Qué maravilloso es el progreso. Hoy me han contado que existe una impresora 3D con la que se está experimentando fabricar hígados a partir de células madre. Un órgano perfecto para el cuerpo que lo necesite, sin riesgo de rechazo. También me han hablado de coches inteligentes, vehículos que conducen solos sin necesidad de una mente humana que ejecute. Los accidentes disminuirían y la carretera dejará de ser una de las principales causas de muerte en un futuro no muy lejano. ¿Conocen la nanotecnología? Es una ciencia ardua y compleja, pero básicamente, a partir de ella están logrando tratamientos más efectivos para acabar con el cáncer. Una maravilla.
Con toda esta información no he podido resistirme a preguntarme cómo vamos a caber en el mundo si al parecer el camino del progreso nos lleva por la longevidad. Luego me acuerdo de que los hombres siguen matando a las mujeres.
Sí. Los accidentes de tráfico se cobraron la vida de 1.160 personas en 2016. Las estadísticas dicen que para 2020 se diagnosticarán unos 246.713 casos de cáncer. El año pasado se registraron 28.281 mujeres víctimas de violencia de género reconocidas según el INE. Pero este último dato es indiferente, porque para el progreso no existe la palabra feminicidio ni, por tanto, un plan para acabar con ello.
La verdad a la que asistimos es que nos matan y sigue sin pasar nada. Día a día tenemos que seguir formando parte de una sociedad en la que sabes que puedes ser víctima de asesinato por el simple hecho de ser mujer. Y no pasa nada.
Hace tiempo que he asumido que la violencia machista no es ni por asomo uno de los principales problemas del mundo. Nuestro país está viviendo estos días un revuelo político de mentiras, injusticias, silencios y pocas soluciones. Ese es el verdadero problema de España. El mismo 1-O fueron asesinadas dos mujeres por sus parejas, pero no es noticia porque lo noticiable es lo que nos concierne a todos, como un país que se fractura, y no que haya todo un sistema social mediante el cual los hombres asesinen a las mujeres.
La cosa va más lejos, pues el periodismo ya no se construye con actualidad sino con oportunismo. El primero de octubre España andaba de revuelo por una fragmentación inducida; la verdad es que no quieren que nos enteremos de la verdad. Las “otras noticias” quedan eclipsadas por la noticia-catástrofe, esa que gobierno y medios de comunicación utilizan para acaparar el espectro y hacernos creer que el mundo se ha detenido. Cuando España ganó el mundial de fútbol de 2010 aprovecharon para aprobar una reforma laboral que aumentó la precariedad. También durante el escándalo de emisiones contaminantes de vehículos Volkswagen se aprobó el Real decreto comúnmente conocido como “impuesto al sol”, ese por el cual nos hacen pagar hasta por hacer uso de energías naturales para el uso propio. Este fenómeno, conocido en el mundo de la comunicación como “agenda setting”, no es ni mucho menos moco de pavo. El 28 de septiembre, previos días intensos al referéndum, se aprobaba en el congreso el pacto de Estado contra la Violencia de Género. Apenas llegó a nuestros oídos, como tampoco que el mismo día fue asesinada otra mujer a manos de su pareja en Vizcaya.
Por una razón que aún no alcanzo a comprender al progreso no le interesa que exista el machismo. Por eso el pacto de Estado es paupérrimo e insuficiente -y sus medidas se retrasarán en su puesta en marcha como de costumbre-. Por eso aún no hay en los colegios una asignatura de visibilización y conciencia de género capaz de formar a nuestros niños para disminuir las prácticas machistas que se generan desde la infancia. Por eso, aunque nos estén matando, no somos portada en los medios, ni éste el motivo de indignación de un país.
Hace unos días también me hablaban de que en la India, donde los matrimonios son concertados y, por tanto, la mayoría terminan en fracaso, han inventado un sistema de algoritmos de big data que permite encajar a las parejas idóneas y reducir en un 40% los divorcios. Digo yo que ya podrían inventar un programa de algoritmos para que dejen de asesinarnos. Qué pena que el progreso no considere el solucionar la violencia machista entre sus planes.
Por Nela Linares Antequera
@Nelaileo
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