Ilustración por @dalila_sin
El cuerpo de la mujer, ¿objeto «normal» de consumo?
España es país de turismo sexual. En el informe Trafficking in Persons, publicado en 2018, se documenta que se ha convertido en uno de los principales destinos de la trata de mujeres con fines de explotación sexual. Según la OMS, más del 85% de las personas prostituidas son mujeres y niñas y un 75% están entre los 13 y 25 años de edad. Es una situación de la que se aprovechan determinados varones que se encuentran en todas las capas sociales, ideológicas, razas, edades.
¿Cómo es el hombre que recurre a la prostitución?
A mediados del 2018, en la Revista Internacional de Sociología, se publicó una Investigación Sociológica en la que se clasificó, por sus propios relatos y respuestas, a varones que deciden pagar por sexo. El estudio sólo recoge a mayores de 18 años porque a edades más tiernas se considera corrupción de menores. Un 72,8% de estos «consumidores» opina que si la mujer se prostituye es porque la obligan a ello a través de amenazas o el uso de algún tipo de coacción. Ninguno reconoce haberse relacionado con alguna de ellas.
Las tipologías de «clientes» que destacan en el estudio son cinco, más una:
El OCIOSO: el más numeroso y en su mayoría jóvenes que salen en grupos y buscan diversión, ocupar el tiempo libre.
Les siguen los COSIFICADORES: los que ven a las mujeres como utensilios, objetos a su servicio.
Más o menos la misma cantidad son los BUSCADORES DE PAREJA: varones solos que aparte de sexo quieren compañía y pueden acabar teniendo una relación activa y profunda con una de las prostituidas. Se advierte que estas parejas suelen desembocar en “violencia de género”.
Los ARRIESGADOS: dos de cada diez demandan sexo sin protección, sin preservativo, en ocasiones acompañado de cocaína u otras sustancias; pueden llegar a transmitir enfermedades sexuales.
Los PERSONALIZADORES: los que además de sexo buscan quién les escuche, una psicóloga.
Más una: AGRESIVOS: ninguno quiere reconocer esta categoría, pero hay un número preocupante de ellos.
En junio de ese mismo año, El Mundo publica un artículo titulado «Hablan los clientes de la prostitución: «Pago por sexo, pero no soy una bestia». En él se da voz a varones y quedan reflejados en el estudio mencionado. Aparentan querer limpiar la imagen y liberarse de vergüenza, rechazo social. Dan explicaciones de por qué acuden a ese «servicio» sin plantearse que van a utilizar a la mujer. Al principio del artículo, ellos declaran que, siendo menores, con 15 años se han sentido obligados, a pesar de la ansiedad que eso les llegó a producir, a ceder ante la presión social a la hora de acudir a prostíbulos para perder la virginidad. El 93,9% de “clientes” cree que las mujeres que están en esta “actividad” lo hace por necesidad económica.
Ellos, ¿qué saben, conocen, sobre los efectos de prostituirse?
La prostitución ofrece mujeres sumisas, seductoras, dóciles, obedientes, sometidas, femeninas, que se adaptan para borrarse ante la primacía y el deseo del varón.
Ellos hablan sólo de «ellos«. Lo que consideran una necesidad que les ha de satisfacer una mujer. Si para ello han de pagar, no parece haber mayor problema.
No manifiestan preocupación por la realidad e interés de mujeres que están en la prostitución, a pesar de relacionarse con ellas de la forma más íntima. ¿Cuántos intentan averiguar si algún otro cliente ha sido irrespetuoso, agresivo, abusivo, denigrante, con ellas? ¿Saben cuántas horas al día han de mantener relaciones sexuales no deseadas, sin parar, y las molestias, dolores, que eso provoca en los genitales de estas mujeres? ¿Conocen el estudio que demuestra que, como mínimo, un 68% de las mujeres prostituidas sufren síndrome de estrés postraumático? Ese síndrome es el SEP y lo padecen los soldados que van a la guerra, población que vive en zona de conflicto bélico, los que viven de forma directa o indirecta un atentado terrorista. ¿Han escuchado a las escorts cómo dicen temer por su vida y por eso avisan a compañeras para que llamen a la policía si no dan señales tras encuentros con clientes? ¿Perciben cuántas han de recurrir a las drogas para que les resulte soportable? ¿Cómo les afecta la menstruación y cómo llevan lo de la conciliación familiar? ¿Al ser «consumibles» son «sustituibles» y se les puede negar como personas en favor de una relación exclusivamente comercial?
Quizá, si se hicieran esas y otras preguntas los varones del estudio y del artículo la libido ¿se ausentaría?
El cliente paga, establece una relación de dominación.
La explotación sexual de la mujer es una de las violencias más antiguas del mundo y se da gracias a la estructura social desigual también entre hombres y mujeres. En la prostitución, la mujer ha de luchar por su propia supervivencia sin valorar que no es lo importante.
Elizabeth Cady Stanton: «La degradación de la mujer está arraigada en la idea del hombre de sus derechos sexuales. Nuestra religión, las leyes, las costumbres, están fundadas en la creencia de que la mujer fue hecha para el hombre.» La hipersexualización de la mujer afianza y fortalece la idea de que nace para asumir el rol de dar placer a los varones.
Margaret Sanger: «Una mujer que no tenga control sobre su cuerpo, no puede ser una mujer libre».
La mujer prostituida no manda en su vida ni en su cuerpo por quedar a merced del que paga para poder utilizarlo. Si todas las mujeres fueran libres e independientes, no estuvieran supeditadas, sujetas, a sus condiciones materiales… ¿se normalizaría el cuerpo femenino como “bien de consumo”?
Por Dalila (@dalila_sin)
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Excelente artículo!