Hace un año, la revista estadounidense Forbes publicó un artículo titulado “¿Qué tienen en común los países con las mejores respuestas al Coronavirus?: Mujeres líderes” en el cual se alababa la gestión de la pandemia por parte de la canciller alemana, Angela Merkel y las primeras ministras de Nueva Zelanda (Jacinda Ardern), Taiwan (Tsai Ing-Wen), Islandia (Katrín Jakobsdóttir), Finlandia (Sanna Marin) y Dinamarca (Mette Frederiksen). Entre otros aspectos, la autora destacó que los triunfos de dicha gestión se debieron al amor: “Generalmente, la empatía y el cuidado que todas estas mujeres líderes han comunicado parece provenir de un universo alternativo al que nos hemos acostumbrado. Es como si sus brazos salieran de sus vídeos con un abrazo amoroso…”. Según esto, la gestión de un país y la aplicación de políticas están determinadas por el género y no por la ideología de la dirigente y del partido al cual representa.
Este discurso basado en estereotipos fue el que adoptó la candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Mónica García, de Más Madrid. García señaló durante la campaña que “las mujeres tenemos una herramienta poderosa: la empatía, la solidaridad y otra forma de hacer las cosas”. El discurso se puede interpretar como torpeza retórica, si consideramos que dos de las que fueran sus oponentes electorales son mujeres, pero pertinente si el objetivo era erigirse como la nueva líder de la política fútil e identitaria de la progresía liberal madrileña.
Un ejemplo de esa torpeza es que las políticas no tienen por qué gobernar con mayor solidaridad y empatía por el hecho de ser mujeres. Esto queda claramente evidenciado con la ganadora de estas elecciones, Isabel Díaz Ayuso, cuya legislatura, hasta ahora, se resume en: la gestión negligente, cuando no criminal, de las residencias de la Comunidad; la desatención y mal uso de los recursos públicos destinados a sanidad y servicios sociales; y la financiación pública de la educación privada y concertada. Además, como muestra de que Ayuso no tiene ni pizca de conciencia feminista, tenemos el caso de Ayushop, una tienda online ligada al activismo en favor de los vientres de alquiler.
Otro caso de política empática y solidaria es la representante de Vox, Rocío Monasterio, que se comprometió con Hazte Oír a dificultar el derecho al aborto y la eutanasia en la región.
Dados los resultados podemos llegar a la conclusión que la retórica identitaria ha permitido colocar a Mónica García como la líder de la oposición. Sin embargo, el mérito de ser líder de la oposición implica el mérito de la derrota porque los madrileños expresan que lo identitario femenino no es una apuesta ganadora.Esto quiere decir que los votantes buscan otro tipo de certezas que van más allá de esa supuesta mística femenina.
En conclusión, dar mayor visibilidad y poder a las mujeres es un acto en apariencia de igualdad sin embargo, no es así porque la verdadera igualdad se expresará al atender al ejercicio de la política sin recurrir al esencialismo femenino. No hay mayor condescendencia desde la izquierda que los discursos esencialistas. Traten a las mujeres en particular y a los votantes de izquierda en general como personas adultas con capacidad de razonar.
Por Natalia García.
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