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El ombligo feminista

Llevo pensativa desde el día 7 de marzo cuando en un comunicado, la web Afroféminas,  anunció que no se sumaba a la huelga del 8M.  Me dolió.  Y me dolió porque soy tan sumamente boba como para creer que dentro del feminismo era imposible ser racista. Yo, que veo el feminismo como algo liberador, como algo realmente altruista, como una filosofía política que va a llevar a la sociedad a ser más humana, más grande. Creo en la sororidad, en la comprensión y la ayuda… al leer su comunicado me di cuenta de que no. No es así.

Quizá para las mujeres blancas y europeas sea difícil meternos en la piel de las mujeres que han sufrido la discriminación de una forma todavía más cruel y definitiva que nosotras. Tal vez nos cueste darnos cuenta de que en realidad hay un feminismo en el que ellas pueden no verse representadas.  Qué podemos saber nosotras de colonización, de migración, de discriminación por el color de la piel, de la erotización de un cuerpo por su diferencia. Las mujeres que pertenecen a cualquier otra raza que no sea la blanca están más oprimidas, olvidadas, cosificadas, ignoradas, hipersexualizadas, atacadas e invisibilizadas que nosotras, y quien niegue esto es que no ha intentado nunca entender sus vidas y su historia. No hemos sufrido igual ni hemos tenido la misma opresión.

En España, por ejemplo, existen mujeres hijas de inmigrantes que reivindican sus raíces africanas o indígenas y a las que les cuesta reconocerse en los movimientos feministas que se llevan a cabo porque siguen notando discriminación. Seguimos viendo series, anuncios y películas en que la mujer africana parece estar allí para cumplir una cuota, simplemente, porque luego no profundizan en nada más; están como una simple muestra, correctamente política, de la diversidad social, pero en muy pocos casos son las protagonistas de una realidad: la suya.

Su lucha es heredada de aquellas mujeres que resistieron la opresión colonial y pelearon por derechos colectivos y de los pueblos. Mientras que nosotras, de las feministas europeas,  luchamos por derechos individuales y políticos. Quizá por eso no las comprendemos, porque miramos al feminismo con una mirada muy distinta. Quizá haya feministas que se puedan sentir incómodas ante su discurso porque pone en tela de juicio el nuestro, y tapan sus voces porque ponen en duda nuestros privilegios de mujeres blancas o nuestras reivindicaciones siempre europeas y hegemónicas. Quizá no podamos librarnos nosotras mismas de cierta mirada colonial y supremacista tan hija del patriarcado al que nos oponemos y que queremos derrocar. Quizá la deconstrucción feminista de la que tanto hablamos no ha llegado a la profundidad necesaria.

Se nos olvida que el feminismo ha de ser interseccional y transversal. Universal. Salimos con pancartas que claman por los techos de cristal y no hablamos de suelos de barro, criticamos a quienes usan velo pero no reconocemos el valor de las mujeres que tienen ovarios a quitárselo y a desafiar un sistema patriarcal todavía más brutal que el nuestro. Parece que hay un conformismo, una especie de temas principales comunes a todas y no nos paramos a pensar que puede que esa sea nuestra realidad mayoritaria, pero no es la realidad de muchas mujeres.

Se nos están olvidando los principios del feminismo. Unos principios de más de 300 años que no cubre a todas  y que algunas pretenden cambiar. Solo arropando a todas las mujeres por igual y volviendo al origen desde una teoría que ataque la raíz de los problemas a los que nos enfrentamos y se enfrentan, será como el feminismo de verdad sobreviva al reto actual. De lo contrario, si hacemos de este movimiento una moda, un eslogan donde parece que exista un feminismo de clase social y racial concreto, corremos el riesgo de morir de éxito mientras nos siguen matando, discriminando, violando, oprimiendo…

Hoy es el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial, y nosotras, las feministas, herederas de aquellas feministas que lucharon por la abolición en USA o de las mujeres que lucharon por el voto en Nueva Zelanda, hemos olvidado la lucha real como también han hecho muchas mujeres que se declaran no feministas pero disfrutan de todo lo que nuestras abuelas consiguieron. Nosotras somos como aquellas feministas que luchaban por el voto pero que obviaban la lucha de clases en que las mujeres eran las proletarias del proletariado. Nosotras, olvidamos que el feminismo es una filosofía universal que siempre se ha caracterizado por su lucha y apoyo a todos los colectivos oprimidos porque absolutamente todos compartimos, en origen, la misma opresión. Sin embargo, últimamente, nos hemos dejado llevar por el olvido de nuestras mujeres más desfavorecidas, de las mujeres africanas, de las mujeres indígenas, de las mujeres racializadas. Mujeres, no cuerpos racializados. Creo necesario dejar clara esa afirmación.

Los últimos artículos que he escrito y que me han llevado a viajar por la realidad de otros continentes me han mostrado claramente el nivel de egocentrismo que cultivamos las feministas europeas y es para avergonzarse. Hay que reconocer la lucha diaria de miles de mujeres en el mundo discriminadas por su raza, en países donde la herencia colonial es una carga muy pesada todavía  y que aún así, están haciendo de su pueblo, de su aldea, de su ciudad y de su país, un lugar mejor. Mientras, nosotras estamos aquí, mirándonos el ombligo.

Por Nina @ninapenyap 

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