El otro día saltó a mi vista una noticia a simple vista intrascendente, pero crucial si se mira desde el punto de vista más crítico.
La Junta de Andalucía obliga a llenar más los platos de los niños que los de las niñas en los comedores escolares. Para ello, aducían a que está científicamente demostrado que los niños necesitan una mayor ingesta calórica que las niñas. Este argumento se desmorona con las declaraciones de varios expertos en nutrición infantil, que aseguran que hay niñas que gastan más energía que algunos niños y, por tanto, necesitan comer más.
Esas miradas de espanto cuando ven a una mujer que puede comerse un plato entero y repetir. La verdad, no sé qué ven de raro en que una persona tenga apetito y quiera saciarlo, una función básica e instintiva del ser humano. ¿Acaso somos menos personas que ellos, tenemos un aparato digestivo distinto? Pues no, ni somos una especie aparte ni gastamos menos energía. Al contrario, hay muchas mujeres que soportan un gran esfuerzo físico y necesitan alimentarse más para sentirse sanas y con fuerzas. Pero eso no se cuenta tanto, mejor decir que los más activos son ellos, que tienen más hambre que nosotras. A otros con cuentos de sexo fuerte y sexo débil. Hay dos sexos y millones de personas con necesidades diferentes, hombres y mujeres, niños y niñas. Esas necesidades no las marca su sexo biológico, sino su vida y su propio organismo humano.
Que sí, que ya sabemos que estáis muy preocupados por nuestra salud, pero no cuela. Las mujeres no vamos a caer enfermas ni vamos a explotar por comer más que los hombres, siempre y cuando llevemos una dieta variada y equilibrada. En este caso, la cantidad de comida que ingerimos lo único que va a provocar es un aumento de peso. Y es precisamente ahí donde llegáis a la conclusión de que nuestro plato debe ser más escueto, no vaya a ser que cojamos un kilo de más por ser unas tragonas y ya no encajemos en un estúpido canon de belleza.
Esta es, queridas compañeras, la historia de nuestras privaciones, la comida es solo una más. Un acto cotidiano de lo más elemental donde el patriarcado también ha metido sus sucias garras. Un acto que vuelve a venir con consecuencias nefastas para nosotras, algo más con lo que tener que ser cuidadosas y precavidas.
Nos enorgullece deciros que no solo nos vamos a comer hasta la última cucharada del plato, sino que también nos vamos a comer el mundo.
Por Nerea Gracia Corredor, @Nerea_Gracia_
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