Recuerdo perfectamente la primera y única charla sobre educación sexual que he recibido. Estaba terminando la ESO, tendríamos 15 – 16 años en mi clase, la charla ocupó menos que una clase normal (45 min), ¿os imagináis de lo que hablaron? Sí, de ponerle un condón a un plátano.
Se resume toda la educación sexual que recibimos en ponerle un condón a un plátano. ¿No es absurdo? a unos adolescentes que ya están en edad de practicar relaciones sexuales no se les habla de nada más que de sexo cisheterosexual y falocentrista.
Como es de esperar surgieron las risas, sobre todo por parte de compañeros, y la vergüenza por parte de las compañeras, pues a nosotras se nos enseña que el sexo (e incluso cuidarnos en él) debe avergonzarnos.
¿Por qué nos extrañamos cuando mantenemos relaciones con un hombre que no sabe lo que es el clítoris; que considera que el sexo es simplemente penetración?
Se habla muy poco de la casi inexistente educación sexual que recibimos la mayoría de nosotras. Y cuando, milagrosamente ocurre, es tratado como un tema tabú, sumándole connotaciones negativas y vergüenza.
Se ha permitido que las relaciones sexuales, en vez de ser normalizadas por nuestro entorno, sean mostradas a través de la pornografía. Una industria que violenta, maltrata y explota mujeres; que difunde videos en los que violan a una mujer hasta que llora pierde el conocimiento, los cuales están al alcance, sobre todo, de chicos que no saben cómo tener sexo.
Sin olvidar la fetichizacion tanto de las mujeres lesbianas como bisexuales a raíz de esto; nace la idea de que nuestra sexualidad está al servicio masculino. ¿Las chicas bisexuales? Unas viciosas, ¿Lesbianas? Un desafío (seguro que necesita un hombre, ¿no?)
Se están criando manadas, donde el consentimiento no tiene cabida y es el momento de arrancar esa brutalidad de raíz.
Nos encontramos baches a diario hacia los intentos de avanzar y superar la educación sexual que recibimos. Estamos rodeadas por un neoliberalismo de color rosa que trata de capitalizar cada paso que damos, en este caso monetizando nuestro consentimiento, camuflándolo de liberación sexual. Porque sí, ahora parece que es revolucionario follar por dinero.
Y todo se convierte en un círculo que no para de repetirse; falta de educación sexual, pornografía, cultura de la violación.
Cuando busquemos la raíz del problema a las violaciones producidas cada día recordemos que en España el 74% son consumidores de pornografía, la categoría más buscada es “jovencitas”.
Por Ángela @Angela_1723
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