Para nuestra desgracia, ha habido muchísimas mujeres escritoras vilipendiadas a lo largo de la
historia. Y, si una de ellas ha analizado la cuestión de la mujer a través de sus escritos y no
tiene el reconocimiento que merece en Europa, esa ha sido Sylvia Plath.
Fue una escritora precoz. Empezó a hacerlo a los ochos años, tocaba el piano y pintaba. Y tan
pronto como se interesó por el arte y sobre todo por las letras, entendió lo que significaba ser
mujer y más en la época de mediados del siglo XX. En uno de sus diarios, escribió: “mi gran
tragedia es haber nacido mujer”.
Esta estadounidense fue conocida por sus ensayos, relatos, por su novela semiautobiográfica
(bajo el seudónimo Victoria Lucas) y sobre todo por sus poemas.
Si por esto fuera poco, ella destaca en un género en el que, a su vez, es una de las principales
cultivadoras: la poesía confesional, es decir, un tipo de poesía que surge en el siglo XX en
Estados Unidos en el que el poeta expresa detalles muy íntimos sobre su vida.
La campana de cristal es la única novela de Silvia Plath. Se trata de un monólogo interior
protagonizado por Esther, una joven de 19 años con depresión e inestabilidad emocional.
Gana un puesto en una editorial en la que podrá visitar Nueva York. Sin embargo, a ella le falta
algo; se siente apática, no es capaz de disfrutar del momento que está viviendo como
consecuencia de la depresión que padece. En esta novela semiautobiográfica habla de
enfermedades mentales, hospitales psiquiátricos, de las presiones que sufren las mujeres a
través del machismo y del sentimiento de culpa tanto para tener relaciones sexuales como
para decidir no tenerlas. Esta novela se publicó en 1963 y parece mentira que todavía
tengamos que visibilizar y reivindicar el deseo sin coacciones o los cuidados, que Plath reflejó
en una joven ficticia pero que en realidad escondía mucho de ella puesto que vivió muchas de
las desventuras que sufre Esther.
Es por ello por lo que se interesó y se formó en el feminismo radical. Se debatía entre la mujer
que esa sociedad quería y la feminista que era ella. Esta lucha interna es algo que cualquier
feminista de esta ola puede sentirse identificada: lidiar con tus propias contradicciones, ser
conscientes de las presiones de la sociedad, de esa feminidad que el patriarcado crea y espera
de las mujeres es todavía una tarea que no es fácil.
Años más tarde, se casó con Ted Hughes, un escritor que no sólo le fue infiel; también la
abandonó. Sylvia acabó sin dinero, enferma y con dos hijos. Una situación que ella ha reflejado
en sus obras y que lamentablemente estas situaciones siguen ocurriendo hoy día.
A pesar de estar en trámites, nunca estuvieron oficialmente divorciados, por lo que Ted
aprovechó para encargarse de su legado, pero ni tan siquiera la opinión pública de aquella
época le perdonó, ya que, debido a sus infidelidades y por ende jugar con los sentimientos de
Sylvia, se le vio como el responsable de su muerte. De hecho, en la tumba de Sylvia, el apellido
Hughes aparece prácticamente borrado, puesto que la gente que admiraba a Sylvia sabe el
calvario que tuvo que sufrir por culpa de su pareja; recuerda haber sido infiel, haberle hecho
luz de gas y destruir sus últimos diarios (en uno de ellos escribía sobre su relación con su
marido, por lo que es sospechoso que Ted destruyera los diarios para, precisamente, no ser
más criticado todavía).
Las circunstancias de Sylvia Plath fueron tan insoportables que acabo suicidándose un mes
después de la publicación de Campanas de cristal.
Sylvia Plath es y fue sin duda una escritora que no tiene la popularidad que ella merece no sólo
por sus obras si no también por su lucha por el feminismo radical y su compromiso con la
emancipación y liberación de las mujeres.
Por Estíbaliz (@Estibartist)
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