He perdido la cuenta de las veces que los medios de comunicación han desvalorizado los casos de violencia machista, excusando al agresor y culpabilizando a la afectada sin respetar su voz, o redactando una noticia aislada quitándole la importancia que merece.
La Asociación de Atención a Mujeres Agredidas Sexualmente (AADAS) y el Master Género y Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona organizaron el pasado 15 de octubre un taller titulado “Mujeres Valientes”, donde ofrecían recomendaciones para informar de agresiones sexuales:
Las mujeres no son cifras. Somos sujetos activos, no objetos sexuales. No podemos solo mostrar una visión parcializada de los hechos, al igual que tenemos que cuidar el vocabulario que utilizamos: ¿el hombre es el hombre, pero la mujer es la víctima? El hombre es el agresor, no simplemente un hombre. “La palabra víctima no se tiene que eliminar 100%, pero se abusa mucho”, explica la miembro de la asociación, Ana Sández.
El nivel de empatía roza la franja roja cuando explicamos los detalles más morbosos de lo ocurrido. Detalles que no aportan nada nuevo y que, a nivel psicológico, olvidan la totalidad del cuerpo y de la persona y dificulta aún más que la gente muestre empatía. El morbo es innecesario y tóxico, pero los detalles que no formen parte del ideario de las agresiones sexuales y se relacionen con la realidad son bienvenidos.
Normalmente, ¿dónde se pone el foco? Nosotras tenemos la responsabilidad. No creo que sea casualidad que sean los únicos delitos que las personas, mayoritariamente mujeres, tenemos que demostrar constantemente que no lo estábamos buscando, que por qué no pusimos resistencia o por qué vestíamos de x manera. Preguntas, acusaciones y dudas que lo único que consiguen es hundir el discurso de la agredida y darle importancia a la voz, más que representada, del agresor.
“Se aprovechan de un abuso de poder, de la confianza, de sustancias como las drogas y el alcohol… y esto no deja marca en el cuerpo. En la mayoría de agresiones no hay marcas o no aparecen en algunos días”, apunta Ana Sández. Que si la chica ha bebido, que si estaba sola, que si se había ido con un desconocido… El 75% de las agresiones se dan con personas conocidas, no con personas anónimas como lo plantean los medios. Estos detalles que tachan a la mujer agredida de mentirosa y pierde el valor como afectada, solo son válidos si se utilizan como prueba y no como acusación.
Los responsables son los agresores, no las víctimas, y siempre se responsabiliza a mujeres, ya sea la madre o una tercera persona (sino lo es la propia afectada). Los agresores se presentan como monstruos, como seres extraños que no están integrados en la sociedad. Un espacio tóxico de violencia machista que los medios de comunicación sirven en bandeja.
Ana Sández propone utilizar la noticia para hablar del problema, no solo explicar el caso y añadir a la sección de “Sucesos”, porque no son casos aislados aunque los delitos se viven mucho en soledad porque no hay un espacio social donde se puede recuperar.
También se tiene que visibilizar los procesos de recuperación para generar cambios sociales: dar información sobre el estrés postraumático, qué guías han seguido otras mujeres, hablar del proceso judicial y denuncia… No somos débiles, no mostremos solo la parte de “víctima” sino la lucha continua contra las reiteradas agresiones machistas que no merecemos vivir.
Las/los periodistas tienen que estar concienciados y formados, porque los medios de comunicación son el cuarto poder. Las mujeres somos sujetos de cambio social y somos imprescindibles para mejorar las informaciones. No lo podemos olvidar.
Por Ariadna España (@Ariespaso )
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