Un 24 de octubre del año 1975 el 90% de las mujeres islandesas protagonizaron un episodio de gran relevancia para la historia del feminismo, y, por lo tanto, para las mujeres. Aún recordando que ni de lejos todas las mujeres del mundo contaban (ni cuentan) con los avances en derechos que en Islandia se habían conseguido, siendo este el segundo país del mundo en conseguir el voto para las mujeres, el Día Libre de las Mujeres dejó una profunda huella en la sociedad islandesa, cuyas consecuencias pronto se extendieron a otros países del mundo.
1975 había sido declarado por la ONU el Año Internacional de la Mujer; su objetivo principal era promover la puesta en práctica y desarrollo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en el punto relativo a la igualdad de los derechos de los seres humanos sin discriminación por razón de sexo. Por este motivo, las mujeres del mundo tomaron las riendas de ese objetivo y se organizaron en diferentes movimientos y actos reivindicativos, entre los que podemos destacar el Día Libre de las Mujeres.
El grupo radical Red Stockings organizó mediante reuniones entre diferentes mujeres una huelga a la que acabó llamando día libre, por suponer este concepto una mayor aceptación al no parecer estar ligado al movimiento obrero y sindicalista. Creo que jamás he apoyado una huelga, pero yo no vi esa acción como una huelga; era una petición de igualdad de derechos; fue un acontecimiento positivo escribía Styrmir Gurnarsson, redactor jefe de un periódico de corte conservador. Ninguna de las mujeres que participó en el parón perdió la parte correspondiente de su sueldo.
El Día Libre de las Mujeres implicó un parón tanto laboral como de cuidados. Los hombres se vieron obligados a llevar a sus hijos al trabajo; llegaron incluso a llamar a este día “Viernes Largo”, poniendo de manifiesto las implicaciones físicas y emocionales que suponen los cuidados, que desde la existencia del patriarcado asumimos las mujeres.
Cinco años más tarde Vigdís Finnbogadòttir se convirtió en la primera mujer presidenta elegida democráticamente en todo el mundo, enfrentándose en las elecciones a tres hombres; en 1983 la Women’s Alliance consiguió varias diputadas, y en 1976 el parlamento islandés promulgó una ley que garantizaba la igualdad de derechos para hombres y mujeres. Las consecuencias positivas que obtuvo el parón para las mujeres se centraron en el ámbito político y laboral, más que en el análisis profundo del origen de estas “desventajas”, y es por eso que la desigualdad sigue existiendo en este país.
Sin embargo, la influencia de este día llegó a muchos países del mundo, y se extiende hasta nuestro tiempo. El mensaje Si nosotras paramos se para el mundo sigue presente en las manifestaciones y huelgas convocadas para el 8M. El Año Internacional de las Mujeres sirvió de impulso para los movimientos feministas mundiales, incluidos los españoles, que aunque bajo el franquismo, se organizaron: Se afirma la necesidad de un Movimiento Feminista, revolucionario y autónomo en nuestro país, que defienda las reivindicaciones específicas de la mujer en todo momento, a finde evitar su discriminación en cualquier aspecto: legal, laboral, familiar o sexual, conscientes de que la poca envergadura política que reviste la situación de la mujer es la causa de la continua marginación de sus intereses en las esferas de decisión del país- decía la Resolución Política y Conclusiones de las I Jornadas Nacionales por la Liberación de la Mujer, celebrada en diciembre de 1975.
La solidaridad entre mujeres, básica para la organización del movimiento feminista, fue un elemento clave para el triunfo de este parón, y cada día (a pesar de los tiempos convulsos que vive el feminismo) se hace más patente la necesidad de esta; contar con ejemplos como este nos proporciona el sustento histórico que necesitamos para reforzar nuestra lucha como mujeres; había un gran sentimiento de solidaridad y fuerza entre todas esas mujeres que estaban en pie, en la plaza, bajo el sol (Vigdís Finnbogadòttir).
Al igual que cuando se acerca el 8M no debemos centrarnos en la celebración o en el aplauso, si no en la reflexión y el aprendizaje. Como mujer feminista he decido quedarme con esto último: la solidaridad entre mujeres puede parar el mundo.
(*) El día en que Islandia se convirtió en el país más feminista del mundo-BBC. Fotografía: Womens History Archives.
Por @Bea_CN
Puedes ayudarnos con 1 euro al mes para pagar los gastos del mantenimiento web uniéndote a nuestro grupo de Teaming aquí: