar el debate a lo que a una le vaya mejor y apelar a la libre elección es tener una visión individualista, incompatible con el feminismo, es silenciar la realidad de las mujeres prostituidas, es no mirar las causas que llevan a ello, es no hablar de los horrores que cada día sufren.
Nos toca decir una y mil veces a los hombres que no. Que no tienen derecho a sexo. Que no tienen derecho a acceder a los cuerpos de las mujeres por unos pocos billetes.
Y nos toca decir una y mil veces a nuestro Estado y a nuestros políticos que empiecen a tomarse esto en serio. Que dejen de mirar para otro lado. Y que escuchen las voces que toca escuchar, no sólo las que se hacen oír más, sino las otras, esas que quedan silenciadas y que es más fácil seguir dejando atrás.
Por Sonia (@feministaHarta)
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