Casa de muñecas, obra dramática del autor Henrik Ibsen, se estrenó el 21 de diciembre de 1879 en el Det Kongelige Teater de Copenhague.
En esta obra se realiza una fuerte crítica a la burguesía medianamente acomodada pero sobre todo a la familia tradicional y a la posición de la mujer dentro de ella.
Mediante la construcción de personajes profundos y claros Ibsen recalca a la mujer de la época por un lado, como un ser que dependía de su marido y personificaba la figura débil e ingenua que se esperaba de ella en la protagonista, pero; por otro lado, también construye un personaje femenino, Cristina Linde, que es independiente, ha trabajado, mantenido a su familia y llega buscando trabajo. Hacia Cristina, nuestra protagonista Nora, manifiesta cierta envidia pues no quiere percibirse como un ser inferior cuya única habilidad es la influencia que ejerce sobre su marido.
Se plantea un conflicto, Nora está envuelta por unas deudas con un hombre al que su marido, que es director en un banco, va a despedir. Algo que si ya era deshonroso para un hombre, en una mujer era prácticamente visto como un crimen. Además, Nora había caído en la falsificación de la firma de su padre para obtener ese dinero prestado, del que ella se siente orgullosa, pues pudo salvar a su marido de una enfermedad; y, este hombre la amenaza con destapar su mentira.
La trama se concentra en la reflexión de Nora, que busca salvarse y evitar que su marido se entere de sus deudas. Sin embargo, al final de la obra, ella espera que se produzca un “milagro” en el que su marido no enfurezca contra ella y pretenda dar la cara por sus actos; pero esto, no solo no ocurre, sino que su marido la rebaja todo lo posible como persona. Es en este momento en el que se produce la metamorfosis de Nora, y en el que se da cuenta de que nunca ha sido feliz en ese matrimonio, porque nunca la ha tratado como a una igual.
“He sido muñeca grande en esta casa, como fui muñeca pequeña en casa de papá.”
“Tengo otros deberes no menos sagrados.
Mis deberes conmigo misma”
- La casa de muñecas. Henrik Ibsen (1879)
Esta obra abre un conflicto en la estructura tradicional de familia y en el estereotipo de mujer, pero sobre todo esposa y madre, ideal. Podemos extrapolar la visión que en la obra tiene Helmer, el marido, a lo que ahora conocemos como amor romántico en el que la mujer debe aprender a complacerle, adoptar una posición sumisa, silenciosa y pasiva, pero también de objeto al que admirar, hermosa y de aspecto infantil. Unos estereotipos que a día de hoy podemos seguir reconociendo.
Pese a que Ibsen nunca mencionó que la perspectiva de género fuese intencionada se considera por muchos críticos como la “primera obra de teatro feminista”. Sin embargo, sí reconoce la hipocresía burguesa, centrando su crítica en la familia tradicional.
Por Ángela (@Angela_1723 )
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