Había que verlo. Por muy atea que pueda ser una persona es imposible que no le preste oídos a una entrevista como la que le hizo Jordi Évole al Papa Francisco este domingo pasado. Y es que el Papa Francisco, no solo es el líder de la iglesia más influyente en el pensamiento occidental, sino que también es el líder religioso con mayor número de adeptos y el jefe de estado de un pequeño pero muy principal país como es El Vaticano, estado que ha sido de vital importancia a lo largo de la historia.
Por todo, pero sobre todo por ver si Évole tenía arrestos de meterle en algún aprieto, había que verla. Lo cierto es que estuvo incisivo pero no por él mismo, si no porque hay preguntas que parecen chocantes para un Papa cuando en realidad son preguntas del montón. El tema principal, por el que el Vaticano dio el visto bueno, era la inmigración, y con esta excusa, Jordi fue metiendo preguntas con mayor o menor ayuda de un calzador dialéctico que le permitía moverse a un lado o al otro de lo que la mayoría de personas esperábamos.
La entrevista tuvo, debido al grado de peligrosidad de las preguntas, dos bloques muy diferenciados. En el primero el Papa nos regaló los oídos con frases que pueden pasar a la historia y que son del agrado de muchos. Decir que “el mundo se olvidó de llorar” o que “quien construye muros puede quedarse aislado dentro de ellos” es algo poéticamente bello y políticamente correcto. Ver su cara ante una punzante concertina fue un poema. Decir a los católicos que están en contra de la inmigración que se lean más el evangelio, tildándolos de “católicos de misa” fue de justicia poética, la verdad. Y hablar del miedo, decir que la iglesia “tiene una historia de la que a veces se avergüenza” incluso repetir una vez más que hay que dar al César lo que es del César y que por tanto aquellos bienes de la iglesia que no sean templos o de bien común deben pagar impuestos es algo que, oye, a muchos nos encantó escuchar.
Algo que por su actualidad también dejó su impronta fue el tema de las fosas del franquismo. Me alegra que la iglesia, que en aquellos días, bendijo el golpe de estado, que llamo a una guerra civil brutal “cruzada” y que permitía a un dictador desfilar bajo palio, hoy reconozca que “un país no puede mirar al futuro teniendo los muertos escondidos” , que diga públicamente que es de derecho no familiar, sino social, que esos muertos descansen en sepulturas es una bofetada para todos aquellos que últimamente llaman «buscahuesos» a quienes solo intentan recuperar a sus familiares, o tratan de tumbar la ley de la memoria histórica.
En el fondo nos encanta que nos regalen los oídos con esos conceptos y esas frases que otros nos niegan y que nosotros reclamamos. Es como si dieran un espaldarazo a aquello que muchos pedimos como parte de nuestras reivindicaciones sociales y que el capitalismo brutal parece condenar por qué a ellos les suena a comunismo… en fin. El comunismo ha evolucionado, pero ellos, los que siguen estando en frente, parece ser que no.
Una de cal y tres de arena.
Pero no todo son buenas palabras y buenos conceptos. Si vamos por orden de entrevista me llamo la atención la frase “el capitalismo salvaje lleva a la explotación, y la explotación a la pobreza”. Oye, le quedó genial. Seguro que en unos días hay memes circulando por internet con frases extraídas de esta entrevista al más puro estilo Paulo Coelho. Sin embargo, acto seguido el Papa Francisco no se declara anticapitalista. Pero claro, ¿cómo va a ser anticapaitalista el jefe de un estado que tiene tantísimo dinero que podría acabar dos veces con el hambre y la pobreza en el mundo? Eso no cuela. Acto seguido, cuando es preguntado por los pobres que duermen en las calles, manda a Évole a la limosnería, o sea, a los lugares de Roma y El Vaticano donde dan de comer al hambriento. El Papa aquí peca de algo que es muy común en las élites financieras, creer que con caridad se perdonan y se tapan las injusticias. Remata diciendo, a groso modo, que algunos están en esa situación porque quieren, porque tienen el vicio de la soledad; a lo mejor son los que prefieren no comer que comer besando la mano de quien les da el pan. No hay nada de caridad ni de misericordia en esos gestos que perpetúan la pobreza y que pacifican conciencias cuando en realidad, bastaría renunciar a unos pocos privilegios de unas pocas personas para poder hacer justicia y devolver la dignidad a otras muchas. Creo que hay que superar la época de los “descamisados” y de los actos de caridad para empezar a tener humanidad. Simplemente.
