Un día, mis amigas me reprocharon que fuera feminista mientras me sinceraba con ellas y les contaba que, a veces, no me sentía suficiente, que empequeñecía al encontrarme con determinadas personas y que me comparaba continuamente con aquellas que me rodean. Me pregunto, pues, si es necesario ser completamente segura de sí para ser feminista. Ya os respondo yo también: NO. Para mí, el feminismo nada tiene que ver con pretender pensar siempre que somos perfectas, pues se trata de un proceso lento y costoso. La deconstrucción (así se denomina tal proceso) es un ejercicio que cada una hace a su manera, y a su debido tiempo. Se trata de una transformación sumamente difícil: el patriarcado ha creado unos sistemas de pensamiento que, desde el momento de nuestro nacimiento, son aprehendidos involuntariamente por todos nosotros. Esto implica que ser consciente y deshacerse de todo el machismo que impregna nuestra sociedad sea un paso laborioso, pues incluso para referirnos a él e intentar contrarrestarlo empleamos estos mismos sistemas.
Tengo por seguro que las mujeres, seamos como seamos, poseemos de manera innata todo lo que nos es necesario en esta vida. Sin embargo, también creo imposible que, ya desde el comienzo de nuestra deconstrucción, las gafas moradas nos proporcionen la visión que deseamos. Nos han educado para esperar siempre la validación de los demás, así como para justificar continuamente nuestras acciones y pensamientos. El colectivo feminista es criticado un día sí y otro también por su manera de luchar, por las declaraciones y por los actos de sus integrantes. Pese a todo, tenemos derecho a equivocarnos, a contradecirnos, a sentirnos inseguras de tanto en tanto, porque, ante todo, somos humanas. Recordemos que el feminismo, tal como reza una de mis frases preferidas, es esa idea radical de que las mujeres somos personas.
Por todo esto he de decir que me fascina aquella persona en que me estoy convirtiendo, aquella en que el feminismo está posibilitando que me convierta: sin pedírselo, me enseña, sin prisas, a quererme y querer a mis compañeras, me descubre partes de mí que no creía que existiesen. Pero no por ello, puedo dejar al instante de cuestionarme, de sentir que debo ser perfecta, o que he de conseguir equis metas en la vida, porque sin duda no hay certeza, y, aún con todo, yo sé que lo lograré, que lo lograremos. Nosotras cambiaremos el mundo, quizás no mañana ni pasado, pero lo haremos.
Por María Valero
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