La violencia machista contra la mujer no disminuye. Incluso, de forma perturbadora, cada año aumenta entre adolescentes y jóvenes.
Es un problema considerado sistémico y la legislación que lo condena es reciente. La sensibilización social está en base a las agresiones más visibles y, entre otras cosas, eso señala las limitaciones y prejuicios socioculturales que persisten en el presente.
Violencia emocional/psicológica
La violencia psicoemocional es la más encubierta, muy poco valorada y afecta a muchas mujeres. Para la mayoría pasa desapercibida. Incluso para quien la padece.
En las relaciones de pareja se ejerce de forma sutil en tanto a que se ejecuta mediante manipulación.
¿Qué instrumentos y herramientas sociales logran perpetuar esta violencia?
Existe todo un diseño y arqueología social que evoluciona a lo largo de la historia. A través de la política, intereses económicos, religiones, creencia, se desarrollan y despliegan los prejuicios contra las mujeres.
La violencia simbólica forma parte de la estrategia para que la mujer se quede en la esfera reservada para ella.
- Es la que incide en la educación y se proyecta de forma indiscriminada. Son mensajes implícitos o explícitos que se propagan de forma continuada por todos los medios: cine, literatura, música, chistes, dichos, refranes, iconos, mitos, juegos, símbolos.
- Sitúan a la mujer en papeles relegados a cuidados, hogar, maternidad, etcétera.
- Se la hipersexualiza y encuadra en la «fragilidad» de los cuerpos femeninos y dispuesta a satisfacer deseos ajenos.
- Se justifica y/o romantiza los celos, el sexismo, y actitudes posesivas, la dominación del varón.
- La relación sexual es utilizada y activada igual que lo han hecho los varones a lo largo de tantos relatos.
- Se le da más relevancia, escucha, prestigio a los varones.
- Son los hombres los que siguen copando todas las esferas. Incluso para abordar problemas de mujeres. Se autoproclaman autoridades absolutas en cualquier campo.
- Persisten el acoso sexual en el ámbito laboral, callejero, y la cosificación.
Todo ello, y más, logra la perpetuación de la subordinación de la mujer en la sociedad y justifica las violencias machistas. Es lo que arma a todo maltratador e invisibiliza sus actitudes, actos, al tiempo que se le disculpa.
¿Cómo se gesta?
Ellos, por poco inteligentes que sean, no necesitan utilizar amenazas ni violencia explícita. Les resulta sencillo manipular a la mujer y elaborar tácticas de control psicológico:
- El chantaje emocional forma parte del día a día.
- Amenazas veladas camufladas tras «pruebas de amor» que ellas han de superar.
- Mediante pequeños gestos, actos, frases que hace cotidianas, logra que la mujer consienta y normalice situaciones que jamás imaginó aprobaría.
- Utiliza el cariño y el amor para justificar enfados, malas caras, riñas. Todo ese despliegue es para el bien de ella, la trata de forma paternalista.
- Infravalora los logros, estudios, trabajo, aspecto, de ella, dando toda la importancia y valor a lo que él haga por ser lo más relevante.
- Para que la relación funcione ha de consultar, no comentar, cada paso que ella quiera dar y ha de ser aprobado por él.
- Llega a controlar las reacciones e interacciones de la pareja a distancia. Con una sola mirada de desaprobación ella siente que algo hace mal y lo deja por evitar discusiones o situaciones de tensión y silencios que se alarguen en el tiempo.
- Da la vuelta a hechos para que sea ella la que se haga responsable y culpable de cualquier problema que él haya generado.
- Convence a la mujer de que algo no ha pasado, no ha dicho, o le hace creer que es imaginación o mala interpretación de ella.
Lo hacen poco a poco y no suele suceder desde el principio. Cada uno de ellos utiliza y desarrolla sus estrategias en base a sus características, necesidades y prioridades. Todos se asemejan y tienen perfiles machistas que no llega a apreciar el entorno, que puede adolecer de los mismos prejuicios.
¿Qué efectos produce la situación?
En la actualidad, para ser sujeto igual de importante en cualquier esfera social, la mujer ha de adquirir protagonismo, alcanzar posición de poder; ser agresivas, controlar. Ha de desarrollar un carácter especialmente masculino. Se refleja en nuevos papeles del mundo de la farándula, en círculos políticos, mediáticos…
En redes sociales, para lograr validación y popularidad, la mujer lo ha de hacer a través de la propia sexualización. No se la aprecia por la inteligencia y capacidades.
Consigue que la mujer se adapte, subordine a los gustos y preferencias de los hombres.
Los verdaderos, legítimos, y merecidos intereses de la mujer quedan relegados a un segundo plano o al cajón del olvido.
¿Hay señales que avisen de esta violencia?
No es una violencia que se le dé prioridad para mostrarla en su magnitud y virulencia. Tampoco se expone para que el que la ejerce sienta vergüenza y culpa por practicarla.
Las supuestas señales son todo un despliegue de ideas que configuran una visión que camufla la estructura social. Contribuyen a ocultar el maltrato emocional/psicológico. Mientras, los victimarios no actúan de buenas a primeras manifestando ese tipo de muestrario “identificativo”. Son premisas que desestiman la responsabilidad del que daña al asumir que la sensata ha de ser la mujer. Es ella a la que le toca “darse cuenta” y poner límites, frenos, al que ejecuta dichos actos.
¿Cómo sacar esta violencia del oscurantismo?
La violencia psicológica/emocional es estructural. No es siempre humillación, amenazas, control, aislamiento y sometimiento explícito y evidente. Se ha de dar la vuelta a la exposición y al discurso actual.
La violencia simbólica instalada en el orden social también condiciona y determina el nivel de autoestima y confianza de la mujer ya de pequeña. No es una educación que diferencie raza, estatus, situación económica, nivel cultural. Afecta a todas y todos los individuos que integran la sociedad.
Sólo la capacidad crítica y analítica logra que se vea lo nocivo del machismo y evidencia este maltrato. A la hora de dar visibilidad a esta violencia se ha de mostrar desde la raíz de la misma, llegar a lo más profundo de todos los rincones sociales que la impregnan. Las instituciones, a todos los niveles, no se libran de dichos prejuicios que son los que se anteponen a la realidad por la que pasan las víctimas.
Entre otras cosas, es al entorno al que se le ha de animar a que observe las supuestas señales. ¡Los hombres han de dejar de mirar a otro lado! Hemos de ser todos quienes recriminemos a aquellos que dañan, al ver cualquier patrón de manipulación o signo de agresión. La responsabilidad es exclusiva de quien ejerce el maltrato. Si no, ¿cómo apreciar que lo que se hace no es correcto?
Si el sistema sigue siendo el que es, poco se va a poder cambiar y transformar. ¿Cuántos siglos más han de soportar las mujeres todo este peso, desgaste y sufrimiento?
Por @dalila_sin
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