Desde el pasado 13 de enero, Irene Montero es oficialmente nuestra ministra de Igualdad. Una de sus decisiones, que ha resultado algo polémica, es el nombramiento de dos mujeres para el cargo de dirección: Boti García y Beatriz Gimeno. Esta elección, que a primeras no tendría por qué originar ninguna polémica, ha creado un gran debate por las redes y que también se ha trasladado a El Hormiguero.
En el programa Pablo Motos le preguntaba a Alaska, la invitada “experta” en feminismo y política, si estos nombramientos le parecían que promovían la igualdad que se quiere defender. Su respuesta no deja indiferente a nadie: “Me parece discriminatorio si solo es por esa causa (por ser mujeres), porque creo que tendrán que haber personas en los altos y bajos cargos de cualquier trabajo de acuerdo con sus capacidades. Yo nunca he sido mucho de porcentajes e imposiciones, porque no tiene que ser así. Lo que tiene que ser es que trabajando todos juntos, esa igualdad de la que hablamos llegue de forma natural. Y dejar fuera a un señor que es válido solo porque lo tiene que ocupar una mujer me parece tan mal como lo contrario”.
En su momento, Irene Montero afirmó que no habrían hombres en los puestos de poder principales, pero no que no hubiesen hombres en todo el ministerio. Aunque, si fuera así, sería totalmente lógico porque es un ministerio que busca luchar contra la desigualdad y para luchar contra ello las voces que tienen que representarnos han tenido que vivir esa experiencia.
Por lo tanto, Alaska está promulgando, y quejándose públicamente, que estas mujeres están ahí solo por ser mujeres, no por su validez y sus cualificaciones (que las tienen). Está afirmando, sin tener en cuenta las consecuencias de sus palabras, que es un puesto que tendría que ocupar un hombre. Y el simple hecho que pienses que esas mujeres están quitándole el puesto a un hombre cualificado, estás poniendo en duda su experiencia y estas denigrando a las mujeres asumiendo que no son válidas.
Es curioso que cuando sucede a la inversa, es decir, cuando escogemos a un hombre por el mero hecho de ser un hombre (que es lo que se ha estado haciendo durante años) nadie se cuestiona si le está quitando el puesto a una mujer más cualificada. La sociedad no integra de manera igualitaria a todos sus integrantes, y estas actitudes son una prueba de ello. Nos diferencian por sexo, edad, economía, género… Y siendo igual de válidas que otras personas, la sociedad no te cede ese espacio simplemente por ser de esa manera.
Es muy fácil de entender: El mismo caso se puede aplicar en la lucha antirracista. Si todos los puestos los ocuparan personas blancas no migrantes no tendría sentido, simplemente porque para trabajar sobre un problema real tienes que haber vivido el problema y haberlo estudiado desde tu propia experiencia.
La jerarquía impuesta en la que vivimos está gobernada principalmente por hombres, casi todos los puestos de poder son suyos, y esos vínculos que unen a los hombres implican el rechazo a las mujeres en esos cargos. Por eso es necesario trabajar entre nosotras para cubrir esos puestos que se nos han negado durante años. Y ya no solo por eso, sino porque somos igual de capaces de dirigir un ministerio que cualquier hombre, incluso mucho mejor que ellos.
Por Ariadna España @Ariespaso
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