Corren malos tiempos para los creativos. Ayer se desataba la polémica que obligó retirar finalmente la cartelería por la celebración del 8 de marzo desde el Gobierno de la Rioja, una campaña que proponía como leitmotiv “no todos los hombres son iguales”, acompañado de la aclaración “antes de hablar, piensa”.
Venimos de un 2017 en el que el not all men ha sido el escudo de defensa de los hombres a los que la visibilización del patriarcado les ha herido el ego. Un not all men sinónimo de lavarse las manos, de liberarse de la culpa, de anteponer su victimísmo al foco principal, nuestra opresión. Un not all men que todas conocemos, porque en cualquier debate feminista es la frase estrella para desinhibirse de la carga. Las alarmas saltaron cuando este mansplaining tan hipócrita como eficaz llegó a alcanzar las herramientas de poder social; la cultura popular. Personalidades importantes del mundo del espectáculo se agarraron a esta excusatio non petita, accusatio manifesta y desató el contraataque al feminismo. Como si no tuviésemos suficiente con luchar por nuestra liberación, tenemos que lidiar también con la mala prensa de nuestra lucha. Su not all men ha colmado por completo cuando más allá de ser la voz unánime del machismo lastimado, pasa a ser el foco principal de una campaña institucional.
“Los hombres sí saben planchar” o “Los hombres sí lloran” fueron otros modelos que vieron la luz ayer y que gracias a la presión feminista a través de las redes sociales se ha conseguido no sólo retirar, sino deslegitimizar. Parece mentira que tenga que ser la voz pública la que señale a los profesionales publicistas el error y la barbarie. Focalizar una campaña que conmemora el día internacional de la mujer a partir de la victimización del hombre no sólo sugiere un desconocimiento total de la perspectiva de género, sino también un insulto para lo que significa el mes de marzo; la visibilización del papel y el trabajo de las mujeres en todos los campos. De las mujeres, de nosotras. El protagonismo es nuestro; lo central de cualquier acto que celebre nuestro día debe ser la mujer. ¿Cómo es posible que aún no se hayan enterado?
No se quieren enterar. El patriarcado nos ha vuelto a azotar con la mano abierta, ha vuelto a encontrar la fisura por la que reinventarse y posicionarse en primer plano. La declaración del Gobierno de la Rioja ante la lluvia de críticas ha sido demoledora: afirman que pretendían «corregir tópicos haciendo especial hincapié en la educación en igualdad y en la corresponsabilidad». Demoledora, sí, porque es la prueba contundente de la poca preparación en género por parte de las instituciones públicas y sus creativos.
El feminismo lucha porque esos tópicos que la campaña ha querido denunciar desaparezcan. El feminismo sabe que los hombres pueden planchar y son capaces de llorar. El feminismo combate los roles sociales para que esto no tenga que explicarse. Pero si algo ha dejado claro el feminismo es que en cuestión de patriarcado sí, todos los hombres son iguales. Lo son porque la estructura de poder les otorga la posición privilegiada. Todos los hombres son iguales si hablamos de sistema patriarcal, y el hecho de que se construya una campaña para el 8 de marzo en relación al hombre afirma contundentemente toda esta teoría.
Detrás del “no todos los hombres son iguales” hay mucha connotación institucional. Hay mucho subtexto, como que la violencia machista no es un problema que nace y se perpetúa desde la sociedad. Como que no es cuestión de Estado, ni fruto de la estructura patriarcal. En efecto, detrás de su not all men hay una negación absoluta de la existencia del patriarcado. Una declaración de intenciones desde un gobierno público, deslegitimizar toda la teoría feminista una vez más.
No es la primera vez que ocurre algo parecido. En noviembre del pasado año tuvimos que sacar las armas virtuales para que el ayuntamiento de Zamora retirase la campaña por el 25 de noviembre, día internacional por la eliminación de la violencia contra la mujer. Una campaña que apeló a chistes despectivos para según los responsables “concienciar sobre algunas manifestaciones machistas invisibles o socialmente aceptadas, por ejemplo a través del humor”. Con perlas como “¿Qué hace una mujer fuera de la cocina? Turismo” nos volvimos a llevar las manos a la cabeza y a plantearnos qué más tiene que ocurrir para que las instituciones se formen en perspectiva de género. El problema en aquel caso fue un desconocimiento total de la óptica que debe dársele a una estrategia que aboga por erradicar la violencia machista. ¿Qué falló? De nuevo el enfoque de una campaña institucional a partir de la víctima y no del agresor. Reproducir los chistes coloquiales de la violencia machista significa perpetuarlos, difundirlos y banalizar un problema que ha dejado en lo que lleva de año más de 50 víctimas mortales. ¿Qué ha fallado en el caso actual? El enfoque de una campaña institucional que conmemora la lucha de las mujeres desde la victimización del hombre. Algo que en términos coloquiales “está totalmente fuera de lugar”. Aunque no de intención. La ironía en la marquesina dejaba mucho que desear como lo deja su not all men sobre la etiqueta que brindaba por el 8 de marzo. La agresión por parte de las administraciones es asegurada, ya que debajo de “la gracia” propia del cuñado de turno más que de un ayuntamiento, la excusa de señor virílmente herido más que un mensaje de un gobierno de una Comunidad Autónoma, es violencia. Lo es porque el lenguaje equívoco es violencia, porque la semiótica equívoca es violencia y porque – reitero – la falta de perspectiva de género es violencia.
Aún queda mucho por entender en contextos de enfoques sobre género. Uno de los errores más comunes reiterados una y otra vez es apelar a la víctima. “Denuncia”, “Pide ayuda”, “No te quedes callada”.Tenemos que aprender a que estas frases nos chirríen tanto como el “si bebes tienes más posibilidad de sufrir una agresión sexual”. Revictimizar a las mujeres también es violencia. Señalar la desgracia del hombre – opresor – frente a la mujer – oprimida – por algo que nace precisamente desde el patriarcado que lideran ha sido la gota que colma el vaso.
Lo positivo de esta almagrama de despropósitos y descampañas es la imperante fuerza del activismo feminista, que contra todo pronóstico, es capaz de desmontar las teorías patriarcales reproducidas desde su sistema de poder. Ya no pasamos ni una. Aplíquense la historia, señores creativos y responsables públicos; entiendan de una vez que en 2018 hay que estar formado en género. Dejad de buscar eufemismos y construcciones humorísticas para cumplir con el deber de visibilizar nuestro problema queriendo realmente posicionaros en la palestra del protagonismo y el daño. Asumid el all men para deconstruiros y caminar juntos hacia la igualdad. Pongan en sus carteles la verdad absoluta, una sola palabra, todo un mundo que cambiar: patriarcado.
PD: Gracias a todas las que han hecho presión social por retirar la campaña y dejarlo claro a su más puro estilo que «antes de hablar, piensen».
Por Nela Linares Antequera @Nelaileo
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