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EL NUEVO FEMINISMO: SIN PERSPECTIVA DE GÉNERO

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Hace unos días, Clara Serra escribía un artículo en el que decía que defendía que el feminismo debe ser un “ejemplo de pluralidad y disensos tranquilos» y denuncia el hecho de “pedir a los medios la retirada de artículos o tratar de prohibirlos”. Es lamentable que haya escrito esto en un diario que  publica únicamente opiniones que, como la suya, defienden la teoría queer y el transactivismo y silencia todas las demás.

También afirmaba que “el feminismo es un proyecto político para el 99%” y “no es un lobby para defender los derechos de una parte –las mujeres- frente a los intereses de la otra mitad –los hombres.»

Pero Clara Serra olvidaba en su análisis lo más importante: más de la mitad de la población, las mujeres, no tienen los mismos derechos y oportunidades que la otra mitad, los hombres. Es decir, ese análisis carece de perspectiva de género al no tener en cuenta la posición de desigualdad y sumisión, con respecto a los hombres, que viven las mujeres en todo el mundo. Y es ahí, precisamente, donde el feminismo pone el foco, porque si obviamos que hombres y mujeres tienen diferentes puntos de partida, difícilmente podremos reivindicar políticas encaminadas a erradicar esas desigualdades.

Partiendo de ese concepto de feminismo que tiene Clara Serra, no es extraño que piense que cualquiera puede ser sujeto político del mismo, o que incluso existan varios feminismos y que defiendan cosas diferentes.

Yo le preguntaría a Clara Serra: ¿A quiénes afecta la violencia machista, el techo de cristal, la brecha salarial o la doble jornada de trabajo? ¿Quiénes sufren acoso y abuso sexual? ¿A quiénes mutilan el clítoris o fuerzan a casarse? ¿A quién le afecta en mayor grado la pobreza y tiene pensiones más bajas?

La respuesta es siempre la misma. Todas esas personas tienen nombre de mujer. Aunque supongo que quienes lo ponen en duda o directamente niegan que el sujeto político del feminismo son las mujeres, es porque no conocen su objeto.

Olympe de Gouge no habría escrito  La Declaración de Derechos de las Mujeres y Ciudadanas, si La Declaración de Derechos de los Hombres y Ciudadanos hubiese incluido a las mujeres. Del mismo modo, las Sufragistas americanas no se habrían emancipado en un movimiento únicamente de mujeres si tras su activismo en la causa antiesclavista, y una vez conseguidos los derechos para los ciudadanos afroamericanos, no se hubieran dejado fuera las reivindicaciones de las mujeres.

“¿Cree usted que la raza africana está compuesta exclusivamente por hombres?”, preguntó la sufragista Candy Staton al dirigente abolicionista Wendell Philips cuando solo se concedió el voto a los hombres negros.

Está claro que todo, o casi todo, sobre lo que podemos discutir hoy ya ha sido objeto de debate en el pasado. Y del pasado se aprende. Incluidos los errores cometidos.

Otra cosa es que el feminismo deba ser transversal y que deba aplicarse a todas las políticas públicas la perspectiva de género. Dicho de otra manera: que se tengan en cuenta todas las desigualdades de partida que sufren las mujeres. Y es la clave: “desigualdades de partida”. ¿Respecto a quién? Respecto a los hombres.

Nadie puede negar esas desigualdades de las mujeres y los privilegios de los hombres, por tanto, ¿qué sentido tendría que los hombres fuesen también sujetos del feminismo?

No es obcecación en no ampliar los márgenes del feminismo, como dice Clara Serra, sino la necesidad de alcanzar la igualdad real entre hombres y mujeres.

Tampoco se trata de unir colectivos y reivindicar los objetivos de cada uno de ellos, siendo incluso contrarios a la agenda feminista. No somos las madres abnegadas de todos los movimientos sociales, como quizá se espera de nosotras por el hecho de ser mujeres. Y habría que plantearse por qué motivo no se le pide a otros movimientos lo mismo que se le pide al feminismo. Transversalidad sí, porque el machismo está en todas partes, pero no debemos confundir la transversalidad con la apertura del sujeto político del feminismo ni con incluir en su objeto todo aquello que se nos ocurra.

También escribía Clara Serra sobre la sentencia del caso Arandina y afirmaba que la pena era muy alta, y que “según otras interpretaciones posibles, podrían haber ido a la cárcel menos tiempo”. Estoy de acuerdo con ella en que debe reformarse el Código Penal y no dejar la interpretación de las leyes en manos de algunos jueces que ven jolgorios donde hay abuso y sufrimiento. Pero en cuanto a la sentencia, olvida Serra que al delito agresión sexual a una menor, que se le imputa a cada uno de los acusados, hay que sumarle otros dos delitos de cooperación necesaria.

Menor, violación, cooperación necesaria.

No se trata de punitivismo, sino de que esos hombres cometieron varios delitos y se les ha condenado por cada uno de ellos. Y qué duda cabe que donde deben estar los violadores es en la cárcel. Que ellos, y todos los hombres, tengan claro que usar y abusar del cuerpo de las mujeres no sale gratis.

La educación afectivo-sexual en colegios e institutos, pese a que la Señora Serra nos llama conservadoras y puritanas a “las otras feministas”, es también una demanda del feminismo para prevenir, entre otros, estos delitos. Pero se necesitan recursos que deben proporcionarse desde las instituciones públicas y ya sabemos que aunque a algunos/as se les llene la boca de feminismo, a la hora de la verdad nunca hay recursos económicos para este tipo de demandas.

No voy a entrar en el tema del que más se habla últimamente, el de las personas trans y las leyes de identificación de género, porque es un tema complejo que requiere de datos y conocimiento y no de opiniones, y hay que abordarlo en su totalidad, pero sí diré que la opresión que sufren las mujeres tiene su base en el sexo con el que nacen y es el género el sistema a través del que se ejerce esa opresión. No deberíamos estar hablando de leyes para preservar el género, sino de cómo abolirlo para que todas las personas pudiéramos ser verdaderamente libres e iguales.

Y a este respecto, le dejo a Clara Serra un par de preguntas:

1.- Ya que se muestra contraria a las prohibiciones y aboga por “los disensos tranquilos” y por una sexualidad “más en clave de placer” ¿por qué se nos prohíbe y se nos insulta a las mujeres cuando nombramos los genitales femeninos?

2.- Si tal y como afirma la teoría queer, el sexo es una construcción social y cultural, ¿dónde quedan los derechos de las mujeres basados en el sexo y fijados en la CEDAW? ¿Qué sucede con la orientación sexual de las personas, también es un invento?

Acabo con una frase de Olympe de Gouges: “Mujeres, despertad. Reconoced vuestros derechos. ¿Cuándo dejareis de estar ciegas?”

Al parecer, la ceguera no es cosa solo del pasado.

 

Por Mercedes Alonso  @madrid_malonso

 

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