Tras un embarazo “sin complicaciones”, Lara ha sido madre. ¿Sin complicaciones? Bueno, más o menos…si contamos con que, tras unos días en casa, ha sufrido un ictus que la tiene en coma inducido desde hace casi dos meses, el panorama cambia. Bastante. Ahora parece que la van a intentar despertar y su familia irá conociendo qué secuelas va a padecer, posiblemente por el resto de sus días.
Lo mismo que María, otro embarazo tranquilo, atendido y cuidado, que terminó en un parto “sin complicaciones” tras el que sufrió una retracción de los tendones de las manos que la incapacitó durante meses.
Podemos seguir, una tras otra, hablando de las víctimas de los embarazos de “bajo riesgo” y los partos “sin complicaciones”; por no hablar de los que sí se consideran, por los médicos, embarazos de riesgo y partos complicados. Imaginemos que fueran esos mismos médicos los que sufren las recuperaciones de los partos “sin complicaciones” y los embarazos de “bajo riesgo”, que fueran ellos los que se quedan paralizados en sus casas, o sufren diabetes, ¿se informarían de su caso en concreto antes de quedarse embarazados? De no ser así, ¿no pedirían que se les hubiera informado de los riesgos cuando se quedaron en estado?
Vivimos en la era de la información, basta preguntar a Google acerca de cualquier medicamento o enfermedad para que te describa todos los efectos secundarios y síntomas que puedes padecer y, sin embargo, si el término de búsqueda es “complicaciones en el parto”, la reseña no es ni la mitad de amplia que en el caso anterior. Si lo que se busca es mortandad en el parto o perinatal, veréis que la cifra es de unas siete mujeres por cada 100.000 nacidos. SIETE, no 7/100.000 que es lo que la estadística da a entender. Mueren siete mujeres cada año por problemas en un proceso, reproducirse, natural y que tiene lugar en un país del primer mundo. No hay cifra oficial de “complicaciones” ni información de su gravedad, esas son invisibles. Sabemos más del ibuprofeno que de nuestro embarazo.
Y es que el problema no son las cifras… ¿O sí?
Veamos, en las elecciones del 10N, más de cinco millones secundaron a un partido cuyo líder manifestó que la sostenibilidad del sistema de pensiones estaba condicionada a tener más hijos. “Si queremos pensiones hay que pensar en tener más niños”, fue la frase literal. Para otro, partido político, que recogió más de 3 millones de votos en esas mismas elecciones, el aborto no debería estar cubierto por el sistema público, para nadie. Es decir, hay ocho millones de personas en nuestro país que han validado con su voto que es más importante que tengamos descendencia que nuestra salud o nuestra integridad, en aras de la sostenibilidad económica del sistema de pensiones.
Si te niegas a ser madre o lo retrasas tanto que se convierte en imposible, eres, para la mitad de la población votante de este país, la culpable de que las cuentas del sistema público no cuadren y la causa de todos los males de este país. ¿Que no hay dinero para las pensiones? Culpa tuya, que no tienes hijos. ¿Que las arcas del Estado están cada vez más vacías? Culpa tuya. ¿Que no hay brazos para trabajar? Culpa tuya. Culpa. Cul-pa tu-ya. Tuya, no de los políticos que hacen una reforma laboral (que no ha sido derogada) que nos manda al paro por miles y nos asegura un futuro de precariedad y salarios de miseria. Tuya, que no tienes hijos, con todo lo que se “ayuda” a las madres en este país, no suya. Tuya, por egoísta e inmadura (con todas las mujeres que hay buscando un embarazo, no te da vergüenza…), con lo bonito que es estar en estado y lo aburrido que es hablar de pleno empleo, salarios dignos y sanidad universal e igualitaria. Tuya, la culpa siempre va a ser tuya.
Y así, una generación tras otra, en un país del mundo desarrollado y “libre”, de mujeres invisibles y culpables cuando interesa, de niños y niñas que no conocen más que lo que sus padres les enseñan, de personas que no ejercen, a través del medio que sea, una crítica al sistema. Ese es el país, privilegiado en comparación con muchos, que estamos fabricando y del que nadie parece hacerse cargo. Y ahora, imaginaos lo que sucede en los demás.
Por Marisa M (@MariaYonofumo)
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