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Que el feminismo cómodo no despiste

El feminismo, como todo movimiento político y social, ha ido cambiando y evolucionando a lo largo de los años. Han nacido diferentes corrientes de pensamiento, diversos grupos de trabajo y acontecimientos que han marcado épocas. Actualmente, la teoría feminista es amplia y cuenta con gran cantidad de escritos, autoras y activistas que hacen que el movimiento fluya en muy diversos sentidos.

Es posible que el momento actual sea el momento en el que más aceptado socialmente tenemos el feminismo. Hay una serie de conceptos básicos que todas tenemos muy claros, una serie de límites que no estamos dispuestas a cruzar. La educación de nuestras hijas está orientada de un modo diferente a como lo estaba la de anteriores generaciones y somos mucho más tolerantes y abiertos a la diversidad. Las películas de Disney ya no muestran princesas dormidas que esperan el beso de un príncipe. Las princesas del Disney actual son personajes bien trabajados, con sus propios ideales y sueños. Incluso podemos ver parodias del amor romántico tradicional en películas como Frozen.

Hay plataformas de entretenimiento, como Netflix, que producen continuamente contenido audiovisual repleto de personajes feministas. Que nos narran y ponen de manifiesto comportamientos y hábitos tóxicos del mundo que nos rodea. Hay marcas de ropa con mensajes llamativos y contundentes. Hay incluso publicidad orientada al llamamiento a la liberación femenina.

Hay quien lo critica, como todo en esta vida: “¿por qué tengo que tragar feminismo hasta en la sopa?” Pero creo que, en su mayoría, es socialmente aplaudido y valorado.

¿Cuál es el problema, entonces? Problemas al respecto hay unos cuantos, como la capitalización del movimiento. Pero el punto que me gustaría tratar en este artículo en concreto es otro: el feminismo cómodo o “soft”. La falsa creencia de que ya está todo conseguido.

De un tiempo a esta parte siento que el feminismo cómodo nos está, en cierto modo, ahogando. Que nos hemos apalancado en un hueco donde podemos decir cosas que están socialmente aceptadas, donde declararse feminsta es algo bueno y normal. Donde nos sentimos bien después de haber sido tratadas de locas durante, me atrevería a decir, cientos de años. El feminismo cómodo puede alejarte peligrosamente del combativo creyendo que estás haciendo las cosas bien. Y, lo que más me preocupa, puede transmitir a las generaciones venideras que las cosas ya están bien como están.

Pero la realidad es que seguimos viviendo en una sociedad donde se viola a mujeres en la intimidad y en el espacio público, muchas veces sin que los agresores sean realmente conscientes de lo que están haciendo. Donde se paga por este tipo de prácticas creyendo que es algo natural. Donde esos hechos se filman y se disfrutan, formando parte de la educación sexual.

Se compran úteros de  mujeres para gestar niños, se pagan millonadas por fotos de niñas desnudas. Seguimos siendo un objeto en el ideario colectivo, un embellecedor que tocar y admirar, un cuerpo que comprar. Una acompañante de quien bromear a sus espaldas como si perteneciese a otra especie diferente, como si solo “mis colegas” pudiesen entenderme.

Todavía somos un ser que tiene que ser bueno, comprensivo y bondadoso por naturaleza. Que debe cuidar, que debe ser capaz de hacerlo todo a la vez manteniéndose siempre guapa.

Seguimos siendo el principal sujeto responsable de limpiar y mantener el hogar y la vida doméstica. Seguimos teniendo un bombardeo social que nos educa desde niñas en que así debe ser. Seguimos teniendo un techo de cristal y un suelo de barro.

Seguimos siendo más cuestionadas y denostadas en el panorama público que nuestros compañeros varones, seguimos estando sometidas a una presión estética muchísimo mayor.

Y de toda esta lista, más las infinitas cosas que faltan, algunas están aceptadas y representadas, pero muchas otras no. Algunas se van intentando corregir. Pero la realidad es que seguimos estando un peldaño por debajo.

Lo que me gustaría transmitir con este artículo es que no podemos perder el foco. Que el feminismo cómodo no nos despiste ni a nosotras, ni a las que fueron, ni a las que vendrán. Que la sociedad desigual en la que vivimos se adapta a todo, incluso a nuestra forma de reivindicar. Y que es muy importante que sigamos luchando por identificar y trabajar en todo aquello que queremos y debemos cambiar.

Por Yurippe (@femi_friki)

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