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Hacia el Aborto Legal, Seguro y Gratuito en Argentina

Durante la madrugada del último 11 de diciembre, Argentina fue noticia por la media sanción otorgada en la cámara de Diputados al proyecto por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Este martes 29 de diciembre la historia se completará en el Senado, y aunque estos sean hechos recientes, lo cierto es que el arduo recorrido de las mujeres que impulsaron el proyecto comenzó hace ya mucho tiempo.

La Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito nuclea organizaciones y feministas independientes y existe hace 15 años, luego de 19 años previos de encuentros de mujeres, discusiones y organización. Hace 34 años que un grupo de mujeres, en el primer Encuentro Nacional de Mujeres (ENM) del país, planteó la cuestión del aborto en relación estrecha con nuestro derecho a decidir. Fueron estas mujeres quienes empezaron a realizar talleres autoconvocados de anticoncepción y aborto, temas que solían abordarse en talleres de salud.

En 2005, en la provincia de Córdoba, 70 organizaciones feministas se reunieron para fundar la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito. En 2007 presentaron en el Congreso el proyecto de ley firmado por sus integrantes, pero recién al año siguiente lograron las firmas necesarias para que alcanzara estado parlamentario. Aun así, recién 10 años después se debatiría en las cámaras de Diputadas/os y Senadoras/es por primera vez y sería rechazado en esta última.

Desde 1986 que las mujeres argentinas debatimos en los ENM el derecho a no maternar, pero recién en 2020 estamos cerca de que el Estado lo garantice. Sin embargo, como todo lo que implica a la política (masculina) partidaria, fue necesario que el Poder Ejecutivo Nacional (PEN) habilitara el tratamiento del proyecto por parte del Poder Legislativo en el Congreso, tanto en 2018 como en 2020. En ese instante dejó de tratarse de una causa por y para las mujeres y pasó a ser parte de “la rosca política” o el tira y afloje masculino.

En 2018, el presidente Mauricio Macri habilitó el tratamiento del proyecto, pero no presentó uno propio del PEN ni hizo lo posible para que el de la Campaña Nacional por al Aborto Legal, Seguro y Gratuito se aprobara. En 2020, el presidente Alberto Fernández se nombró como el abanderado de la lucha por la legalización del aborto, pero no respaldó el proyecto elaborado por la Campaña Nacional por el Aborto, sino que presentó uno propio con artículos copiados de este.

Las diferencias entre los dos proyectos radican en las concesiones realizadas a las Iglesias. El presentado por el PEN dispone que los médicos que se opongan a realizar un aborto por “objeción de conciencia” deben derivar “de buena fe” a la mujer a alguna colega que sí lo realice, no incluye al aborto como derecho en la Educación Sexual Integral (ESI) y mantiene la penalización de las mujeres que aborten luego de la semana 14 a menos que hayan sido violadas o corra riesgo su salud. El proyecto de la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito no permitía estas violaciones a los derechos de las mujeres. El que obtuvo dictamen de mayoría y fue votado por las/os Diputadas/os el 11 de diciembre mantuvo estas restricciones.

No solo hicieron falta muchos años de militancia mujeril, sino que una vez que llegó a las esferas de la política estatal masculina y partidaria se realizaron concesiones en detrimento del bienestar de las mujeres. Concesiones que tampoco garantizan la victoria en la Cámara de Senadoras/es porque algunos de ellos se replantean el voto a favor por ser una ley presentada y apoyada explícitamente por el gobierno de turno.

El caso argentino demuestra con claridad que no sólo las mujeres debemos luchar durante décadas e incluso durante siglos para erradicar la apropiación de nuestros cuerpos; si no que, además, para tener al menos la esperanza de modificar algo a nuestro favor debemos sortear los obstáculos inherentes a unas reglas de juego construidas en un marco patriarcal, según normas machistas. El sistema partidario/parlamentario no es ninguna excepción. Durante los debates en el Congreso debimos padecer discursos largos y extendidos de hombres que desde sus bancas se explayaban sobre cómo lo que sucede con nuestros vientres y con el curso de nuestras vidas no es asunto nuestro, mandato que guarda un paralelismo muy claro con la explotación reproductiva. Quizás el ejemplo más pertinente sea el senador oficialista Julio Cobos, quien a principios de 2018 presentó un proyecto de ley para legalizar el “alquiler de vientres” y unos meses más tarde votó en contra de la legalización del aborto por ser un asunto que «trasciende a las mujeres«.

