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SOCORRO – CAPÍTULO 1: Celos, puñales que se clavan.

Esta semana se avecinan flechas. San Valentín nos inunda las tiendas de corazones, la televisión de anuncios sobre cómo celebrarlo, las redes sociales de nuestros amigos sobre sus planes de cómo y con quién lo van a pasar… En definitiva, esta semana tendremos hasta en la sopa el romanticismo en su máximo esplendor.

Desde Mujeres en Lucha queremos que esta semana conozcas a Socorro, una joven de 25 años recién graduada en FILOLOGÍA INGLESA, y la acompañes para descubrir las distintas etapas en las diversas relaciones que ha tenido a lo largo de su experiencia en el amor.

Socorro es una chica normal, como tú, como yo, como todas; le gusta amar y ser amada. Pero en el amor no todo vale, ni el amor todo lo puede si no se hace desde el respeto mutuo y la desmitificación del ideal romántico. Te proponemos indagar por las historias de Socorro para que, a partir de su relato, detectemos los rasgos más dañinos con los que amor romántico + patriarcado juegan para que sea el opio perfecto de las mujeres. ¡Allá vamos!

CAPÍTULO 1: Celos, puñales que se clavan.

Todo empezó de la forma más normal posible. Me llamo Socorro, tengo 25 años y todo lo que he querido en la vida es ser una chica normal. La realidad es que nunca he dejado de serlo. Estudié una carrera, trabajo en lo que va saliendo para mantenerme, me he enamorado varias veces, aspiro a encontrar la estabilidad emocional; formar una familia y tener hijos (cuando crea que es el momento) y a ser feliz . Aunque como todas empecé muy joven a salir con chicos, mi verdadera relación no llegó hasta los 18 años.

Había conocido al que se convirtió en mi carcelero, Miguel, en el cumpleaños de mi mejor amiga. Congeniamos desde el primer momento y todas hablaban maravillas de él; aparentemente no había absolutamente nada que predijera cómo continuaría esta historia.

Nuestra relación tras un año de nuestro primer encuentro, aunque con altos y bajos, era estable. Como tiende a ser lo normal cuando te emparejas, me había distanciado de mis amigas y también de mi familia, solo tenía ojos (y tiempo) para él. Al principio me justificaba constantemente, que si estaba de exámenes, que si tenía que hacer muchos trabajos, las prácticas… pero en realidad ni yo misma me daba cuenta de lo tóxico que llegaba a ser centrarme en una única persona.

Al principio todo era perfecto, pero cuando ese furor inicial se pasó y todo tendió a ser rutinario, decidí llamar a mi amiga Patricia para quedar con ella, tomar un café y charlar; Patricia aceptó encantada, hacía muchísimo que no sabía nada de ella y la echaba de menos. Pero a Miguel no pareció gustarle la idea de que yo empezase, tras un año ensimismada en él, a tener vida más allá de nosotros. Su reacción, en ese momento, me sorprendió bastante. Miguel no se alegró de que volviera a hablar con Patricia, sino que se enfadó porque emplease el fin de semana que tenía libre con otra persona que no fuese él. En aquel instante pensé que era normal, debía echarme de menos, ¿me estaba comportando egoístamente al querer pasar tiempo con una antigua amiga? Él me llamaba prácticamente todos los días y siempre sabía que hacía o con quién estaba, no entendía por qué se molestaba tanto, pero lo dejé pasar.

Lo dejé pasar, como dejé pasar tantas otras cosas. Recuerdo aquel fin de semana, tras cancelar mi quedada con Patricia, encerrada en casa con todos los planes chafados. Pensaba que su enfado tenía sentido porque Miguel quería pasar tiempo juntos pero a última hora me dijo que había tenido una urgencia y que le iba a ser imposible venir a verme. Intenté quedar de nuevo con mi amiga, y ella aceptó sin problema. Patricia decía que desde que empecé con Miguel estaba alejada de todo y que solo le prestaba atención a él, que eso no era bueno, eran unos celos extremos, necesitaba a las personas que me querían. La verdad es que no me veía capaz de dejarle, aunque algunos de sus comportamientos me hicieran daño, siempre me dijo que es la persona que más me quería.

A la mañana siguiente tenía un montón de llamadas perdidas y mensajes de Miguel reprochándome que no le prestaba la suficiente atención, que últimamente solo pensaba en mi misma y que era una egoísta. ¡Eso no era así! Yo siempre cancelaba mis planes para verle, me adaptaba a sus planes, a su entorno, a lo que él tuviese ganas de hacer.

No quería arreglar esto por teléfono así que me presenté en su piso y le pedí una explicación sobre lo que me había dicho en esos mensajes. Su única respuesta fue que yo era su novia, ¡me veía como su propiedad! Se creía con todo el derecho a alejarme de todos y controlar cada uno de mis pasos.

Mi suerte fue Patricia, ella supo abrirme los ojos. Poco a poco me fui dando cuenta de que mi relación con Miguel era tóxica; me alejaba de todo mundo exterior en el que él no tuviese el mando. Una vez llegó a decirme que si no era suya no iba a serlo de nadie más. Escapé de Miguel, escapé de sus celos, escapé de su continua anulación, pero solo a día de hoy puedo decir con certeza que quien te ama te quiere libre.

De aquel tiempo aprendí que nunca tener novio debe hacerme olvidar del resto de mi mundo.

FIN DEL CAPÍTULO 1

Por Ángela (@Angela_1723)

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