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A la raíz

El absurdo de la teoría Queer ha sido tan mayúsculo que hasta fuera de la Academia la estamos rebatiendo fácilmente, desde sus argumentos posmodernos hasta las implicaciones prácticas que suponen un peligro para los derechos de las mujeres. De hecho, las feministas de la Academia (e incluso algunas feministas de los partidos políticos) se han alzado para criticar este discurso misógino y ridículo de las políticas de identidades más extremas que determinan que el ser mujer es algo que se escoge a voluntad (y las leyes de autodeterminación que acompañan a esta idea).

No obstante, no tantas veces se exige, desde estos sectores del feminismo y, por desgracia, desde un autoproclamado feminismo radical, la palabra y el sermujer” para sí. Me sorprende que todavía tengamos que pedir perdón por reivindicar ya no nuestros derechos, sino nuestra propia existencia, para no someternos a la acusación de “transfobia”. Veo a muchas mujeres disculpándose por sus argumentos y diciendo que ellas, ante todo, no pretenden agredir verbalmente a las “personas trans” y que en ningún momento quieren atentar contra los derechos de las “personas trans”.

¿Hay algo menos radical que pedir perdón por ser feministas? Supongo que la única cosa que se me ocurre es pensar que los hombres puedan ser mujeres (sea mediante su autodeclaración, como pasando por un quirófano).

La transexualidad, la identidad de género, la disforia de género y el cambio de sexo no existen. Así de claro y así de crudo. Esto es ir a la raíz del problema. Pero vamos punto por punto.

El cambio de sexo es imposible porque el sexo es una categoría inmutable que divide a los seres humanos (como al resto de los mamíferos) en machos o hembras. Esto está escrito en el ADN de todas las células de nuestro cuerpo y, por supuesto, no hay ningún tipo de medicamento ni cirugía que pueda cambiar todas nuestras células. Por lo tanto, aquello a lo que se llama “transexualidad” no es otra cosa que la castración hormonal y quirúrgica y la modificación artificial y estética de algunos caracteres sexuales del cuerpo de una persona, pero en ningún momento puede suponer un cambio de sexo.

La “identidad de género” es un absurdo. Si contemplamos la definición feminista radical de género, el género es la herramienta del patriarcado para someter a las mujeres a los deseos y mandatos de los hombres. Los comportamientos estereotipados y normas que denominamos lo masculino y lo femenino no son innatos, sino impuestos. El género es algo que las mujeres, y las feministas en particular, rechazamos, y que no es algo con lo que nos podamos (ni debamos) identificar.

Y, por último, “disforia de género” es el término que se ha dado desde la medicina más androcéntrica y patriarcal a la patologización de la inconformidad y del malestar que genera la opresión sexual. Es decir, que, para la medicina, estar a disgusto con que, por ser mujer, te traten como a un ser inferior, es “tener disforia”. Vaya, que el feminismo es patológico, de facto.

En otras palabras, la medicalización de la inconformidad con el género es el nuevo y mejor arma del patriarcado para desarticular la lucha social feminista ya que, mediante la psicopatologización, se consigue que este malestar y esta inconformidad se convierta en un problema individual que requiere de “una cura”.

Como bien dice la mítica frase de Celia Amorós, “si conceptualizamos mal, politizamos mal”, y este es uno de los mejores ejemplos de mala conceptualización y peor politización al que nos enfrentamos las feministas radicales a día de hoy.

Las feministas radicales sabemos y denunciamos que la transexualidad no es más que otro producto misógino de un imperio médico-farmacéutico que ha pretendido hacerse, de nuevo, con el cuerpo de las mujeres (desde los métodos de control de la reproducción hasta uno de sus inventos más recientes: la concepción de que los hombres puedan llegar a ser mujeres; esto es, la ideología del transexualismo).

Las feministas radicales hace mucho que venimos diciendo que éstos son hombres que fetichizan y objetualizan el cuerpo de las mujeres hasta tal punto que quieren nuestros cuerpos para sí. Es decir, que la transexualidad es otra forma más de posesión del cuerpo de las mujeres por parte de los hombres; y como, para ellos, nuestro cuerpo está ligado, de manera indisociable, con la feminidad, y está completamente pornificado, pretenden colonizar nuestros cuerpos a través de la adquisición de esa feminidad pornificada.

Pretender adquirir algunas características sexuales mediante cirugías estéticas para aparentar pertenecer al sexo opuesto y así escapar de la imposición de la masculinidad es una solución individualista y egocéntrica que desarrollan los hombres para no combatir el sistema sexo-género que nos impone el patriarcado y que nos esclaviza a las mujeres, a la par que esta solución individual promueve la idea de que las mujeres tenemos que ser femeninas, porque los hombres ligan nuestro sexo a la idea de la feminidad que ellos han creado para nosotras, y así perpetúan la creencia de que no se puede separar el sexo de la imposición del género.

La «transición» es una excusa de los hombres para ser terriblemente misóginos; porque solo un hombre podría hacer una exaltación tal de la feminidad y dibujarla como algo deseable cuando para las mujeres supone una tortura e incluso la muerte. Sólo un hombre podría dibujar el ser mujer como una “identidad” o un “sentimiento” o un diagnóstico, cuando para nosotras es una realidad aplastante.

