El fundamento del sistema prostituyente es la lógica patriarcal que dicta que las mujeres somos objetos de consumo, mercancías reducidas a una serie de atributos sexuales. El patriarcado mismo se sostiene sobre las prácticas de explotación sexual y reproductiva de nuestros cuerpos, y es en este sentido que vemos a la prostitución como una de las instituciones más antiguas donde esa lógica cristaliza en todo su esplendor.
Con el auge de internet y los valores propios de un modelo neoliberal y consumista, el fenómeno prostituyente se adaptó y diversificó hacia formas cada vez más invasivas, rentables e incluso disimuladas. Hace rato que la explotación y la hipersexualización de las mujeres no se restringen sólo al interior del prostíbulo. Hoy somos seducidas y empujadas, cada vez desde más jóvenes, a instrumentar nuestros propios cuerpos al servicio del mercado, conforme al ojo patriarcal. A cambio, se nos ofrecen validación masculina y plata fácil, “las dos imposiciones que el patriarcado y el neoliberalismo, respectivamente, colocan como falsas aspiraciones para las mujeres”, en palabras de las compañeras de la Asamblea Abolicionista de Madrid.
Ahora bien, el fenómeno es todavía más grande y complejo: no sólo desde el mercado y el ámbito “laboral” nos llegan estos mensajes. La construcción de las mujeres como meros objetos sexuales a usar y descartar es un trabajo fino y minucioso que se nos aplica a nosotras y a toda la sociedad desde que nacemos, a medida que somos socializadas. Hoy en día asistimos, como dice Ana de Miguel, a la pornificación de la sociedad. Las imágenes naturalizadas de mujeres y niñas cosificadas e hipersexualizadas están presentes en todo tipo de productos culturales, a lo largo de toda la cultura popular y la industria del entretenimiento. Y así, en lo que crecemos, un mensaje se nos imprime a fuego en el cuerpo y en la mente: toda nuestra valía posible, la máxima realización a la que podemos aspirar en tanto mujeres es a ser “sexys”. “Cogibles”, “follables”, “atractivas”. Ésa es la única llave para el éxito social (y ahora, también, económico) que nos ofrece el patriarcado del espectáculo a mujeres y niñas.
Y si la primera maniobra patriarcal para convertirnos en objetos de consumo a explotar es hacernos interiorizar nuestra hipersexualización y entrenarnos en la sumisión desde chicas, la segunda maniobra consiste en justificar esa erotización de la violencia y la cosificación a través de la falacia de la libre elección, el empoderamiento y el consentimiento. ¿Tiene algún valor analítico hablar de consentimiento y libertad para elegir al interior de un sistema de opresión?
Los sitios de webcam o la difundida Only Fans permiten ver estos fenómenos con mayor claridad. El falso empoderamiento que ofrecen reproduce y facilita la perspectiva de que nuestros cuerpos puedan ser considerados como vendibles a esta industria que se multiplica todos los días. Las consecuencias pueden ser vistas en varios planos; desde la mercantilización de los cuerpos de las mujeres, la estadística de consumo agigantada por un público esencialmente masculino y la facilidad de las redes de trata para la captación de víctimas.
Lo que muchas veces es pintado como una sana alternativa autogestiva e independiente a los gigantes pornográficos como PornHub no es más que un lavado de cara al mismo sistema de mercantilización y explotación sexual, con el agregado de estar al alcance de un mayor número de personas.
De manera similar a cómo el neoliberalismo oculta la precarización laboral tras la feliz consigna de “ser tu propio jefe”, el mensaje que se nos grita a las jóvenes es el de “explotate a vos misma”. “Instrumentá tu propio cuerpo”. Las bondades inagotables del mercado patriarcal nos ofrecen ahora cosificarnos y mercantilizarnos por nuestra propia cuenta. Pero nada es tan desinteresado.
Mientras nos encontramos con que muchas jóvenes empiezan a utilizar estos portales por necesidad económica, y comienzan a circular mensajes en redes sociales que insinúan que estar desempleadas es nuestra culpa, porque podríamos “crearnos un usuario en Only Fans y listo”, los explotadores se enriquecen.
Los usuarios pagan a las “creadoras de contenido” por obtener sus imágenes y una atención personalizada. De las ganancias generadas, la empresa se queda con un 20%.
La fama del portal creció con la pandemia del Coronavirus, y en mayo de este año alcanzó los 30 millones de usuarios. Fenix International Ltd es la compañía que administra Only Fans y su dueño, Leo Radvisnky, es una figura de peso en el mundo del porno: se halla involucrado en este negocio a través de otros sitios de cámaras web que han reclutado mujeres de todo el mundo. El empresario estuvo también vinculado con otros sitios pornografía, uno de los cuales se destacaba por contener imágenes de sexo hardcore que involucraban adolescentes.
Dicho ésto, cabe preguntarnos cuánto hay realmente de autogestivo y alternativo en páginas como Only Fans. La realidad es que Only Fans alimenta una misma industria en la que la constante es instrumentar los cuerpos de las mujeres; reducirnos a mercancías, siempre al alcance de la satisfacción sexual masculina.
El ya citado artículo de la Asamblea Abolicionista de Madrid nos permite pensar otra idea fundamental: La alianza entre el sistema prostituyente y todas las variantes de los portales pornográficos (Only Fans incluida) radica en que ambas -prostitución y pornografía- consisten en perpetuar la ideología del patriarcado y hacerla rentable en el mercado. La violencia contra las mujeres que la prostitución, el porno y la hipersexualización en redes sociales construyen en el campo cultural y simbólico genera abundantes ganancias en el plano económico. (*)
Entonces, ¿es «empoderante» publicar en Twitter, Snapchat o Instagram nudes/seminudes, o sólo es una táctica del patriarcado para seguir perpetuando la violencia hacia las mujeres?
¿Es sinónimo de libertad instrumentar nuestros cuerpos en plataformas como Only Fans para alimentar la industria millonaria de la hipersexualización misógina?
Satisfacer el placer ajeno es siempre la otra cara del discurso liberal. Un discurso que esconde las relaciones de poder opresoras usando términos mercantiles y económicos como la libertad, el emprendimiento e incluso el empoderamiento.
Las mujeres constantemente somos vistas como objetos y mercancías disponibles para el goce masculino. Está naturalizado no pertenecernos, que nuestro cuerpo pueda ser de cualquiera, menos de nosotras mismas. Todos los días el sistema nos sorprende con nuevas tácticas que nos atraviesan a todas con la misma frialdad y el mismo objetivo: ser reducidas a un cuerpo cosificado y sexualizado, y desreconocernos como sujetas de derecho. Somos hipersexualizadas y tratadas como mercancía a través de prácticas disfrazadas de empoderamiento y libertad sexual. A las personas que nos ven por redes sociales no les interesa nuestra libertad, les interesa consumirnos.
¿Por qué la “libertad sexual” que nos prometen consiste siempre en estar a disposición ajena y nunca se trata de establecer nuestros propios límites, explorar lo que nos gusta, reconciliarnos con nosotras mismas? Ser libres implica otra realidad; una en donde las mujeres no seamos reducidas a un cuerpo vendible, utilizable y descartable, en donde nos reapropiemos de nosotras y nos reencontremos, sin complacer a nadie más.
En el momento justo en que las mujeres comenzamos a cuestionar nuestra opresión, la maniobra del patriarcado neoliberal es vendernos por liberación algo que sólo la perpetúa: posar, arreglarnos, configurarnos por completo bajo el ojo masculino, conforme a unos parámetros orientados a satisfacer sus deseos y fantasías, reafirmando nuestra reducción a objetos sexuales. Retomando a Simone de Beauvoir, podemos ver cómo las mujeres fuimos siempre definidas como la alteridad. Lo otro, el accesorio, la pieza lista para complacer a quien es el punto de referencia de toda la humanidad por excelencia: el Hombre.
Recordar y reivindicar nuestra humanidad es revolucionario. Reafirmarnos a nosotras mismas como humanas íntegras; gritar que nuestro valor no pasa por ni puede reducirse nunca a si somos o no objetos sexuales “bellos”, deseables, atractivos o rentables según un criterio inventado para mantenernos en la subordinación. Mirarnos por y para nosotras; deshacer cada mandato, juntas. Éso es lo realmente emancipatorio.
Por Pibas por la abolición
Fuentes:
https://onlyfans.com/terms/
https://www.xataka.com/servicios/onlyfans-patreon-porno-que-da-control-a-creadores-a-cambio-20-recaudado
https://www.trecebits.com/2020/04/26/que-es-onlyfans-y-como-funciona/
https://www.tuexperto.com/2020/02/28/que-es-onlyfans-y-por-que-tus-videos-sexuales-no-estan-seguros-ahi/
https://nuevarevolucion.es/la-cara-oculta-de-onlyfans/
https://hipertextual.com/2020/07/actores-porno-empoderamiento-y-presuntos-magnates-sexo-extrana-mezcla-que-hace-triunfar-onlyfans/?amp
(*) http://abolicionmadrid.com/onlyfans-y-el-camino-de-la-pornografia-a-la-legitimacion