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Sobre amor no queremos más cuentos

El amor, cuántos ríos de tinta se han utilizado para hablar de ese sentimiento tan poderoso y transformador.

El amor puro, el amor incondicional, el que dura para siempre, el que te hace sentir que la otra persona es tuya, al que te abandonas, al que en su nombre lo dejas todo. Ese amor romántico que todo lo puede, que todo lo transforma y que todo lo mueve. Ese amor romántico al que debemos aspirar. Ese amor romántico que de niñas nos venden a través de los cuentos, de adolescentes desde las revistas “femeninas” y de mas mayores con las comedias románticas.

Ese amor en el que se sufre, en el que hay que sufrir, en el que todas las actitudes que no te gustan de tu compañero puedes cambiarlas, con amor y paciencia como hizo Bella en el cuento de la Bella y la Bestia, como consigue Paula al salir en brazos de Richard Gere en oficial y caballero, cuando él decide que ella es  maravillosa, que merece su amor y por tanto, la rescata de la fábrica en la que ella se está ganando el sustento y el dinero con el que conseguirá su independencia económica. Porque ¿qué mas da todo eso si tenemos amor?…

Porque el amor, si eres una mujer, es el objetivo de tu existencia. Debes encontrar el amor, luchar por amor, sufrir por amor. Todas sabemos que:

  • Del amor al odio solo hay un paso
  • Los que mas se pelean, mas se desean
  • Quien bien te quiere te hará llorar

¿A cuántas de nosotras no le han dicho “los que mas se pelean, mas se desean”, cuando un niño del colegio se comportaba abusivamente con ella y ella se defendía? Porque el mensaje a ambos lados del conflicto es impactante. Si eres niño y te gusta una niña el mensaje que recibes es que la forma de demostrárselo en siendo abusador y si eres niña el mensaje que recibes es que ser abusada es ser amada.

Las historias, los refranes, nos enseñan a relacionarnos con lo que no sabemos, con lo que no conocemos. Nos ayudan a socializar y a aprender las reglas del mundo en el que vivimos. Nos preparan y nos entrenan. Modelan nuestras reacciones y sentimientos.

Releer los cuentos infantiles o volver a ver las películas con las que crecimos, desde una perspectiva de género, da una visión reveladora de los roles de género y que de manera se van guardando y perpetuando en la psique de las nuevas generaciones, que en pleno proceso de formación, las ven e interiorizan sus mensajes.

Volver a ver Blancanieves, esa muchacha maltratada por su madrastra porque era muy guapa, que tuvo que huir para no ser asesinada, esos enanitos que la tenían esclavizada haciendo labores del hogar, mientras ellos trabajaban. Que lo único que sabía hacer era esperar a que algo externo viniera y la salvara. Ese príncipe azul que la salvo de las penurias de su vida con ese maravilloso beso, (beso dado sin su consentimiento porque ella estaba dormida), y que la despertó a una nueva vida en la que ella tenía que dejarlo todo para irse a vivir a una tierra lejana, donde Blancanieves no conocía a nadie, para poder vivir ese amor idealizado que le daría la felicidad eterna.

 

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Fuente: www.proyectobohemia.com

 

En mayor o menor medida, los cuentos infantiles y las películas para adolescentes lo que enseñan a las niñas es a esperar al amor y dejarlo todo cuando llega. Les enseña que el único fin de su entera existencia es la de amar y de sacrificar todo lo que tienen por ese amor. En la Bella y la Bestia, Bella es secuestrada y maltratada por Bestia, pero ella con amor, sumisión y paciencia logra que Bestia empiece a tratarla mejor e incluso se convierta en un apuesto principie. ¡Cuántas cosas podemos conseguir siendo buenas y sumisas!

En cambio, si miramos estos mismos cuentos desde el punto de vista del protagonista, el príncipe, vemos un personaje que está en otro plano, que viaja solo, que no tiene miedo, que es independiente y que se encuentra, porque no lo busca, una mujer hermosa (sino la rapta) y que nada mas verle o se enamora perdidamente de él o, con sus cuidados y devoción consigue que se enamore.

Y qué lecciones nos deja Cenicienta, primero el Hada madrina no aparece para ayudar a Cenicienta a salir del maltrato diario al que es sometida, sino que aparece para proporcionarle un vestido con el que pueda ir a la fiesta a conocer a un príncipe; volviendo a la idea de que trabajar en condiciones de esclavitud esta normalizado y no se ve como un problema, pero no tener un vestido bonito, para enamorar aun hombre, sí constituye un problema y de tal calibre que hasta un Hada viene a echar una mano.

Pero miremos el cuento desde la visión del príncipe, al que le montan una fiesta para ver si deja de ser un muchachote y se casa de una vez. Este principie que se enamora de Cenicienta nada mas verla, está bailando con ella toda la noche y cuando se va no recuerda su cara, ni su timbre de voz, no sabe ni su nombre y para encontrarla debe usar el zapatito de cristal, porque de otra forma no tiene manera de saber quién es su amada.  A este hombre Cenicienta le da igual, solo busca una mujer con la que tener herederos. Por lo que una vez casados no podemos esperar que la trate como una persona, sino como un útero con el que tener principitos.

De esta manera, se va construyendo en el imaginario de las niñas la idea del amor de pareja como fin último, el amor idealizado como objetivo de su existencia, el amor romántico como expresión de lo que debemos esperar y de cómo nos debemos comportar.

Las historias, los refranes y sus moralejas son vehículos que utiliza la tradición popular para mantener la simbología hegemónica que forja realidades y colabora en ver como natural algo que es una construcción social.

El amor romántico atrapa a las personas, reduce la dimensión del amor a una ideología, a una utopía que genera dolor y frustración. Convierte al otro y nos convierte en una propiedad.

La revolución es transformar este amor romántico en amor pleno.  Que nos quieran por la persona que somos, por ese ser individual, completo y libre que llevamos dentro, y que mas allá de pertenecer a nadie, nos pertenecemos a nosotras mismas.

Debemos querer vivir un amor que transforme, que nos ayuda a crecer, que evolucione con el tiempo y que se va adaptando a los cambios. Y no un amor propietario, que nos pone límites y que nos encadena a la pasividad de esperar que un día todo cambie y todo mejore, por el arte del amor romántico.

La fuerza transformadora del amor no debe ser controlada ni reducida, sino liberada para que se exprese con todo su potencial.

Que se acaben los miedos a estar solas, que se acabe el control. Eso NO ES AMOR, AMOR ES LIBERTAD, no es sufrimiento.

Salgamos de las garras del amor romántico y abracemos con pasión el amor pleno, el amor entre iguales, que transciende el ámbito doméstico y rompe el encierro de pareja.

Como recoge Coral Herrera en su libro «Mujeres que ya no sufren por amor»: «Necesitamos querernos, apoyarnos, acompañarnos, formar redes de tribus, retomar los espacios públicos, salir a las calles a encontrarnos, juntarnos en grupo y expandir las redes de afecto y solidaridad para que el amor nos alcance a todas».

 

Por   @grissomtc 

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