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LA GRIETA

Hoy llovió toda la noche. Desde el tejadillo de la hilera de nichos cae intermitente una cortinilla de  agua cuyo sonido, casi imperceptible, suena como un segundero, marcando el tiempo que hace que no la tengo.

El mármol blanco debajo de su nombre se ha agrietado formando un rayo. Por la superficie brillante se desliza una gota que desvía su camino all llegar a la grieta y cae triste y deshecha.

La noté al mes de su asesinato.

Cuando el sol ya no me lastimaba los ojos  y los vecinos volvieron a sus vidas porque allí no había nada más que mirar, ningún comentario más que hacer, nada para alimentar vocaciones frustradas de reporteros en redes.

» Una mujer excelente, siempre trabajando. Él muy normal. ¿Quién lo iba a decir? «

Nos habíamos quedado solos como en realidad siempre estuvimos.

Siempre que ella gritó y nos cogía de la mano, corriendo al cuartelillo a cualquier hora, porque los monstruos que no viven bajo la cama atacan a cualquier hora.

» Maribel, mujer. ¿Otra vez? Si sabes como es. Perdió el Madrid y se pasó con los vinos, la duerme y mañana os arregláis. ¿Qué haces con los críos tarde fuera de casa? ¿Vas a denunciar al padre? ¿A destrozarle la vida ?»

Y volvíamos. Solos.

Nadie parecía escuchar nada. Pero yo sí. Los cuchicheos, los «Pobres niños y esa mujer lo que aguanta«, los » Bueno, eso son cosas de cada casa».

Y también veía. Las cortinas abrirse lo justo para ver y creer no ser visto cuando se oían los gritos más allá del portal y el patio de luces.

Volvíamos a la casa que era una cárcel. Y sus lágrimas, que ella creía invisibles, dibujaban caminos de huida en todo lo que hacía. Yo las veía en la harina cuando rebozaba, en el polvo que quitaba una y otra vez, en los dibujos de barcos que hacía cuando distraída hablaba por teléfono…

El día que vi la grieta me quedé quieta mirándola.

Pasó un operario y supongo me creyó enfadada por la rotura de la lápida.

Me explicó que no recordaba cómo se hizo, que lo lamentaba mucho y que ya había pensado en pulirla.

Le dije que no se preocupara y que no, no quería pulirla.

-Sin coste.

-No es por eso, no se preocupe, de verdad. Muchísimas gracias.

Pensé en que quizá ella podía huir por esa grieta. Alejarse al fin de su asesino con el que comparte nicho. Le habían cerrado toda puerta en vida, yo no podía cerrarle  el camino de salida. Si hay un orden justo en este universo quiero que sus átomos puedan ser estrellas y vida, quiero que su alma vuele libre.

No quise enterrarla con él. No quería enterrarla porque para mí estaba viva, paseando al perro como me dijo en un audio la última vez que me habló.

Lo escucho en bucle para olvidar, para desmentir a ese agente que me llamó. ¿Por qué me llama la guardia civil? ¿Qué dice de mí madre? ¿Muerta? Pero ¿Cómo va a estar muerta si está paseando al perro?

¿Qué mi padre qué?…

Colgar. Notificaciones en todas mis redes « DEP, lo siento mucho Isa». No lo sientas, es una confusión, mí madre está paseando al perro. Mi padre tiene una orden de alejamiento. Tengo un audio, me lo ha dicho ella.

No sé quienes sois, siempre nos dejasteis solos.

Mis hermanos decidieron enterrarlos juntos por qué » Isa es lo más práctico, el seguro ya está pagado y el nicho es de la familia, comprar otro es una pasta. Y ahora ya ¿Qué más da? «

Yo solo pensaba «Es una confusión, está viva. Tengo un audio»

Ví a mi madre convertida en un número. Una gota más, como aquella tortura que vi en una película, la gota que cae una a una y acaba por erosionarte el cráneo.

Las cámaras se fueron, dejaron de retuitear el tweet plantilla de la ministra, cesaron los pésames, también los que incomprensiblemente incluían al asesino, el que nunca pagó, el que se creyó su dueño incluso en la muerte.

Mi hija corre entre los caminitos de grava, le gusta el sonido de las piedras mojadas.

De pronto parece escuchar algo y viene hacía mí murmurando «Vale, sí, sí… «

Coge mí mano y sigue mi mirada hacía la grieta.

-Ma, tengo que darte un recado.

A veces aún veo las luces de la ambulancia. Me veo a mi misma intentando arrancar la manta que cubría su cuerpo.

-Dime amor. ¿Es del cole? ¿Olvidaste algo?

El perro no se separa de ella y aúlla. Pero lo está paseando. Tengo un audio.

-No, ma. Es de abuela. Dice que no llores más. Que es libre. Que gritó tanto y tan fuerte que la piedra se rompió y pudo huir.

Por Sonia Mauriz @SoniaRadfem

Relato ganador del I Concurso de relatos de Mujeres en Lucha.

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