8 de marzo. Fecha conocida mundialmente. Día de la mujer trabajadora. No es un cumpleaños. No es un día de regalos, ni de fiestas. Es día de hacer arder las calles. De reclamar los derechos que aún nos quedan por conseguir. De luchar por los que están siendo vulnerados. Las mujeres no queremos ser la pelota que se pasan los políticos unos a otros. No somos un tema que debatir. Ser mujer es sufrirlo diariamente. Es tener un salario menor que el de tu compañero por ser mujer. Es que pongan en duda tu sabiduría. Es ser cuestionada diez veces más que a un hombre. Es ser criticada por tu forma de ser, por tu forma de vestir, por cómo hablas, cómo miras. Es seguir con las normas preestablecidas por el patriarcado, de lo contrario, serás foco de problemas y confrontaciones.
Basta ya. Seamos honestos, estáis acojonados. En realidad, lo que os molesta no es que se haya propuesto una manifestación con motivo del 8M, sino que lideremos las calles. Es curioso que con el mitin de VOX no había tanto revuelo, ni con las numerosas manifestaciones que ha habido en los últimos meses: contra la represión policial, la de los negacionistas de la pandemia, la marcha neonazi que tuvo lugar el mes pasado, las manifestaciones por la libertad de Pablo Hasel o la manifestación por la sanidad pública. Y ahora, de repente, las feministas somos unas irresponsables. Aquí hay algo que no cuadra.
Ninguna manifestación debería tener cabida en el contexto coyuntural en el que nos encontramos. Pero ninguna. Porque ser feminista es serlo todo el año. Es cuestionarse las formas de juzgar a las demás, es descubrir y desmontar costumbres y machismos. Es darse cuenta de que no somos enemigas. El feminismo como movimiento que busca establecer, por fin, esa igualdad entre los hombres y las mujeres. Es recibir oportunidades de trabajo dignas, acabar con la brecha salarial, con los estereotipos en todos los sectores, respetar la diversidad de cuerpos de mujeres, asegurar la formación con perspectiva de género en los órganos judiciales, promover el papel de la mujer en cualquier profesión y carrera y valorar el trabajo de las mujeres rurales.
El 8 de marzo no es una batucada celebrando que hemos nacido mujeres. No. Es recordar a las 146 mujeres que fueron quemadas en la fábrica textil de Nueva York. Esas que reclamaban igualdad salarial y la disminución de la jornada laboral a 10 horas. Ni un paso atrás.
Ser mujer debería ser sinónimo de fuerza, no de debilidad. Ser mujer debería ser un orgullo. Un ejemplo de constancia, de lucha y de historia.
¿Por qué sigue siendo necesario? Porque no nos respetan. Porque ser una “niña” para muchos sigue siendo un insulto. Porque tenemos que justificar nuestros comportamientos todo el tiempo. Porque nos quieren educadas, calladas, sumisas. Nos quieren guarras, pero solo con ellos. Nunca estarían con una puta, pero son unos puteros.
No os debemos nada. No os debemos nuestros triunfos. Todo lo que hemos conseguido y estamos consiguiendo es por cada una de nosotras. Porque solo nosotras sabemos el significado de un “yo también” o un “yo te creo”.
Hablemos del vídeo viral de los varones que comentaban durante el directo de RTVE las vestimentas de las mujeres en la alfombra roja de los Goya. Una vergüenza. “Las demás eran todas esqueletillos”. “Una que parecía un putón verbenero”. “Puta, puta, seguro”. ¿Cuál es la excusa para no tacharlos de machistas y retrógrados? ¿Cuándo os vais a enterar de que no nos vestimos para vosotros?
Por no hablar, de cuando hace tan solo unos días, la artista Zahara tuvo que pedir perdón por haber hecho referencia en sus stories a un baño de mujeres. Es necesario citar en este contexto a la periodista Laura Teruel (@LauTeruel): “Nos ha costado mucho tener espacios propios como para estar pidiendo perdón por ello”. Contra el borrado de la mujer, tolerancia cero.
Hoy y cada uno de los días, no te calles. No toleres comportamientos ni actitudes machistas. No dejes que nadie te ponga en duda por el mero hecho de ser mujer.
#Yosítecreo #MeToo #NoesNo
Por Sofía Furse (@sofiafurse)
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