¿Por qué sabemos tan poco de las personas que han “detransicionado”?
En ocasiones, el silencio se debe a que puede parecer una crítica para aquellos que no lo han hecho, aunque lo hayan pensado multitud de veces. En paralelo, las comunidades médica y farmacéutica se ven puestas en tela de juicio en lo referente a su rápida actuación y expansión sin previas investigaciones sobre lo que puede suceder a largo plazo cuando alguien se somete a la “transición”.
La realidad es que esto (el fracaso en la supuesta mejora en la vida de pacientes que habían transicionado) no se divulga. Es más, en internet no se puede encontrar, prácticamente, información en español; se encuentra en inglés, escribiendo detransitioners. Allí, vamos a localizar páginas de grupos que se han organizado contando sus experiencias, con el objeto de expresarse y servir de orientación a quienes viven un proceso parecido.
Lo primero que se extrae al leerles o escucharles es que, cuando detransicionan, se aíslan o les hacen el vacío. Ya no pertenecen a ese grupo combativo de la T; les han “traicionado” y se apartan o les apartan. A partir de ahí, comienzan a reemprender su vida aceptando su sexo, algunas con efectos secundarios ya irreversibles, como la esterilidad o alteraciones en la estatura, y otros, como la pérdida de pelo o el peso, más o menos recuperables.
En las comunidades que se han organizado se cuentan los diferentes caminos que siguieron para iniciar su transición: unos mostrando signos iniciales en la primera infancia y otros adoptando el modelo de disforia de género de inicio rápido (ROGD). Significativamente, la mayoría de estas personas, son mujeres, que se identificaron como “hombres trans”, pero se arrepintieron. Buena parte lo hicieron cuando llevaban años de tratamiento, convencidas de que ni la terapia de reemplazo hormonal, ni “vivir como su género deseado” ni la cirugía de reasignación sexual son eficaces para el tratamiento de “disforia” con el paso del tiempo. Con esto muy claro, las detransicionadas exploran en sus vivencias individuales para saber qué les había podido llevar a desear ser de otro sexo.
En todas estas comunidades se hacen la misma pregunta:
“¿Por qué estamos medicando a personas que no se conforman? ¿Por qué les damos a los niños y niñas la opción de tomar una decisión médica que altera la vida basada en el sexismo, cuando ni siquiera pueden hacerse un tatuaje? ¿Por qué les estamos diciendo a las chicas que no quieren quedar atrapadas en la trampa de la feminidad, «oh, bueno, en realidad debes ser un niño»?”
La homosexualidad también es, en muchos casos, un nexo común. De hecho, encontramos que muchas mujeres han hecho una transición forzada (en su caso, lo que podría considerarse como una nueva terapia de conversión) que se han dado cuenta de que no son “trans”, sino lesbianas.
En esas mismas comunidades, continuamente, dicen que nadie les ofreció la posibilidad de poder afrontar su desconformidad, su “disforia”, con ayuda psicológica y/o acompañamiento, que todo fue muy rápido, que les “creyeron” enseguida. Y así, comenzaron los bloqueadores, las hormonas cruzadas, después las operaciones y el intento de remediar el fracaso de las operaciones. Una tras otra hasta 9 operaciones para volver a su sexo original sin éxito, y con un sinfín de complicaciones, incluida la pérdida de trabajo.
Hasta el momento, los países de los que constan más datos sobre detransición son EEUU, Canadá y Reino Unido, esto es, aquellos en los que las leyes de ‘identidad sexual’ llevan más tiempo, o la población tiene mayor poder adquisitivo. Sin embargo, ya están revelándose grupos en Latinoamérica. En Chile en concreto, trabaja un grupo de detranscionadas, nuevamente mujeres, que alertan de cómo ha cambiado su vida o lo que perdieron por la hormonación y/o cirugía a la que fueron sometidas (una de ellas, por ejemplo se quedó bajita; otra, con barba y calvicie…).
En España se está tratando de aprobar una ley que va a facilitar aún más esa “transición”, particularmente en la infancia y adolescencia. Pero, ¿se puede medicar a los mismos niños y niñas que no dejarías a solas en casa, ni mucho menos tatuarse, porque te fías de que quiere ser de otro sexo? ¿Les habéis explicado lo que significa tomar bloqueadores con la misma contundencia con que les decís por qué no pueden tatuarse por su cuenta? ¿Habéis buscado otra opinión, en otro campo? ¿Qué vais a hacer cuando, como pasa en otros países, se encaren con vosotros diciendo que por qué se lo habéis permitido?
Hay varios países que se han adelantado y ya han constatado su fracaso. Eso debería servirnos de experiencia. En estos días Reino Unido acaba de iniciar la marcha atrás en su ley de ‘autoidentificación de género’. Aquí en cambio, muchos medios sirven, cada vez más, de eco y aliento a los padres y madres que, sumándose a la moda (y a lo que la industria médico-farmacéutica les induce), creen y permiten la medicación a sus pequeños y pequeñas, para que parezcan de otro sexo. En tres o cuatro años, seguramente, querrán detransicionar, porque ya habrán comprobado que el sexo no se puede cambiar, y lo que querían es que les dejasen jugar, fantasear y hacer lo que más les divertía, sin verse limitados por su sexo.
Si no tenéis bastante información, lo dicho, hay que buscar en inglés “detransitioners”. Eso sí, preparaos, porque no es una realidad suave.
Por Mujeres por la Abolición (@MAbolicion)
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Vuestro artículo me parece tan perverso como los artículos en los que se «habla» de denuncias falsas de violencia de género. Hacía el intento de contestar cada uno de los párrafos, sin embargo, creo, que lo único que ustedes necesitan es acercarse a las entidades de personas trans y conocer sus vidas, sus necesidades que , créanme, no están en su artículo, sus procesos, sus opciones y después hablen.
[…] género, sino que no eran capaces de asumir su homosexualidad (esto lo podéis leer aquí, aquí y aquí). Son personas que han visto perjudicada su salud y que han asimilado un discurso que no les ha […]