Pero el asunto de la explotación reproductiva representa un fenómeno aún más amplio: la misma es defendida incluso por diputadas/os que se han manifestado a favor del Aborto Legal. Sin ir más lejos, la diputada -también oficialista- Gabriela Estévez, abiertamente partidaria de la interrupción voluntaria del embarazo, es quien a mediados de 2020 presentó con bombos y platillos un nuevo proyecto de “gestación subrogada” con motivo del aniversario de la legalización del matrimonio homosexual en Argentina. Los derechos sexuales/reproductivos de las mujeres fueron tan desplazados del foco de la que debería ser nuestra propia lucha que quienes se hicieron eco masivamente de la campaña por el aborto legal apoyan, al mismo tiempo, otras formas de control sobre nuestras capacidades reproductivas y de imposición de una maternidad obligada. Esto sin mencionar, por supuesto, la recurrencia en los discursos parlamentarios de una terminología que ejerce todas las maniobras posibles para evitar nombrar a las mujeres, conforme a unos postulados que sostienen que ser mujer es más una idea, un capricho o una voluntad que la realidad material con base en la cual se nos condena a maternar obligatoriamente o a morir desangradas en un centro de abortos clandestinos. En definitiva, el aborto como derecho de las mujeres quedó en un segundo plano.

En este mismo sentido, debido al apoyo del oficialismo y a la presentación de un proyecto propio, el discurso oficial/dominante invisibiliza las décadas de lucha de las mujeres: los partidos políticos interpretan el tratamiento del aborto (y tratarán su aprobación, en caso de concretarse) como una conquista propia y agradecen al presidente por habilitar la votación. Por mucho que afirmen el protagonismo mujeril, también se nombran como los primeros abanderados de la lucha ignorando y apropiándose de la historia feminista argentina. Asimismo, se debe a esa estrategia propia de la política (masculina) partidaria que hayan aumentado los votos positivos y las abstenciones y disminuido los votos negativos entre 2018 y 2020. De nuevo, los derechos de las mujeres no tuvieron protagonismo al momento de elegir qué votar.

 

DIPUTADAS/OS 2018 2020
A FAVOR 129 131
EN CONTRA 125 117
ABSTENCIONES 1 6

 

Respecto a los debates en el Congreso, rescatamos un fragmento del discurso de cierre que realizó la diputada oficialista Gabriela Cerruti, quien -a pesar de adscribir a muchos de los aspectos por nosotras criticados de la política partidaria masculinista y el discurso de invisibilización de las mujeres- explicó de modo pertinente cómo funciona el sistema machista, resumió parte de la historia feminista argentina, destacó la importancia del deseo y recordó el rol de las mujeres como trabajadoras reproductivas que sostenemos el sistema:

“No es una novedad que este mundo es injusto, que en este mundo hay miseria y que no es el mundo que queremos. Lo sabemos perfectamente las mujeres porque durante siglos nos obligaron a parir para mandar a nuestros hijos a la guerra, para explotar a nuestros pibes en las fábricas, para mirar para el costado cuando los pibes crecen en la pobreza. (…) Lo que venimos a pedirles hoy es que dejen de hacer del cuerpo de las mujeres el territorio de disputa de aquello que no pueden solucionar la Economía o la Política. El mundo es injusto, pero la respuesta no está en nuestro útero. Al contrario, el mundo es injusto porque está construido hace 500 años sobre un sistema basado en la explotación de las mujeres y de la naturaleza”.

Se apruebe o no el próximo 29 de diciembre, somos las mujeres quienes vamos a seguir poniendo el cuerpo a los anticonceptivos y a los abortos. De todos los métodos anticonceptivos que existen, solo 2 están destinados a los varones: el preservativo y la vasectomía. Poco se debate sobre la imposición de la penetración en las relaciones sexuales cuando la mayoría de las mujeres no necesitan de ella para llegar al orgasmo y es la principal causa de los embarazos no deseados y de la transmisión de ETS/ITS. Ya que, a pesar de contar con el único método anticonceptivo que las previene, los varones siguen excusándose para no usar el preservativo y buscando formas de sacárselos durante la relación sexual.

Las mujeres argentinas y de muchas otras partes del mundo debemos enfrentarnos -además de a la apropiación de nuestros cuerpos y al control reproductivo que mantiene el aborto en la clandestinidad- a la banalización de nuestra propia lucha y a la introducción de consignas vacías que distraen de la verdadera raíz de la violencia machista (como por ejemplo el tan liberal “mi cuerpo mi decisión”, aplicado ambiguamente tanto para la defensa del aborto legal como luego para la defensa y justificación de la explotación sexual y reproductiva, desvinculándolas de todo contexto y condicionamiento político, social, y económico).

Lejos de agotar los problemas de las mujeres, la cuestión de la lucha por la legalización del aborto esconde tras de sí la esclavitud sexual y reproductiva de las mujeres inherentes a la lógica patriarcal, y, más aún, la usurpación, apropiación y banalización de la lucha y el trabajo de las mujeres. En Argentina y en el mundo, con aborto legal o ilegal, el patriarcado encuentra no sólo la forma de apropiarse del fruto de nuestros cuerpos (impidiéndonos abortar o alquilándonos como incubadoras) sino también de nuestra lucha, el fruto de nuestra creatividad y nuestro trabajo.

 

Maira Lucia Haunau (@hmairalucia)

Sol Tobía (@soltobia)

Imagen: Miranda Sanchez Acosta (@miridelesbos – ig: @miradasinvertidas)

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