Trabajo para Zara desde hace 15 años, por lo que, como mis compañeras bien saben, daría para escribir más de un libro.
Pero el Covid -19 ha traído nuevas circunstancias a la vida de todas y, en el caso de las trabajadoras de Zara en Cataluña, ha traído pérdida de derechos y vulnerabilidad.
Con la nueva normalidad, la forma de trabajar, de comprar y de atender al público también ha cambiado. Evidentemente ha sido necesario adoptar medidas de seguridad, para proteger a trabajadores y a clientes. Hasta ahí todo perfecto.
Una de las medidas adoptadas por la empresa, según ellos en base a recomendaciones sanitarias, ha sido establecer «turnos estancos«. Estos turnos consisten en dividir a la plantilla de las tiendas en dos turnos para trabajar de forma alterna tres mañanas o tres tardes, distribuyendo sus horas en esos turnos fijados unilateralmente por la empresa. El objetivo es que las trabajadoras no se mezclen y que trabajes siempre con las mismas personas.
Veamos lo que esto está suponiendo en la práctica. Las trabajadoras y trabajadores de una tienda Zara con una plantilla de 30 personas sólo se mezclarán con 15 de sus compañeras, aunque en su turno estanco pueden atender al público con un aforo de 100, 200 o 300 clientes según el tamaño de la tienda, lo cual ya crea dudas de su eficacia como medida de protección si lo que se quiere evitar es que la plantilla se contagie. Atender al público ha sido calificado durante la pandemia como una exposición de riesgo para el contagio. Trabajamos sí, pero bajo qué riesgos. No todo vale en tiempos de crisis. No olvidemos que también es una crisis sanitaria y está en juego nuestra salud.
Además, estos turnos que fija la empresa, volatilizan los calendarios laborales firmados por las trabajadoras, las reducciones de jornada por cuidado de menores o dependientes… ya que todas han de trabajar también en esos turnos. Adiós conciliación, adiós derechos de las personas que cuidamos.
Los casos concretos se entienden mejor.
Una madre tiene dos hijos con discapacidad a su cargo, y un horario adaptado para llevarlos a terapias, ese horario no se respeta. Otra madre divorciada con custodia compartida, tiene un horario de reducción que permite que ella o el padre se hagan cargo de los hijos, ese horario no se respeta. Otra madre, con una reducción que le permite llevar y recoger a sus hijos del colegio, ese horario no se respeta.
Un hijo, se organiza con su hermana para cuidar de sus padres mayores, ese horario no se respeta.
Y ya sabéis quienes se encargan, mayoritariamente, de esos cuidados. Las MUJERES.
Las mujeres, las madres, las cuidadoras precarizadas y olvidadas pagaremos esta crisis, eso ya lo sabemos todas. No se trata de que las madres sigamos haciendo malabares para compaginar trabajo, menores, cuidado de dependientes, casa…se trata de que la empresa tiene la obligación de adaptar las medidas de seguridad a las situaciones personales y de conciliación que cada persona presenta. En Zara te atienden madres solteras, hijas y hermanas que tienen dependientes a su cargo. Personas con responsabilidades y con derechos de conciliación y preestablecidos que no se están respetando. Una vez más, las mujeres de clase obrera, estamos viendo como nuestros derechos y nuestras demandas no son tenidas en cuenta por la patronal. Mientras el gigante siga facturando lo demás carece de importancia.
Aunque en este caso, no sólo se vulneran nuestros derechos, porque los trabajadores y trabajadoras con o sin personas a su cargo también los tienen. Somos la clase trabajadora quienes creamos la riqueza de las empresas. Y ya está bien de ser meros números, sin voz ni voto.
No podemos permitir que en cada crisis se azuce el miedo para hacernos retroceder, para decirnos que el pastel es más pequeño y las migajas que nos corresponden son menos.
Las compañeras del sindicato que están batallando con la empresa, son meras trabajadoras. Y plantar cara a Zara requiere valor, por muy sindicalista qué seas.
Ojalá , la ministra de trabajo, de igualdad, el «gobierno progresista» o las ejecutivas nacionales de CCOO y UGT se atrevan a interpelar al gigante. Ojalá no se reduzca a buenas intenciones para favorecer la conciliación y evitar que, otra vez, las mujeres seamos las mayores perjudicadas de esta historia y veamos un cambio en la práctica.
Si no lo hacen, lo haremos sus trabajadoras. Nosotras generamos su riqueza y tenemos derecho a que se escuche nuestra voz.
Por Una trabajadora de Zara ( Mblue )
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