Por eso, la radicales decimos que esa «transición» no existe; las mujeres vivimos una realidad que se ve determinada por haber nacido mujeres y por la condición social de inferioridad a la que nos condena la sociedad patriarcal; esta realidad y esta opresión no son algo que sean adquiribles por un hombre cuando le castran hormonal y quirúrgicamente.

Y la excusa de la “disforia” no es más que otra máscara de los hombres para ocultar y justificar el sistema sexo-género que ellos han creado y que ellos perpetúan, sea como hombres, o con lo que ellos pretenden hacernos creer que es una “nueva categoría de mujer”, la supuesta “transmujer”.

Solo hay una manera de ser mujer en esta sociedad: siendo una hembra humana adulta. Un hombre castrado no tiene derecho a decir que él comprende nuestra realidad, porque él es un opresor. Precisamente, él, con sus juegos de la “transición”, está demostrando que el patriarcado puede operar incluso a través de aquellos hombres que dicen rechazar la masculinidad. Porque los hombres no parecen entender que, más allá de la masculinidad, puede haber otra forma de comportarse y vivir como hombres, por lo que tienen que recurrir a lo que ellos consideran el polo opuesto, que es la feminidad (porque tampoco son capaces de entender que las mujeres seamos algo más de lo que ellos han creado para nosotras, que es el ser femeninas).

El mundo que las feministas radicales queremos crear, un mundo sin género, es incompatible con la noción de que la “transexualidad” exista. La “transexualidad” es un producto del patriarcado que considera como un tratamiento paliativo castrar a una persona e intentar que ésta adquiera las cualidades y comportamientos socialmente prescritos al sexo opuesto, por el hecho de que no encaje con lo que el patriarcado considera que es “normal” para un hombre o una mujer.

La ideología del transexualismo se basa en la falsa idea de que el sexo es algo que se puede cambiar y que el género es inamovible. Nosotras, las feministas radicales, estamos para oponernos, radicalmente, al sexismo, y la ideología del transexualismo no será una excepción.

 

 

Por  Dra. Radfem, médica y activista feminista radical. (‎@DRadfem)

 

 

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3 Comentarios
  • 15 julio, 2020 en 23:41
    Gonzalo

    Buenas. Soy hombre con ganas de aprender. Concuerdo casi con todo lo que explicás en el artículo. Lo único que no me queda claro es lo de la disforia de género. Por qué no existiría?

    Sé que no se puede cambiar ni de género ni de sexo y por eso el concepto de ‘trans’ (o por lo menos el clásico) no existe en la realidad.
    Pero según mi humilde entender, la redefinición moderna de trans sería otra:
    Tomando la definición de disforia de género como ‘la inconformidad con el género impuesto’, todos tendríamos disforia ya que todos estamos incorformes en algún grado u otro con nuestro género impuesto.
    Pero sólo cuando esa inconformidad es tan grande que se vuelve insoportable (quizás patológica) es que alguien se autodenomina ‘trans’.
    Así por lo menos entiendo yo el concepto de ‘trans’ moderno.
    Por eso me gustaría que te explayes un poco más sobre la no existencia de la disforia de género:
    ¿No creés que existan las personas ‘trans’ si definimos ‘trans’ como mencioné anteriormente?
    ¿No debería existir alguna manera de denominar a alguien con un nivel de padecimiento tal del género que se le vuelva insoportable?
    Y ese ‘nivel de padecimiento’, ¿no debería tener su propia definición? ¿Incluso como trastorno o patología?
    Quizás no sea ‘disforia de género’ el nombre pero, ¿no debería tenerlo? ¿O alcanza con algún otro diagnóstico como la autoginefilia por ejemplo?

    Perdón por la ensalada, no soy médico ni nada parecido y seguro mezclé algún concepto que otro pero espero haber logrado explicarme, y espero respuesta si tenés ganas.

    Saludos y felicitaciones por la lucha que dan.

    • 16 julio, 2020 en 09:26
      Carolina

      “¿No debería existir alguna manera de denominar a alguien con un nivel de padecimiento tal del género que se le vuelva insoportable?” – Esto que dices sería aplicable a un porcentaje tan grande de mujeres en el Mundo que creo que se desvalida por si mismo. La solución es fácil: Si desaparece el género y sus injusticias desaparecería el sufrimiento de pertenecer al género oprimido/opresor y cada persona podría SER, sin necesidad de etiquetas.

      • 16 julio, 2020 en 17:22
        Gonzalo

        Hola. Sí, está incompleta la definición que puse, me refería a un nivel de padecimiento tal que lleve a esa persona a pensar que ‘está en el cuerpo equivocado’ o que es del género opuesto.
        Acuerdo con la visión radical de que eliminar el género es la solución ideal, pero en el durante, creo que ayuda por lo menos desde la psicología reconocer que existen estos diagnósticos. Quizás no sea ‘trans’ la palabra, pero por eso mis preguntas, No debería existir un diagnóstico? Sobre todo también considerando que también afecta a ‘hombres trans’ que, según mi entender, entran dentro de la lucha feminista por ser mujeres biológicas. Saludos.