Es domingo pero aun así me pego el madrugón. No me importa porque hoy es un gran día, me han invitado a participar en la asamblea organizativa el 8M de Barcelona. Me hace muchísima ilusión. Anoche dejé preparada la comida para mis dos hijos, saben que voy a una reunión feminista muy importante y percibo su respeto y orgullo. Sé que no me van a llamar en todo el día para no interrumpir, se apañarán solos, pondrán comida a nuestra Ninfa y le abrirán la jaula para que estire las alas. Me ponen las cosas fáciles para que pueda estar concentrada en mi labor.
Pido dinero prestado a mi madre para el billete del tren y para comer algo en Barcelona. Tengo trabajo pero mi situación es precaria, sería mejor no ir y quedarme el dinero, pero decido hacer el esfuerzo y ponerme manos a la obra, tengo que participar en el 8M por todas las mujeres que están en mi misma situación o peor aún.
Todavía es de noche cuando cojo el tren. He quedado en Barcelona con algunas compañeras feministas. De ellas solo conozco sus cuentas en Twitter o Telegram, no nos hemos visto nunca pero es como si las conociera de toda la vida. Qué sensación tan bonita es la sororidad. Una hora y algo de viaje en tren y llego a Pza. Cataluña, donde había quedado con Carmen. ¡Nos alegramos de conocernos en persona! Nos ponemos en marcha y seguimos las indicaciones de Google Maps para llegar a Ca la Dona. Llueve a mares, a pesar del paraguas mi móvil se moja pero conseguimos llegar sin retraso. Carmen tiene los pies empapados.
Hay un grupo de compañeras en la puerta de Ca la Dona resguardadas bajo sus paraguas pero igual de empapadas que nosotras. Son las de Twitter y Telegram. Nos explican que hace media hora que nos tendrían que haber abierto la puerta pero no se ha presentado nadie. Se decide hacer la reunión que estaba prevista para antes de la asamblea, ahí en la calle, bajo la lluvia y haciendo sitio para que los coches puedan ir pasando (¿estas cosas les pasan a los hombres cuando se reúnen?) Somos mujeres, estamos acostumbradas a lidiar con cualquier cosa así que empezamos la reunión. Una de las compañeras graba con su móvil mientras que con la otra mano aguanta su paraguas. (¿Quién es la guapa que deja el paraguas y se pone a tomar notas con la que está cayendo? Mejor grabamos y más tarde lo pasamos a papel). Hay muy buena predisposición por todas las que estamos en ese momento. Somos una veintena de mujeres. Nos presentamos una a una y participamos. En un momento dado oigo a una compañera diciendo que ya podemos entrar (alguien ha venido a abrir por fin, mírala, es esa mujer, la estoy viendo de refilón). Subimos a la tercera planta y continuamos con la reunión. Votamos, hay consenso (qué bien nos entendemos entre mujeres) Una de las decisiones votadas es proponer que en el manifiesto del 8M de Barcelona se retire la palabra “sexuales” de la frase “mujeres trabajadoras sexuales”, es decir, dejar “mujeres trabajadoras” o simplemente “mujeres” (¡por supuesto! La prostitución no solo no es un trabajo, sino que además el 8M es el día de las mujeres trabajadoras de la limpieza, de la abogacía, administrativas, camioneras, dependientas … y un larguísimo etcétera).
Empiezan a llegar más mujeres, oigo un reproche “daos prisa que tenemos que empezar” (¿tú no eres la que nos tenía que haber abierto la puerta hace 45 minutos?)
Van entrando muchas mujeres, algunas consiguen sentarse en sillas, otras se quedan de pie, unas pocas se sientan en el suelo (¡qué buena pinta tiene esto!).
Primero se da la palabra a la comisiones de Trabajo: laboral, territorial, comunicación, trabajadoras sexuales (¿cómo? ¿Hay una comisión que representa a la prostitución? ¿La institución patriarcal más violenta que existe contra la mujer? ¿Esto no iba de feminismo?). Si pensaba que eso iba a ser lo peor que iba a ver o escuchar en el día de ayer, ¡me equivocaba de pleno!
Cuando toca el turno de palabra a la comisión de trabajadoras sexuales (¿trabajadoras sexuales?) dicen que podemos debatir sobre cualquier comisión excepto de la suya, básicamente la portavoz nos dice que las que no seamos prostitutas nos callemos (tal cual).
Empiezo a sentirme mal (espera, entre la comisión de “trabajadoras sexuales”, ¿estoy viendo hombres? ¿Serán trans? llevan los labios pintados, algunos el pelo teñido, un par de ellos (o elles) son muy grandes, me sacan más de una cabeza).
