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Valeria y sus zapatos

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Valeria vino para quedarse. Ella, sus amigas y sus historias de treintañeras residentes en la capital. Ayer se confirmaba que Valeria, la seria basada en las novelas de Elísabet Benavent que Netflix estrenó en mayo, tendrá segunda temporada.

Romantizar la precariedad es tendencia, sí. Pasa con la pobreza, con el poco poder adquisitivo de la juventud, pasó incluso con la recién superada cuarentena y Netflix ha visto un filón. Confieso que sucumbí a Valeria porque, como suele pasar en series donde aparecen mujeres, la vendieron de feminista.  Pero, no nos engañemos, de feminista tiene poco. Una serie de mujeres, para mujeres, escrita y llevada a la pantalla por mujeres me hacía pensar en una sitcom española donde atisbar feminismo en medio de las tramas que envuelven a su protagonista y sus fieles compañeras. Un “Sex on the city” siendo la city Madrid.Pero, en esta ocasión, Valeria se queda con unos zapatos que no nos valen a la mayoría.

La serie ha levantado ciertas ampollas en las fans de la saga puesto que la adaptación ha sido muy libre. La productora ha aprovechado para introducir problemática social sobre la que pasa por encima sin ahondar para evitar la crítica al sistema. La serie comienza con la huelga de los taxistas en Madrid, asunto que no ha dejado indiferente a nadie por el conflicto con las VTC; sin embargo, nuestros personajes tienen claro por que bando decantarse. El grupo de amigas disfruta de su vida social por el Madrid de moda. Malasaña se convierte en la zona de confort donde Valeria, a pesar de estar sin blanca, tiene un pisazo.

He dicho al empezar a escribir sobre la serie que no es una adaptación feminista. ¿Dónde está el feminismo aquí? ¿Pasaría el famoso test de Bechdel? Sí, hay mujeres, son las protagonistas principales, con nombres propios y hablan entre ellas temas que no siempre son hombres. Los tiempos cambian y hay que exigir más, estos requisitos son básicos.

La trama principal gira sobre la vida sentimental y laboral de Valeria, escritora frustrada porque las musas no se le aparecen en el peor momento económico, envuelta en un matrimonio sin pena ni gloria donde no hay comunicación que se sostiene por la unión que provocan las facturas y el recuerdo de lo que fue. En esa tesitura, aparece Víctor, guapo, arquitecto, con una posición estable…y Valeria siente mariposas desde el primer momento. Pero, siempre hay un pero: la romantizacion del acoso. No chicos, insistir y persistir, y ser pesado, no es romántico. Víctor es pesado. Se “encapricha” de nuestra protagonista en una noche y la escribe incansable a pesar de las evasivas que recibe hasta que, finalmente, ella cae rendida a sus encantos. No, no me vendáis esto como rompedor de cadenas. Pero no solo es Víctor quien se excede en su cortejo. Adrián, el marido de Valeria, tampoco respeta el espacio y el tiempo que ella necesita para poner en orden sus sentimientos y se presenta en la casa de sus suegros, en Valencia, donde está pasando unos días. Nos presentan a Adrián como un buen esposo que lucha por salvar su matrimonio mientras que Valeria es la mala de la película porque en vez de poner de su parte con él prefiere tontear con otro, porque sí. Algo que a las amantes de los libros no les ha convencido ya que no es así como sucede en la trama original.

Imagen de la serie «Valeria»

El amor y el sexo mueven el mundo, dicen, y aquí lo dejan por sentado. Lola, personaje de mujer que vive libremente su sexualidad, bebe los vientos por un hombre casado que solo acude a ella cuando necesita sexo diferente al que tiene con su esposa. Lola lo sabe y no admite los niveles tóxicos de esa relación puesto que la fachada de mujer moderna sin ataduras aún puede más que todo eso. Nos muestran a una mujer que rompe estereotipos monógamos pero que en realidad no está cómoda con la situación de ser la amante y no poder llevar una vida de pareja tradicional. Por otro lado, tenemos el papel de Carmen, la amiga insegura, con complejos sobre su cuerpo y enamorada que solo tiene ojos para un compañero del trabajo. Con ella surge la oportunidad perdida de mostrar una realidad que escuece y duele. La Carmen original es una mujer con una talla más allá de la 40 y en pantalla encaja de sobra en una 38. Parece ser que el patriarcado ha ganado esta partida. Pero por si ella tuviera poco drama por su no novio introducen como problema social la búsqueda de piso para alquilar con un salario medio y la burbuja inflada en Madrid. ¿Qué ocurre? Pues que Carmen acaba alquilando un zulo muy cosmopolita de 30 metros cuadrados porque el casero le pone ojitos. Muy revolucionario todo.

Y luego está Nerea. La adaptación más libre de los personajes que ha llamado la atención no por su evolución o su personalidad arrolladora; sino, por las licencias de guion que introducen a un personaje completamente distinto. Nerea aparece como una niña bien del norte de Madrid. Novedoso: su homosexualidad. Nos dibujan su personaje como la otra, la lesbiana que no encaja en su grupo de amigas heteros. Esto la lleva a buscar su “charca”, que no es otra cosa que un círculo de chicas que conoce en una asociación feminista de un colectivo LGTBI. Sobre esta trama se pueden decir muchas cosas como, por ejemplo, que poco sabe Netflix de activismo social si se piensa que las mujeres se reúnen en infraestructuras como las que aparecen en la serie. Quien conoce el movimiento feminista sabe que ahora mismo nos enfrentamos a la misoginia de la teoría queer y, casualmente, nos han colado a un personaje trans y el discurso de “el género sentido” dando por buena la violencia estructural que las mujeres sufrimos con el género como arma de opresión patriarcal. Ni en visibilizar las relaciones homosexuales acierta.

En definitiva, Valeria es un casi. Una serie que bien podría haber conectado con los problemas reales de las mujeres jóvenes y de nuestra sociedad. Sin embargo, se ha gestado una producción clasista que se aleja de las posibilidades económicas de sus seguidoras; y, una trama machista, donde el amor romántico y heterosexual es quien maneja los hilos. Mucho hemos andando para que pretendan engañarnos sin poner apenas esfuerzo. Valeria no es feminista, está llena de clichés que hacen que lo mejor de la serie sean las localizaciones madrileñas. Se ha confirmado una segunda temporada de la que poco sabemos pero, o Valeria se deconstruye o pocas querrán sus zapatos.

 

Por Ana M (@anizmoreno_)

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