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Techo de cristal, suelo pegajoso y brecha salarial

Es un hecho que nos duele física, económica y emocionalmente, y aún así, ahí está. Existen trabajos de mujeres y trabajos de hombres. Y ¡oh, sorpresa!, los nuestros, los de las mujeres están peor remunerados y son poco valorados.

La división sexual del trabajo no es nueva. Se ha desarrollado a lo largo de la historia creando una serie de premisas que los hombres han comprado gustosamente. Por ejemplo que las mujeres somos mejores cuidadoras, lo que nos lleva a desarrollar trabajos relacionados con el cuidado de terceros y en la esfera doméstica; o que las mujeres tenemos menor fuerza física, lo que nos impide acceder a un buen número de profesiones donde esta es necesaria; y la definitiva, las mujeres no estamos dotadas para la toma de decisiones, característica que nos veta el acceso a los puestos de directivos y de gestión.

Como ya habréis intuido, esta división sexual del trabajo responde a intereses económicos de un sistema que busca la reclusión de la mujer en las tareas domésticas y poco remuneradas mientras que reserva para el hombre las tareas de valor añadido en la esfera pública y remuneradas justa e, incluso ,sobradamente (las comparaciones son siempre odiosas, pero ahí están).  Y aunque nos cuentan que la división sexual del trabajo se está revirtiendo,  la realidad es que las mujeres comenzamos a ocupar esos puestos reservados a la esfera masculina con cuentagotas y eso que el tanto por ciento de mujeres tituladas en las universidades alcanza el 60%, frente al 40% de hombres.  Hoy en días solo hay un 14% de rectoras en las universidades españolas. ¿Cuentagotas dije? Tal vez me sobrepasé.

 

 

La realidad nos muestra que el acceso a los puestos masculinos es muy complicado. El propio sistema a través de los prejuicios contra las mujeres y del lógico freno que imponen los hombres que ven amenazados sus privilegios, dificulta su entrada. Así el denominado “techo de cristal” por el cual las mujeres no podemos traspasar un determinado nivel en la escala laboral y el “suelo pegajoso” que nos impide ascender en dicha escala, se encargan de perpetuar la situación. El porcentaje de mujeres con funciones ejecutivas en los consejos de administración se sitúa en un insignificante 4,7%. Rozando el 20% el total de consejeras.  Sin más comentarios.

Así, la división sexual se ha encargado de otorgarnos aquellas tareas menos valoradas económica y en cuanto a status. “En España, los hombres se concentran en ocupaciones manuales como «conductores de camiones pesados y autobuses, mecánicos y reparadores de maquinaria y construcción». Las mujeres, en «limpieza doméstica, hoteles y oficinas y asistentes de cocina», principalmente. Entre los profesionales, abundan los hombres «ingenieros y desarrolladores de software», mientras que las mujeres se emplean como «gerentes de hoteles y restaurantes, profesionales legales y sociales y educación” (Fuente: eldiario.es).

¿Adivináis cuales de estas profesiones son las mejor pagadas? Y así entramos de lleno en la “brecha salarial”, concepto que recoge la existencia de una notable diferencia en la valoración económica de los puestos de trabajo masculinos y femeninos, a favor de los primeros. Podéis consultar la siguiente tabla en la que se muestra la diferencia por tipo de trabajo y país. Alarmante, cuanto menos.

 

Comparativa entre mujeres y hombres en puestos de decisión por países. Fuente: eldiario.

De esta manera tenemos situaciones en las que la discriminación es más que patente, es un retrato de la sociedad y el sistema. En el sector legal, en el que más de la mitad de los profesionales son mujeres, no encontramos en sus órganos de mayor nivel la representación correspondiente. Como ejemplo, el del Tribunal Constitucional de España, en el que solo hay dos mujeres entre los 12 magistrados. Peor aún el panorama en el Poder Judicial, ni rastro de mujeres. Con tristeza podemos ver la misma situación en medios de comunicación, sector salud,  y tantos otros.

Las mujeres estamos preparadas para ocupar cualquier puesto laboral, los impedimentos que nos encontramos, techos de cristal, suelos pegajosos y brechas salariales, se ocupan de disuadirnos de conseguir dichos puestos. Pero, ya sabéis, las mujeres no estamos preparadas para la toma de decisiones y además, no aguantamos la presión. Esperamos y deseamos que la composición del nuevo gobierno socialista, en el que las mujeres son mayoría en el Consejo de Ministras, comience a reflejarse en la sociedad y su estructura económica y alcancemos los puestos que merecemos y para los que estamos sobradamente preparadas, dignamente remunerados en igual medida que lo son para los hombres.

Por: Elena Hernández (@ElenaHernandezP)

 

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