¿Odias el color rosa y no sabes por qué? ¿Te has sentido halagada con un “no eres como las demás chicas”? ¿Has escuchado como a una compañera tuya la han llamado guarra porque tenía sexo sin compromiso? ¿Y si un chico liga con cinco tías a la vez es un triunfador?
Debo decirte que todas estas cuestiones no son casualidad. Tiene su foco en el patriarcado, una palabra que está todavía más demonizada que el término machismo. Cuando se habla de machismo, hay más probabilidades de que la gente te escuche a cuando hablas de patriarcado, pero en verdad lo primero no existiría sin lo segundo.
No hablamos de algo momentáneo o individual; el machismo es la combinación entre misoginia y patriarcado. La misoginia es esa ideología que desprecia a las mujeres, (cuando decimos despreciar, lo decimos en el sentido extenso de la palabra; desde pensar a como tienen que vestir, hasta pensar que no deberían pisar la universidad, pasando, por supuesto, por creerse a pies juntillas todos los mitos y estereotipos) de modo que esa imagen y/o concepto que tenemos de hombre y de mujer creemos que es algo normal o biológico cuando tendríamos que estar hablando de una cuestión social-cultural.
Para que una ideología pese, debe ir mucho más allá. Debe de estar en las instituciones, en los poderes públicos, en el boca a boca y en el día a día. Algunas veces, incluso pasa desapercibida en las referencias culturales. Cuando esto ocurre, cuando la ideología está respaldada, hablamos de patriarcado. La misoginia es el mensaje. El patriarcado es el pregón de ese mensaje, dando lugar al machismo.
¿Cómo se manifiesta el patriarcado? a través de las instituciones de poder. Las más comunes son la Iglesia y el Estado. La Iglesia ha sido una institución que, desde tiempos pretéritos, ha difundido mensajes misóginos, reprimiéndonos en sólo dos “modelos” de mujer: arpía o madre. De ahí que se crea que las mujeres son malvadas y mentirosas por naturaleza.
“Más quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo hombre, como el hombre es cabeza de mujer, y Dios lo es de Cristo. Por dónde si una mujer no se cubre con un velo en la cabeza, que se rape. Y si es cosa fea a una mujer al cortarse el pelo o raparse, cubra su cabeza. Lo cierto es que no debe el varón cubrir su cabeza, pues él es la imagen y gloria de Dios; mas la mujer es la gloria del varón. Que no fue el hombre formado de la mujer; si no la mujer del hombre; como ni tampoco fue el hombre criado para hembra, sino hembra para el hombre.” 1 Corintios 11 : 3-9 atribuido por los cristianos a San Pablo.
Como esta cita hay muchas más. Las religiones han sido en gran parte las mayores proveedoras de misoginia, en las que se ha tachado a las mujeres de malvadas y mentirosas, empezando por el mito de Adán y Eva.
Como no, habría que hablar del capitalismo a través de las instituciones del Estado. Como el capitalismo, muchas veces a través de la publicidad, ha difundido mensajes y productos nocivos para nosotras.
Ya debe ser mucha casualidad que las cremas para corregir arrugas, patas de gallo, celulitis, etc. sean siempre para nosotras. Así como las cuchillas. Esos mensajes que de tantas veces que nos lo repiten, acaban convirtiéndose en una obligación. Por eso muchas de nosotras no somos capaces de vernos bien sin depilarnos, por eso existe esa necesidad de aprobación de la sociedad en general y de los hombres que nos miran en particular. Y por eso los hombres asocian no depilarse con la higiene: están muy acostumbrados a ver a mujeres sin celulitis y vellos censurados. Hasta en los propios anuncios de depilación no hay ni un solo pelo.
Este papel de ser siempre perfectas, bellas, que nos intentemos ajustar a los cánones de belleza y la competición entre mujeres juega una base importante para que la sociedad conciba a las mujeres como frágiles/puras o malvadas/arpias. Desde fuera, también todo lo relacionado con el concepto de mujer o cosas de mujer se contempla como ridículo.
Por eso el color rosa asquea. Se asocia a la feminidad, y lo relacionado con la mujer. Por eso tenemos la necesidad de la aprobación de un hombre, ya que nos han enseñado que el hombre es el sujeto universal la razón, el poder.
¿El patriarcado afecta a los hombres? en mi opinión, sí. Pero no hablaríamos de opresión, sino de un efecto secundario. Muchas veces se habla del término hembrismo cuando es una consecuencia del patriarcado o bien es consecuencia de la opresión de clase. Pero eso, queridas mías, os lo explicaré en el próximo artículo.
Por Estíbaliz García @DamadelaLocura
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