Alejandra Kollontai nació en 1872 en una familia de la nobleza terrateniente rusa. No obstante, y a pesar de su situación privilegiada, pronto se manifestó en ella una fuerte conciencia de clase, que la condujo a concebir su vida como un acto de rebeldía, y sus logros personales como un avance en favor de la emancipación de la mujer. Su primera lucha social se dirigió contra la idea del matrimonio por conveniencia. Ella misma se casó por amor con su primo, un ingeniero joven y pobre. En 1915, se unió a los bolcheviques. Desde marzo de 1917, llegará a ocupar varios cargos de relevancia dentro del partido, siendo embajadora de la URSS en Noruega, Suecia y México. En 1945 regresará a su país natal, donde muere a los 80 años de edad.
Kollontai hizo suyo el eslogan de las feministas de los años 60: “No existe revolución sin liberación de la mujer, no existe liberación de la mujer sin revolución”. Se lanzó, pues, a una doble labor: por una parte, luchar contra el movimiento feminista “burgués”, pues estaba convencida de que la liberación de la mujer pasaba necesariamente por la dictadura del proletariado; por otro lado, luchar contra la indiferencia de la clase obrera y sus dirigentes frente a la opresión de la mujer e integrar en el partido medidas concretas que contribuyeran a su emancipación.
Asimismo, el feminismo de Kollontai tiene su razón de ser en la aparición de la “mujer nueva”. La “mujer nueva” es producto de la evolución de las relaciones de producción y de la incorporación de la fuerza de trabajo femenina al trabajo asalariado. Así, las obreras aparecen como la vanguardia del movimiento de liberación de la mujer. La “mujer nueva” experimenta un cambio en la percepción de su situación, pues llega a ser consciente de su opresión. Ha entrado en contradicción con la sociedad en que vive porque ya no acepta la función que se le ha asignado: amar y ser amada, depender material y emocionalmente del varón. La finalidad de su vida no es ya el amor, sino su “yo”, su individualidad. Asimismo, es necesario destacar que Kollontai, al hablar de un nuevo tipo psicológico de mujer, está negando la existencia de una supuesta “naturaleza femenina”.
Kollontai examinó la situación de la mujer en el capitalismo en tres ámbitos: el trabajo, la familia, y el mundo personal. Sigamos nosotros también este mismo esquema para aclarar aún más su pensamiento:
- TRABAJO: Kollontai considera que el capitalismo no libera a la mujer que trabaja en la producción, sino que la aplasta con lo que se ha llamado la “doble jornada laboral”. Así, la mujer nunca podrá llegar a ser una ciudadana más porque además de trabajadora será también madre. Igualmente, sus perspectivas de trabajo estarán siempre limitadas, pues las mujeres serán siempre las primeras en ser despedidas. Sin embargo, el capitalismo ha puesto las bases objetivas para la liberación de la mujer: al cobrar un salario, ésta va tomando conciencia como ser independiente del varón. Paulatinamente, desaparece la obrera sumisa y dependiente del marido, y surge la “mujer nueva”. Pero Alejandra no se le limita a subsumir la cuestión de la mujer en la lucha de clases, no se limita a introducir a la mujer en la revolución, sino que define el tipo de revolución que la mujer necesita. Defiende que la emancipación de la mujer exige cambios que afecten a la superestructura económica, social e ideológica del capitalismo. La abolición de la propiedad privada y la incorporación de la mujer a la producción no es suficiente; es necesaria también una revolución de la vida cotidiana y de las costumbres, crear una nueva concepción del mundo y, especialmente, una nueva relación entre los sexos. Sin estos cambios, no podrá hablarse realmente de revolución, por mucho que el proletariado consiga el poder político.
- FAMILIA: Kollontai cuestiona uno de los pilares básicos de la institución familiar burguesa, el matrimonio monogámico, y se centra en lo que llama el “aspecto moral” de la cuestión familiar. Para ella, la consigna es el triunfo del amor libre. Sin embargo, al ser la maternidad y las tareas domésticas el verdadero yugo de la mujer, mientras no sean liberadas de esta carga, el amor libre puede esclavizarlas aún más. Mientras la maternidad siga considerándose una decisión privada en la vida de la mujer, el mal menor será el matrimonio. Así, Kollontai insistirá en la necesidad de reorganizar la vida cotidiana sobre bases nuevas, colectivistas, en que el trabajo doméstico y la maternidad sean asumidos por la sociedad. Las mujeres han de ser descargadas de los trabajos domésticos y, hasta donde sea posible, de la tarea de la reproducción de la especie. Es, pues, necesario, reorganizar lo cotidiano y buscar modos de organización colectiva.
- EL MUNDO PERSONAL: el marxismo distinguió tradicionalmente entre “monogamia histórica” y “monogamia etimológica”. La “monogamia histórica” surge de la institución de la propiedad privada, con el objetivo de procrear hijos cuya paternidad sea indiscutible y nada tiene que ver con el amor sexual individual. Por otra parte, la “monogamia etimológica” se constituye como el ideal de la humanidad, que por su propia naturaleza incluye el amor sexual como exclusivista. Este ideal se realizará cuando desaparezca, pues, la propiedad, y cuando la mujer se incorpore a la producción. Sin embargo, Kollontai critica la postura marxista que mantiene que el problema de esta “doble moral” es un problema de superestructura que se solucionará cuando cambie la base económica de la sociedad. Señala la imposibilidad de la “mujer nueva” de realizarse sentimentalmente en un mundo en el que el varón es incapaz de comprenderla, puesto que todavía no ha cambiado. La unión libre aparece en Kollontai como abocada al fracaso mientras no cambie la psicología de los individuos, y solo funcionará cuando ésta se base en el mutuo respeto de la individualidad y de la libertad del otro. Kollontai plantea, así, que solo en una sociedad basada en la solidaridad, el compañerismo y la igualdad de sexos, puede llegar a buen término la unión libre. En este sentido, la “mujer nueva” está poniendo las bases de la revolución sexual, al poner en primer plano en sus relaciones la no subordinación y el compañerismo. En el amor, la “mujer nueva” coloca en primer lugar la recíproca independencia y libertad, el respeto hacia la propia individualidad. Así, para Kollontai, el triunfo definitivo de la reforma sexual no depende únicamente de la reorganización de las relaciones socioeconómicas sobre bases comunistas, sino también de la lucha contra la ideología tradicional.
En definitiva, el pensamiento de Kollontai es, sobre todo, un intento de demostrar la interrelación existente entre la liberación de la mujer y la revolución proletaria. Kollontai cuestionó a las feministas de su tiempo, afirmando que la emancipación femenina no es posible en el capitalismo. Igualmente, discutió con sus compañeros de partido para indicar que la construcción del mundo mejor que anhelaban no podía llevarse a cabo sin la participación de la mujer. Kollontai concibió siempre la revolución socialista como una revolución de la vida cotidiana y de las relaciones humanas, en la que la gran protagonista fue la “mujer nueva”.
Por: María Valero.
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