Hace apenas un día saltó en algunos medios la noticia de que el gobierno de España tenía la intención de modificar las condiciones del servicio que presta el teléfono 016, incluyendo a los hombres como usuarios del mismo. Como era previsible, las reacciones ante este despropósito no se hicieron esperar y nuestros líderes se vieron obligados a rectificar.
El teléfono 016 se puso en marcha como parte de los objetivos de la Ley Integral contra la Violencia de Género diez años atrás durante el mandato de José Luis Rodríguez Zapatero. La incorporación de este servicio respondía al derecho de las mujeres a la asistencia y al asesoramiento en casos de violencia machista, cubriendo así la necesidad de protección de las víctimas. No obstante, el gobierno actual había decidido que, a partir del mes de marzo, el 016 no estaría destinado en exclusiva a nosotras que, de nuevo, seríamos silenciadas aun cuando lo que está en juego son nuestras propias vidas. El hecho de que nuestrxs líderes hayan llegado a plantearse siquiera semejante insensatez deja en evidencia el modo en el que las instituciones se ponen al servicio de un patriarcado que demanda la omnipresencia de los hombres, que los sitúa en el centro de cualquier asunto. De esta manera, ante el cambio que habían propuesto, los varones iban a poder hacer uso de un servicio cuyo objetivo principal era garantizar la seguridad de las mujeres protegiéndolas, precisamente, de ellos. De haber seguido adelante con los cambios propuestos, los hombres habrían podido, en apenas un par de meses, utilizar el 016 para recibir información sobre separaciones, divorcios o custodia de los hijos; así como, orientación “en las cuestiones surgidas en contextos de violencia y con ocasión de situaciones de ruptura de pareja”.
Ignoro si aquellxs que nos gobiernan han perdido por completo de vista la perspectiva de género, si realmente nunca han perseguido tenerla o si no les interesa lo más mínimo. Lo que está claro es que con la mera proposición de este cambio que, felizmente, no va a salir adelante, las instituciones proyectan y refuerzan el mensaje de que somos ciudadanas de segunda, de que nuestras vidas no importan, de que no podemos ser protagonistas de nuestros propios asuntos aun cuando son nuestros y nos atañen a nosotras. Los hombres siempre han de estar ahí, reclamando su hegemonía, recordándonos quién manda. Los maltratadores no solo habrían tenido voz —y además legitimizada—, sino que habrían ocupado también un espacio que nos pertenece, usurpando recursos de los que depende nuestra propia existencia.
El hecho de que se barajase la opción de que los varones pudiesen hacer uso del 016 no hace otra cosa que victimizar a los verdugos y seguir oprimiendo a las que sufrimos su violencia. De nuevo, las instituciones no solo niegan el carácter estructural del machismo sino que lo esconden tras un falso concepto de igualdad. Cabe preguntarse si su rectificación obedece a motivos sinceros y reales fruto de la reflexión o al temor ante la presión social. Honestamente me inclino por la segunda opción.
Lo que nuestrxs líderes han dejado claro es que son incapaces de poner el foco en las causas del terrorismo machista, que no se ocupan en absoluto de la prevención y que, aun encima, se atreven a negar la ayuda a las víctimas. Las verdaderas. Las únicas. Las silenciadas. Y mientras ellos se planteaban proporcionar a los maltratadores información sobre sus derechos a nosotras se nos niegan constantemente los nuestros. Los más básicos y elementales. Y así, nos siguen matando con la complicidad de quienes deberían protegernos.
Por Matilda Florrick @MatildaFlorrick
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