Pero la bomba fue cuando habló del tema de la mujer, de la prostitución o de los colectivos LGTBI. Ahí sí que podemos decir, como tantas otras veces, que “con la iglesia hemos topado”.
Su discurso es inamovible. Para el Papa y por tanto para la Iglesia y sus creyentes, el homosexualismo sigue siendo algo raro, digno de que lo vea un médico. Y si ya está el asunto crecidito y no hay más que aguantarse, pues oye, se acepta a la criatura “venga como venga porque el homosexual tiene derecho a unos padres, a una familia”. Desastroso.
En el tema de la mujer… a ver, que la iglesia es femenina porque si no sería “el iglesio” es una frase muy poco afortunada y desde luego no está a la altura de sus primeras frases: de esta seguro que no hacen memes.
“El papel de la mujer en la Iglesia no puede estar relegado a la servidumbre” está ya mucho mejor (dónde vas a parar) sin embargo basta recordar que por primera vez este 8M se manifestaron las monjas reclamando una mayor visibilidad y una mayor participación dentro de la jerarquía eclesiástica. De nuevo, hechos, no palabras, Pater.
En cuanto el feminismo… trató de aclarar aquello del machismo con faldas, pero a mi juicio tampoco le quedó muy bien. A modo de aviso… que se corría el riesgo de que al final fuera así… No cuela tampoco y ahí vuelve a defraudar. Parece ser que el Papa tampoco ha leído nada de teoría feminista como para saber que el feminismo busca la igualdad real, que nosotras estamos muy lejos de llevar al feminismo al mismo punto en que los hombres han llevado su machismo. Puede estar tranquilo el Papa que nosotras no buscamos venganza ni buscamos maldiciones apocalípticas sobre los hombres. Siempre hemos sido muy malas cristianas.
Y qué decir de la prostitución…
El Papa ha perdido una oportunidad única para poner el foco dónde de verdad tiene que estar, en el putero, en la demanda, en los usuarios. Decir que “una cosa es la mujer que quiere ejercer la prostitución porque le gusta o por opción libre para ganar dinero, pero otra cosa son las chicas esclavas, la esclavitud de la chica es un terror” es no decir nada en absoluto. Todos estamos de acuerdo en que la esclavitud es un terror. En lo que no parecemos estar de acuerdo es en el concepto moderno de esclavitud. Al margen de la trata más brutal hay miles de mujeres que se prostituyen no porque les guste o para ganar más dinero, sino porque la sociedad en la que viven no les ha dado otra opción. Negar esto, ver la prostitución solo como esas dos opciones es verla con un ojo tapado, es ver solo la punta de un iceberg y quedarse muy lejos de la realidad. El Papa ha perdido la oportunidad de tratar de hacer justicia para las mujeres, con sus palabras las sigue manteniendo en el mismo lugar que lo ha hecho la Iglesia en toda su historia; o putas o Santas, solo que como él mismo no se declara anticapitalista, parece que lo de putas ya no le escuece tanto y legitima un discurso proxeneta que solo beneficia a un 5% de las mujeres que son prostituidas.
En fin, que poco o nada ha cambiado en lo básico. Que sus conceptos siguen siendo antediluvianos para muchísimas cosas y la mayoría de ellas nos siguen afectando como mujeres puesto que para el Papa, como para muchos hombres, la mujer sigue siendo ciudadana de segunda. Si queremos conseguir algo, si queremos avanzar no tenemos demasiados aliados en las élites que puedan modificar el pensamiento colectivo. Así que habrá que seguir en la pelea tal como estamos haciendo y que Dios nos pille confesadas.
Por Nina Peña (@ninapenyap)
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