Que a las mujeres nos cuesta más que a los hombres hablar en público, es un hecho. No es algo de lo que yo fuese realmente consciente hasta que entré en el asociacionismo: Pertenecía a un grupo mixto en el que se trataban diferentes temas, principalmente del ámbito político. Todo el mundo se declaraba feminista, ya que digamos es lo esperable en un grupo de gente de izquierdas concienciada con las desigualdades de su entorno. Ahora bien, como hemos visto en tantos lugares, «del dicho al hecho hay un trecho».
Una vez comencé a entrar en debates y diferentes dinámicas que proponía el grupo, me di cuenta de lo difícil que era para mí tener protagonismo en alguna cosa. No es que me mantuviese al margen porque quisiese, sino que me era imposible. Recuerdo muchos hombres hablando mucho, diciendo siempre lo mismo para reafirmar un argumento que ya nos habían contado dieciséis veces, hablando cada vez más alto y sin avanzar lo más mínimo en los puntos del orden del día. Las mujeres callaban o intervenían discretamente un par de veces en cada tema que salía a debate, encontrando un mayor o menor aprecio a lo que decían. Lo que sí me molestaba es que a veces se les escuchaba y corregía con paternalismo. Mucho paternalismo. Ojito no se te ocurriera decir que no entendías algo porque quizá ya no salieses de allí sin conocer la explicación de todos y cada uno de los presentes. También tengo que decir que era un ambiente en el que el 70% de los participantes eran hombres, y eso dificulta aún más las cosas. En favor de dicho grupo diré que, con el tiempo, nos hicimos conscientes de este problema y a base de talleres hemos podido ir, poco a poco, corrigiéndolo.
Cuando me di cuenta de esto, que quizá fue la exageración suprema de esta cuestión social, empecé a fijarme si de verdad ocurría lo mismo en otros ámbitos. Primero en el instituto, luego en la universidad, los hombres siendo el centro de atención es una dinámica constante. En mi carrera, con una amplia mayoría de mujeres, siempre que tenemos que dar opiniones sobre un determinado caso a viva voz, son los hombres los primeros en hacer resonar lo que ellos piensan. Por supuesto que hay mujeres que hablan, pero si contamos individualmente el número de intervenciones de cada persona, hasta las mujeres que más hablan lo hacen la mitad de lo que lo hace cualquier compañero varón. Y en ningún caso porque sean menos válidas.
Es una realidad que a los hombres se les educa para que sean el centro de atención, para que lleven la voz cantante, para que dirijan. Habitualmente, no tienen miedo de decir lo que piensan, no tienen miedo de equivocarse ni de preguntar, ni si quiera de dar una y otra vez argumentos que ya han aparecido en una misma conversación, porque saben que pueden hacerlo. Ahora bien, con nosotras es algo totalmente diferente. Nos da miedo dudar en voz alta, porque formular una pregunta estúpida creemos que nos va a hacer quedar como idiotas y nos vamos a encontrar con ese paternalismo anteriormente mencionado que nos explicará las cosas como si fuésemos niñas que no están a la altura. Nos da miedo opinar en voz alta, aportar ideas, decir cualquier cosa que pueda parecer una tontería. Creemos que por cualquier cosa nos van a juzgar.
Se entiende la dinámica ¿no?
Otro gran problema es la culpabilidad, creer que no eres lo suficientemente buena. ¿Por qué no me atrevo a hablar como ellos? Y peor aún es cuando te «obligan» a hablar: «Venga, ¿por qué no hablas?». Pero no es culpa nuestra. No debemos adaptarnos a un modelo que no nos quiere, que nos aparta, que se basa en hablar alto y repetir.
Otro factor que lastra es el famoso fenómeno «mansplaining». El mansplaining viene a denominar situaciones en las que hombres explican cosas a las mujeres, aunque ellas sepan mucho más del tema. Por poner un ejemplo personal ilustrativo, he participado en conversaciones en las que un amigo que no estudia física, pero está muy interesado en ella, le explicaba a una amiga lo que eran las partículas subatómicas siendo que ella está haciendo un doctorado en esta materia. Si esto es lo que se nos toma en serio, ¿para qué vamos a decir nada?. Adjunto también otro par de ejemplos que en su momento se hicieron relativamente famosos.
Anneimiek van Vieuten: “Estoy en el hospital con algunas heridas y fracturas, pero me recuperaré. Sobre todo estoy súper decepcionada después de la mejor carrera de mi trayectoria profesional”
Martin A. Betancourt: “@AvVleuten, la primera lección en el ciclismo, mantén tu bicicleta a un ritmo, ya sea rápido o despacio”
Es gracioso porque Annemiek es ciclista profesional.