Toca dar el turno de palabra a las asistentes. Le toca a mi compañera de la izquierda, Eva, que comenta el malestar de las mujeres de deporte de élite por la intromisión de hombres en el deporte femenino. Ella es profesional de un deporte que se llama apnea (inmersión bajo el agua, a pulmón). Sabemos que biológicamente los hombres (machos humanos) tienen, entre otras ventajas fisiológicas, más capacidad pulmonar. Así que es muy injusto para ella y sus compañeras que una transfemenina compita contra ellas, porque la ventaja es evidente. (Aunque no oigo comentarios, noto malestar. Me toca a mí) “Me llamo Cristina, solo quiero decir que la prostitución es una institución patriarcal, por lo que no entiendo que haya aquí una comisión representándola” (diosa mía, ¿qué está pasando? Por el rabillo del ojo izquierdo veo a compañeras alzando y moviendo las manos enérgicamente a modo de aplauso, pero por mi derecha oigo gritos y abucheos. ¿Eso que noto es odio? De repente estoy temblando).
Seguimos. Cada vez que una compañera abolicionista intenta hablar de prostitución, se le corta la palabra, hay gritos, insultos, mujeres de pie, golpes en el suelo (continúo temblando, ya no sé si es porque estoy en una situación muy violenta o es porque mi ropa continúa mojada, se lo comento a mi compañera de la derecha, Noah, que me deja su rebeca para taparme).
Una de las trans (un chico jovencito con los labios pintados) se sienta en el suelo delante de mí, se gira y se pone a hablar con mi compañera de la izquierda, Eva, la deportista, y mientras va mirando a una y a otra a los ojos le pregunta que por qué ha comentado lo del deporte, que qué tiene en contra de las trans. La compañera, de una manera muy profesional le explica los inconvenientes. No dice nada más y se vuelve a su silla.
Al rato le toca el turno de palabra. En primer lugar dice que ella está ahí como mujer trabajadora y reprocha que una compañera haya hablado de deporte en la asamblea del 8M, que no toca (¿cómo? Tú que has nacido hombre estás aquí con derecho a hablar porque dices ser “mujer” trabajadora, pero a la compañera que ha nacido mujer y es profesional de un deporte le prohíbes hablar de su trabajo, como si ella no fuera mujer trabajadora?)
Se vuelve a liar, pero ahora ya no sé por qué, ya me estoy perdiendo entre gritos y reproches. (Espera, ¿esas de ahí no son las del “sindicato OTRAS”? ¿Cuándo han llegado?).
Salen dos mujeres a poner orden, a la moderadora se le ha ido de las manos y la veo sentada en una silla llorando. Una de ellas, Sara, habla. La otra va tranquilizando al resto (¡es Carmen! Bien por ti Carmen). Escuchamos a la compañera Sara, parece que está siendo muy sensata. De repente no puedo creer lo que estoy escuchando. Nos está amonestando a las que no entendemos que haya un lobby proxeneta en la asamblea del 8M. Nos está diciendo que el enemigo está ahí afuera. Vuelvo a mirar hacia mi derecha, “sindicato” OTRAS, hombres en la sala adueñándose de nuestro espacio y nuestra lucha. No sé qué cara debo de tener en ese momento (compañera, el enemigo está aquí, ¡mira a mi derecha!)
Ahora le toca hablar a Carmen. Nos hace un poco de memoria histórica para que recordemos el porqué de la lucha feminista (muy bien Carmen, a ver si recobramos el sentido común). No le dejan hablar, gritos, abucheos. Carmen grita que a la otra compañera se la ha escuchado porque decía lo que querían oír. “Escuchadme ahora a mí, no me seáis hijas de satanás”. Echan a Carmen.
En un momento dado, una de las veces que las abolicionistas ahí presentes pedimos votación, oigo como nos acusan de cometer un golpe de estado (¡por pedir una votación democrática y con derecho!). Me dicen que es alguien que pertenece a la CUP. (¿Tengo fiebre y estoy en medio de una pesadilla?)
Total, cinco horas metida en una batalla campal. Salimos a la calle para irnos a comer. Hay alguien que está persiguiendo a una de mis compañeras abolicionistas móvil en mano grabando un audio “que me enseñes el vídeo que habéis grabado esta mañana sin mi consentimiento”. (¿Sin tu consentimiento? Perdona, tú eras una de las que estaban esta mañana en la reunión de la calle, muy bien avenida con nosotras, has dado tu nombre, has participado, además esta no es la compañera que ha registrado el acta. ¡Ah ya veo! Eres pro-proxenetismo). El acoso sigue hasta en la calle. Increíble.
Al final conseguimos alejarnos, nos vamos a comer y por el camino empiezo a salir de mi estupor. Al fin y al cabo estoy en la asamblea de Barcelona, la ciudad más putera de toda España, ¿qué esperaba? Desde luego cuando me he levantado esta mañana no imaginaba que el día iba a ir así.
Es todo un sinsentido. Mujeres que se autodenominan feministas haciendo callar a otras feministas para dar voz a la banda criminal del proxenetismo y para dar voz a hombres que dicen ser más mujeres que nosotras mismas. Es el mundo del feminismo al revés.
Espero que en las asambleas del resto del territorio no estén pasando estas cosas. Porque como no nos espabilemos y volvamos a la raíz del feminismo, y nos dejemos de regulacionismos y de agredir a las feministas que están por luchar contra toda opresión que sufrimos las mujeres, veo el año que viene a Arturo Pérez Reverte (u otro por el estilo) dirigiendo la asamblea del 8M de Barcelona.
Por: Cristina Serrano (PFE)
Feminista abolicionista
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