La República de Roma se funda a partir de la violación de una mujer: Lucrecia, muchas veces representada en pintura y escultura a lo largo de la historia.
Es el historiador romano Tito Livio quien nos cuenta en su obra “Ab Urbe Condita”, que allá por el año 509 antes de nuestra era, Sexto Tarquinio, hijo del último rey de Roma (Tarquinio el Soberbio), llevó a cabo esta brutal agresión. Una noche en la que el marido de Lucrecia, Colatino, y Sexto Tarquinio tomaban vino y más vino en el campamento militar de Ardea, comenzaron a disputarse cuál de las esposas sería más virtuosa. Así que decidieron pillar a ambas por sorpresa; mientras que la de Tarquinio se encontraba en un banquete festejando con la gente de su edad, Lucrecia, mucho más casta que la anterior, hilaba junto a sus criadas en el salón de su casa. Lucrecia no solo ganó el certamen a la esposa más virtuosa, sino que, además, captó el interés de Tarquinio, quien días después se presentó en la casa (esta vez sin Colatino), donde fue recibido como un huésped. Cuando cayó la noche se coló en los aposentos de Lucrecia, y, espada en mano, amenazó a la joven con la muerte a menos que se acostara con ella.
Cuando Tarquinio vio que a Lucrecia nada le importaba morir, amenazó con asesinar también a un esclavo y dejarlos a ambos yaciendo desnudos. Ante la posibilidad de deshonra, Lucrecia cedió a la amenaza de Tarquinio.
Al día siguiente, manda una carta al campamento y hace venir a su padre y a su esposo. A ambos les cuenta los terribles sucesos de la noche anterior y presa de un terrible sufrir pronuncia las siguientes palabras: “Vosotros veréis qué se merece él; yo, aunque me considero sin culpa, no me libero del castigo; en adelante ninguna mujer sin honra vivirá sobre el precedente de Lucrecia”. Acto seguido se clava un puñal en el pecho y muere. Ello provoca la sublevación del pueblo contra la monarquía. Y así empieza la República Romana.
Sin embargo, no solo empezó la República y toda aquella época dorada de escritores, políticos y abogados que asentaron las bases de nuestra cultura occidental, sino que también se instauraron los arquetipos de la matrona romana ideal: pura y casta hasta tal punto que prefiere la muerte antes que vivir con la deshonra de haber sido violada. En la Roma de aquel entonces una mujer violada era una mujer infiel, ya que, al fin y al cabo, otro hombre – que no era el marido – había mantenido relaciones con ella. Téngase en cuenta, además, que durante muchos siglos en la antigua Roma el esposo (pater familias) tenía en su poder el decidir sobre la muerte de su esposa. Os podéis imaginar cuántos maridos celosos asesinaron a sus esposas impunemente. Pero con Lucrecia no había duda sobre su honor. Porque Lucrecia tejía y no se iba de fiesta, porque Lucrecia se resistió la noche de la violación, y, lo más importante, porque prefirió quitarse la vida después de la violación.
Por eso, cuando ocurren cosas como las que han pasado en el juicio a “la manada”, y se acepta como prueba el comportamiento de una víctima de violación en los días posteriores a los hechos (mientras que se desestiman otras pruebas, como unos mensajes de Whatsapp que hablan de las intenciones que tenían los acusados previamente al viaje), yo me pregunto si esta sociedad nuestra ha evolucionado algo desde que los romanos asentaran los cimientos de nuestra bella cultura (patriarcal).
Resulta que aquí algunos se esperan que una víctima de violación se clave un puñal en el pecho para resolver de una vez por todas el trauma. Pues yo les digo a aquellos jueces y a aquellos detectives y a aquellos abogados, y a todas las personas que los respaldan, que ya han pasado más de dos milenios desde el suicidio de Lucrecia, y que, por causa de personas así, en muchas partes de este mundo las mujeres seguimos acarreando con la culpa y el castigo de haber sufrido una agresión sexual. Pero también les digo que no por mucho tiempo. Eso les quede bien claro: esto no va a seguir así por mucho tiempo. Porque nos hemos unido en una lucha feminista sin precedentes en la historia y esto ya no hay quien lo pare. Porque somos combativas y hemos venido a destrozar los cimientos de vuestro maldito templo romano y a bailar sobre sus escombros.
Por: Blanca Berjano.
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