Jessica Meir: “Mi primera aventura a ˃63.000’, la zona equivalente al espacio, donde el agua hierve de forma espontánea. Por suerte, yo iba preparada”
Respuesta: “@Astro_Jessica yo no diría que es espontáneo. La presión en la sala cayó por debajo de la presión del vapor del agua a temperatura ambiente. Simple termodinámica”
A todo esto podríamos sumarle la ausencia de personajes femeninos en debates en medios de comunicación, premios de cualquier disciplina, ponentes en cualquier tipo de eventos, etc. Las niñas, las mujeres, necesitamos referentes, personajes públicos que nos alienten, nos animen y nos permitan pensar «yo también puedo hacerlo».
Para aquellos que piensen que este artículo está basado en una experiencia personal y que todo lo que se cuenta son paranoias, elucubraciones, etc, deben saber que eso mismo he pensado yo durante largo tiempo pero, por suerte, hay quien sí ha realizado estudios y ha objetivado estas vivencias, permitiéndome escribir este texto.
Os dejo algo de información, datos, para que veáis que todo esto es un problema real y que, poco a poco, debemos ir solucionando. Este primero es una entrevista a Natalia Gómez del Pozuelo, una mujer que ha creado un método on-line para «superar el miedo escénico» y en la cual alega que del 90% de personas que tienen miedo a hablar en público, un 60% son mujeres. También explica brevemente a qué puede deberse dicha cifra.
http://adiosmiedoescenico.com/el-miedo-a-hablar-en-publico-afecta-mas-las-mujeres-que-a-los-hombres/
Aquí dejo un interesantísimo artículo de la PBS donde se explican muchas cosas aceca de los factores que influyen a la hora de hablar en público, revisando diferentes estudios y análisis de ello.
http://www.pbs.org/speak/speech/prejudice/women/
Hay algunos aspectos y ejemplos muy interesantes, como que saber mucho de un tema incrementa enormemente la participación en un debate sobre ello. Sin embargo, hombres expertos hablaban muchísimo más a mujeres inexpertas de lo que lo hacían las mujeres expertas a hombres inexpertos, según el estudio analizado. También me gustaría resaltar una frase de una chica de 16 años, referenciada en el artículo, a la cual le preguntaron por qué no sentía la confianza necesaria a la hora de hablar en clase, siendo esta su respuesta:
«A veces me apetece decir que no estoy de acuerdo con algo, que hay otras formas de verlo, pero ¿dónde me deja eso?. Mi profesor piensa que estoy presumiendo y los chicos se burlan. Pero si finjo que no lo entiendo, es muy diferente. El profesor es simpático y los chicos me ayudan. Ellos realmente responden si pueden enseñarte A TI cómo se hace. Sin embargo, no hay otra cosa que «agresividad» si muestras algún signo de mostrarles TU A ELLOS cómo se hace.»
Por último, una publicación (un poco antigua, eso sí, pero me parece muy interesante) en la que se realizan diversos estudios sobre la participación de hombres y mujeres en debates y conversaciones y la percepción que tenemos de ello.
http://pubman.mpdl.mpg.de/pubman/item/escidoc:68785:7/component/escidoc:506904/Cutler_1990_Speaker+sex.pdf
Hay datos interesantes y a la vez muy preocupantes, como que se percibe que las mujeres han hablado más durante una conversación si han dominado, aproximadamente, el 30% de ésta.
Con esto se pone en evidencia que hay un grave problema social, que a las mujeres no nos educan ni para hablar, ni para opinar y que, en cierto modo, se nos aparta ante la posibilidad de hacerlo. Por eso necesitamos empoderarnos, necesitamos el feminismo. Necesitamos grupos no mixtos en los que podamos dominar el 100% de la conversación, donde no se nos interrumpa ni menosprecie, donde podamos darnos cuenta de que podemos hacerlo y hacerlo después. Ganar confianza en nosotras mismas. Es un tema controvertido, porque es algo que si realmente no lo vives, si no te lo dicen y comienzas a analizarlo en los diferentes ámbitos, es muy difícil de creer. Porque hemos convivido con ello siempre y no acostumbramos a dudarlo. Sé que ni todas las mujeres son así, ni todos los hombres tampoco. También sé que hay hombres que se esfuerzan por corregirlo, aunque es verdaderamente difícil y mujeres que no han tenido nunca ningún problema en hablar. Pero muchas veces pasamos de la participación espontánea, porque el clima creado no nos gusta, porque no tiene sentido entrar a un debate de gritos y prejuicios con respecto a los ponentes. Y adaptarnos a este sistema, en mi opinión, tampoco es la solución. Debemos caminar juntas hacia un método de diálogo inclusivo, donde todo el mundo pueda participar, donde nadie sea juzgada por su condición y pueda sentirse cómoda. Y aunque eso sea lo que todas creemos que hacemos, de verdad, no es así. Pero poco a poco.
Por Yurippe @femi_friki