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Vox, al fondo y a la derecha

Que Vox ha entrado en el panorama político español como un elefante en una cacharrería, tumbándolo todo y con una estridencia de mil demonios es algo ya sabido y, por desgracia, aceptado por casi todos los españolitos de a pie que vemos cómo se le da pábulo mediático a un ideario retrógrado sin que a nadie se le despeine ni el flequillo. Y no será que no lo hemos avisado por activa y por pasiva muchos de nosotros que nos lo veíamos venir… pero  claro, uno solo se acuerda de Santa Bárbara cuando truena, como bien decía mi abuela.

Aún así nos ha pillado como por sorpresa. Los medios de comunicación se dedican a desmontar su ideario a medida que ellos van lanzando perlas y acometiendo actos que quizá por parte de Vox están más que estudiados, pero que para el resto, parecen más bien fruto de la inspiración momentánea que del estudio pormenorizado de su programa, porque eso sí, nos llegan con un programa electoral completito que valdría la pena analizar en profundidad si no fuera por la urticaria que produce leer apenas las primeras líneas.

Vox, ayer mismo, se adueñó de la fiesta de aniversario de la toma de Granada y de seguir así, me temo que pronto lo hará con la de Moros y Cristianos de Alicante, porque a esto de ser patriotas, no les gana nadie. El uso indiscriminado de símbolos patrióticos, las arengas con voz engolada estilo NODO, la gomina de su secretario general, Javier Ortega Smith que te retrae en el tiempo y te lleva a recordar a aquel cuñadísimo del régimen, así como todas las peroratas de las Españas grandes y libres, de las Españas centralizadas, hacen que a más de uno de se nos atragante la saliva. Es como si, de pronto, volvieran de nuevo aquellas cosas que convirtieron este país en una pesadilla de cuarenta años.

Vox se considera a sí mismo como un partido “creado para la renovación y el fortalecimiento de la vida democrática española que apuesta por los valores, la familia y la vida” como si el resto de gente no tuviéramos valores, familia y no respetáramos la vida, toda la vida, hasta la que ellos desprecian. Suele suceder que, aunque ellos quieran parecer lo que promulgan, su programa electoral muestra lo contrario y nos llegan propuestas inquietantes que, a medida que se van leyendo, una no puede evitar pensar que solo respetan sus propios valores, lo que ellos consideran una familia tradicional y la vida según ellos mismos la entienden, sin contar que cada persona, cada individualidad, entiende la vida de una forma distinta y también vive de forma diferente.

Vox me hace pensar en aquellas frases que utilizaba la Falange y con la que adoctrinaba a niños de la OGE o a las niñas de la Sección Femenina y que mostraba al estado como un gran padre que tutelaba a sus hijos, que les dictaba lo que tenían que hacer, pensar y en lo que debían creer, como si las personas fueran unos adolescentes perpetuos,  incapaces de pensar por sí mismos y de desarrollarse al margen de una nación absolutista. Es de un paternalismo ramplón y fácil pero autoritario del que quiere dar con una mano y nos pretende quitar con otra. Su programa electoral es tan ideológico que recuerda en buena medida a ciertas leyes que se han quedado atrás y que nunca deberían volver. Un programa que, por cierto, muchos de sus votantes ni siquiera se han leído; estoy segura de que lo hemos leído mucho más sus oponentes y detractores que sus propios votantes.

De entre tantas propuestas, de entre tantas auténticas barbaridades, prometo indagar mucho más, por lo que me atañe, en lo que ellos llaman “dictadura de género” y que está siendo el primer escollo en sus negociaciones para formar gobierno en Andalucía, algo que jamás debería ocurrir, pero claro, no podemos pretender que los conservadores españoles tengan la conciencia democrática de sus colegas europeos y se nieguen a pactar con la extrema derecha. Aquí el franquismo sociológico está tan bien implantado a todos los niveles que ni siquiera en las consultas más populares, Vox, es considerado un partido de extrema derecha… así nos va.

Mientras tanto, mientras se negocia con los votos andaluces y se afilan las bayonetas para el año electoral que se nos presenta y en donde ellos parten con una buena proyección de datos, Vox sigue jugando a ver quién es más español de todos, a ver quien lleva la bandera más grande, adueñándose de símbolos y de identidades que parece que solo les pertenecen a ellos, haciendo un populismo terrible, como si los que estamos aquí,  tratando de levantar este país que otros han expoliado, no fuéramos compatriotas, como si los que queremos una sanidad universal, una libertad real e igual o un estado de bienestar para nuestros conciudadanos, fuéramos  unos  parias indignos de que nos cubran esos trapos que ellos llevan en la mano izquierda cuando levantan la mano derecha.  O como si nosotras, las mujeres, fuéramos su más terrible enemigo a juzgar por el machismo del que hacen gala y que es común al de todos los partidos y todos los líderes de extrema derecha que están surgiendo en el mundo.

Como mujer no me preocupa Vox porque veo inviable que puedan salir democráticamente adelante cualquiera de sus muchas propuestas, entre ellas la derogación de la ley de violencia de género. Lo que de verdad me preocupa es el silencio cómplice de miles de hombres y de mujeres que no entienden el alcance de esta violencia, que la niegan, que la esconden o que la manipulan cada vez que pueden. La violencia no solo se ejerce desde la pura violencia física, económica, psicológica o social, sino que también se ejerce desde la omisión, desde la negación y el silencio. Ya no es machismo, es una aversión total a la mujer lo que se supura por esas palabras que hablan de igualdad real y niegan desde la brecha salarial hasta los datos de asesinatos o las cifras de sus tan aclamadas denuncias falsas. Eso es lo preocupante, el calado de su discurso y la mudez de quienes deberían apoyar en lugar de seguir discriminando. De quienes deberían tratar de entender y lo único que hacen es vociferar eslóganes fáciles y populistas, de quienes sienten la libertad de la mujer como una amenaza a su mal entendida virilidad. Eso sí me da miedo. Vox no. Vox solo me da vergüenza ajena.

Por Nina @ninapenyap

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