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Nosotras, precarias.

En España 2 de cada 10 mujeres que quieren trabajar no encuentran un empleo.

Somos el segundo país de la Unión Europea con una mayor tasa de paro. Y sí, con mayor desempleo femenino también.

La pandemia nos ha vuelto a sacar los colores en corresponsabilidad, conciliación, empleo de calidad y brecha de género. Lejos de seguir la línea en la que nos encontrábamos años atrás, recuperándonos de la anterior crisis económica y con las tasas de paro, segregadas por sexo, sin ampliar distancia; el coronavirus ha marcado un punto de inflexión.

El último trimestre del 2020 lo cerramos con una tasa de desempleo para las mujeres situada en un 18,3%, frente a un 14,2% que representa el desempleo en los hombres. Cuatro puntos de diferencia son muchos puntos. Si queremos ver niveles parecidos tenemos que remontarnos a 2007, hace más de 10 años. ¿Qué nos señalan estos datos? Retroceso.

La precariedad para las mujeres no ha dejado de ser norma. Da igual nuestro nivel de estudios, experiencia, habilidades…ser mujer es un factor que penaliza. Y sí, podemos decirle a la Ministra de Trabajo que estamos dispuestas a probar a autodefinirnos, por si así conseguimos recortar un par de puntos la tasa de desempleo.

El empleo de las mujeres se concentra en sectores como la hostelería, el comercio, la educación y la sanidad. El confinamiento supuso la bajada de las persianas en la restauración y muchas de ellas de manera permanente, con una relación directamente proporcional al número de mujeres en la fila del paro. Aun así, en este sector no son extraordinarias situaciones en las que las trabajadoras aceptan con más frecuencia que los hombres jornadas parciales y reducidas; a pesar de que luego realicen muchas más. Además, la caída del turismo y el ocio nocturno, son factores añadidos que consecuentemente implican pérdidas de empleo: camareras de piso, personal de limpieza… puestos ocupados en su mayoría por mujeres han sido destruidos.

El confinamiento supuso que muchas madres soñaran con la tan ansiada conciliación. Mientras ellas se ocupaban de su carrera profesional, de las tareas domésticas y del telecole; los padres optaron por colaborar haciendo la compra. Las madres se vieron desbordadas haciendo frente a la lista infinita de tareas, muchas rascando horas al sueño para poder contestar mails de trabajo porque sí, los cuidados se han puesto en el centro de nuestras vidas. Los colegios cerraron y con ellos, los servicios de comedor y actividades extraescolares, haciendo que las pequeñas cosas del día, se convirtieran en retos para conseguir compaginar trabajo y vida personal. Las 27 horas semanales que dedicamos las mujeres a las tareas domésticas se han visto incrementadas por asumir en mayor medida el peso de las mismas, incluso en hogares donde padre y madre continuaban trabajando. El resultado lo estamos viendo ahora y lo seguiremos viendo a largo plazo. Reducciones de jornada, menos salario, renuncias a carreras profesionales… en definitiva, un reparto de tareas desigual.

Las mujeres también han estado en primera línea durante los meses más duros del coronavirus. En el sector sociosanitario somos mayoría: en hospitales, en residencias de mayores, en centros de día…constituye el 17% del empleo femenino y tan solo un 5% del masculino.

Sin embargo, donde las mujeres siguen estando ausentes es en la toma de decisiones. Necesitamos política feminista y la necesitamos ya. Nos intentan colar como suficiente y sinónimo de conciliación un cambio en el horario de trabajo. Adelantar la entrada y la salida a la oficina poco soluciona si seguimos dedicando 8 horas diarias a estar en nuestros puestos de trabajo y tenemos que llevar a las niñas y niños al colegio, recogerles, hacer la compra, preparar menús, tender lavadoras. Todo sin olvidarnos de pasar tiempo de calidad con nuestra familia, nuestro círculo social y pensar un poco en nosotras mismas haciendo algo que nos guste y nos aleje de la categoría madre-trabajadora. ¿Os faltan horas?

El modelo al que debemos aspirar no basta con eso. Una reducción de la jornada laboral que no implique sumar horas en casa; la corresponsabilidad requiere de voluntad política por parte de los servicios públicos, de coeducación y de las empresas. De una patronal dispuesta a darle la vuelta al sistema para aumentar el PIB en más de 200 millones y crear más de 2 millones de puestos de trabajo ocupados por mujeres, resultado de convertir a tiempo completo e indefinido los contratos parciales y temporales. Políticas feministas de verdad, que no se queden en la ampliación del permiso de paternidad y cubran las necesidades de las mujeres en su vuelta al trabajo, porque si no se incorpora esta perspectiva, la vida va a seguir igual. ¿Dónde están los padres, los maridos, los hombres mientras las mujeres siguen alargando dobles y triples jornadas? ¿Dónde están mientras ellas cocinan y dan biberones? O cuando piden una reducción de jornada para cuidar a personas dependientes.

En la recuperación económica España no puede olvidarse de las familias monomarentales que están siendo muy perjudicadas. Para muchas de ellas la única opción viable es teletrabajar y, en este casi año de pandemia, han pedido ayuda económica a su entorno. Sin olvidar que la regulación estatal en este aspecto aun es una quimera. Cuando los salarios ínfimos por jornadas parciales no son suficientes debería llegar el IMV o implantar otra alternativa efectiva para evitar que las mujeres sigan renunciando a su trabajo para dedicarse a los cuidados no remunerados.

Tenemos que estar alertas. La pandemia nos ha dado un ultimátum. Es ahora o postergar años y años el acabar con la brecha entre mujeres y hombres.

Por Ana M (@anizmoreno_)

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