Hace mucho tiempo una amiga me dio un método rápido, sencillo y eficaz para detectar si un acto o una actitud era machista o no: pensar si en la misma situación, la reacción de la gente, los comportamientos de los implicados y la manera de juzgarlos serían iguales si intercambiásemos el género de la persona principal de la historia. Si la respuesta era sí, significaba que no, pero si la respuesta era que no, había que ponerse las gafas moradas y ver dónde estaba el problema.
Al pensar sobre cómo abordar el sexismo en la moda deportiva no hizo falta que me hiciera dicha pregunta. Me bastó con ver dos imágenes para darme cuenta de que, en la misma situación, en un partido de vóley playa, la respuesta era no.
Ver un partido de vóley playa femenino y masculino es un espectáculo muy distinto. En cuanto a las reglas y el modo de juego todo es igual, la gran diferencia entre ambos se da cuando en el primero se obliga a las jugadoras a jugar en bikini. Sí, obligadas, ya que en las normas generales de competición de la Temporada 2017 la federación española de voleibol en el artículo 13.5 sobre el vóley playa dice que “El promotor entregará equipaciones propias (camisetas y tops) cuyo uso será exclusivo y obligatorio”. Que yo haya visto, y me encantaría que alguien me callase la boca y me demostrase lo contrario, los hombres no juegan con “tops” en vóley playa. A nivel profesional, no hay ningún argumento “lógico” que justifique la utilización de equipaciones diferentes por sexo. Por lo tanto se está cosificando a la mujer obligándola, repito, obligándola, a jugar medio desnuda por el simple hecho de ser mujer.
Uno de los argumentos que, cuando tengo esta misma conversación, suele salir es el de “es que juegan más cómodas así” (es bastante curioso que el 90% de veces que he escuchado este comentario solían decirlo hombres). Cualquiera que se pare medio minuto a pensarlo se da cuenta de que hablar de comodidad cuando no tienen posibilidad de elección es, por ende, una actitud machista que quiere perpetuar un comportamiento desigual y sexista pero, si decidimos dejar de lado esta premisa, la pregunta sería ¿hasta qué punto podemos hablar de comodidad si, en la moda, lo cómodo y el confort viene constituido por una sociedad heteropatrialcal?
Elevando esta problemática a un plano más institucional, se pueden empezar a entender muchas cosas cuando observas que la Junta Directiva de la Real Federación Española de Voleibol, de la que depende el vóley playa, está formada por 28 personas de las cuales solo 4 son mujeres. Es cierto que una de esas cuatro ostenta el cargo de vicepresidenta, pero debe ser que el puesto le viene grande y tiene un homólogo masculino con el mismo cargo (nótese la ironía).
Si ya de por sí el deporte femenino tiene una repercusión mucho menor, hechos tan cosificadores y sexistas como este no hacen más que sumar piedras a la montaña de la desigualdad, tanto deportiva como social, que no es pequeña, ni mucho menos.
Centrando la vista en otros deportes femeninos, como por ejemplo el fútbol, esta desigualdad se acentúa más al ver las diferencias entre la moda deportiva entre las profesionales y las aficionadas. Desde hace unos años me ha resultado curioso el hecho de que haya “camisetas para mujeres” de equipos de fútbol… (Anexo 2) debe ser que las mujeres no pueden ir con una camiseta de fútbol porque atenta contra la feminidad, o mejor dicho, contra la masculinidad. Porque está genial que a una mujer le guste el fútbol, pero que tengan su camiseta distinta a la de los hombres es significativo, porque si no llevarla ya no sería de machotes. Y el sumun es cuando ves que esas camisetas son más ceñidas y con más escote que la de los hombres, porque claro, ya que crean camisetas específicas para ellas (para demostrarles que no es su espacio, pero que las “aceptan”) para ver un poco de carne.
Resulta curioso que clubes con equipos femeninos como el Barcelona o el Atlético de Madrid, en sus tiendas, no vendan camisetas de las jugadoras de su sección femenina, otra táctica de invisibilización femenina en el deporte, pero resulta mucho más curioso que la equipación de dicha sección sea igual que la de “los hombres”, mientras que la que se vende a las aficionadas es especial o adaptada para mujeres.
Ya sea a nivel profesional, como en el caso del vóley, o a nivel de aficionado, como en el caso del fútbol femenino, existe sexismo en la moda deportiva. Cuando nos centramos en visibilizar la desigualdad que genera la moda, el ámbito deportivo suele pasar a un segundo plano, pero no debemos olvidarlo. Es un canal más a través del cual se transmiten los estereotipos de masculinidad y feminidad y por el que se acentúa la brecha de género.
Por David Santos
@davsants
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[…] impedido que ellas sigan sufriendo discriminación y menosprecio inherente en esta sociedad. Porque se sigue valorando más el uniforme que llevan – también machista -, su belleza y su presencia, que los logros que consiguen por su talento […]