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LAS LEYES TRANS COMO COARTADA PARA DESACTIVAR EL FEMINISMO

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Sigo pensando que hay una estrategia desplegada a nivel mundial para desactivar el feminismo en cuanto que éste es una fuerza poderosísima, emergente e internacional, que ha puesto de acuerdo a mujeres de todas las áreas sociales y que tiene una gran carga transformadora. Un potencial inabarcable por el poder hegemónico, al que el feminismo le interpela para compartir dicho poder. Y compartir, quiere decir que quien ostenta el poder, debe ceder parte de este y repartirlo con otros. Algo que, al patriarcado, desde las cavernas, no le había sucedido. Se pone en marcha la teoría de la identidad de género, que encierra intereses más allá de lo que en un principio pudiera parecer.

Lo de desactivar el feminismo mediante leyes trans va más o menos así: 

  • Hay que aplicar las estrategias de forma simultánea para potenciar y multiplicar el impacto. Conviene hacerlo de forma que no parezca que se está desplegando una campaña, si no, como si fuera la misma sociedad quien lo reclama. La manipulación es fundamental, por que no debe parecer imposición, en un alarde del dominio de las técnicas de propaganda.
  • Ha de ser multisectorial, es decir, abarcar distintas esferas, no concentrarse en una sección de la sociedad. Van a ser decisivos los sectores donde se forja la opinión, como los mass media, Universidades, Escuelas privadas, partidos políticos, etc. Conviene atraer a los que, desde su estrado, puedan impulsar esta visión y se promueve toda una campaña de cursos, seminarios que lo rodean de un halo de legitimidad, haciendo generosas donaciones o patrocinando nuevos temarios académicos para expandir la ideología. Es decir, hay que desplegar tácticas de desactivación, que no lo parezcan, que pasen desapercibidas en cualquier sector donde el mensaje pueda permear de manera constante en todos los estratos de la sociedad.
  • Ha de ser una estrategia global, porque de nada sirve si es parcial. Hay que abarcar el mayor número de países, e incidir en aquellos países que no estén todavía muy maduros, es decir, donde la posición de las mujeres todavía no sea hegemónica. Una sociedad con reminiscencias machistas, donde la lucha feminista se pueda fácilmente contrarrestar, como Argentina en América del Sur, México en Centroamérica, como España en Europa, como Australia, por ser un país en el que históricamente ha habido déficit de mujeres, como India, por su potencial humano o como Canadá, país con buen nivel de integración de la inmigración y famoso por su tolerancia. Estos van a servir de difusores a otros países dado que han aprobado leyes previamente que reconocen los derechos de colectivos LGTB.
  • Hay que empezar a operar desde el lenguaje.  Hay que pervertir el lenguaje para crear un clima de confusión y extrañeza a partir del cual se empiece a divulgar los nuevos conceptos en nuestro beneficio. Para ello, introduciremos en el lenguaje términos como cis, diversidad, trans, queer, no binario etc., que constituirán nuestro universo referencial.

Lo que define a las mujeres como tales es su biología. El sexo marca su posición en la jerarquía y crea la situación de desigualdad contra la que pelean. Bien, pues sustituyamos sexo por género, y aprovechando la confusión generada, vamos instituyendo niveles de desactivación, para que sectores que económicamente tienen un potencial inmenso, como son la prostitución, la pornografía y los vientres de alquiler, permanezcan ajenos al control de las mujeres y para que estos sectores tan suculentos no se desinflen por el empuje de estas y su visión mucho más ética de la sociedad.  

Solo aplicando una estrategia simultánea, multisectorial, global y desde el lenguaje, se va a poder implantar la ideología de género, que era aparentemente inocua, pero vemos, a medida que avanza que tiene muchas implicaciones. Con estas mimbres, una vez que el discurso se ha extendido como un macha de aceite, ya se puede impulsar las leyes trans en los distintos países, para imponerlas al común de la sociedad, aunque entren en conflicto con los intereses de la mitad de ésta.

Las mujeres en el mundo, sobretodo en las sociedades occidentales, han adquirido un nivel de igualdad considerable respecto al de los hombres. Esta etapa ha coincidido más o menos con la presidencia de Michelle Bachelet en Chile, Angela Merkel en Alemania, Jacinda Ardern en Nueva Zelanda.

Esta situación de despegue, es muy irritante para los distintos grupos que se disputan la hegemonía en el mundo.  Si las mujeres se empoderan a nivel global son menos manipulables y el control sobre ciertos sectores neoliberales del patriarcado se podría ver comprometido. Estos sectores ligados a grandes intereses económicos, quieren a las mujeres sumisas, maleables, influenciables, en el sentido de poder utilizarla. Han entendido que las mujeres, una vez se han sacudido el yugo de la sumisión, como cuando las mujeres árabes se rebelan contra el hiyab, no retroceden y no acatan los dictados de otros. Obedecen a sus propios intereses.

Y los hombres, ni heteros ni homosexuales, pueden soportar que las mujeres les superen porque si les superamos en educación, en número de licenciadas y diplomadas universitarias, alcanzamos los puestos de poder de las empresas, tanto de la empresa privada como de la empresa pública, estamos en los Consejos de Ministros, dirigiendo países, y encima son las que pueden transmitir la vida, entonces el mundo es nuestro. El futuro es nuestro. Y para ellos no habrá ya situación hegemónica.

Ya estamos sufriendo una reacción de acoso y derribo sin precedentes.  Se ha desplegado una campaña de misoginia desde lo más alto, porque los hombres, los hombres que dirigen el mundo, ven peligrar sus hegemonías y su modelo económico.  Y para favorecer esta trama entra en juego la ley trans, las distintas leyes trans, que no olvidemos que esta estrategia es global, que se están implantando en todos los estados del mundo, desde América del Sur a Australia, pasando por la vieja Europa.  Para afianzar su maniobra, colocan hábilmente en el tablero mundial peones y más aún, figuras como Petra Sutter  dentro del Parlamento Europeo, quien va a defender la implementación de sus dictámenes como una cuestión de derechos humanos, algo a lo que ninguna sociedad civilizada se va a oponer. Con lo cual la lucha feminista ahora es doble, por una parte, luchamos contra el machismo convencional, encarnado por los hombres varones de la especie, que nos han sojuzgado por ser mujeres, y por otra, luchamos contra cierto sector del colectivo LGTB que ha destapado su misoginia y que ven como, con la ley trans, todo se pone de su parte.

Mientras la maternidad fue una esclavitud que impedía a las mujeres prosperar en un mundo de hombres y las condicionaba profesional, económica, física e históricamente, los hombres no se preocuparon de ella. Ha sido ahora, cuando las mujeres han controlado su maternidad, cuando la pueden acompasar a sus propias expectativas, cuando la mujeres son madres o no a su elección, gracias a los métodos anticonceptivos, cuando la maternidad ya no es un factor que les impida dedicarse a sus profesiones ni a sus oficios, ahora es cuando los hombres han puesto sus ojos sobre la maternidad y buscan apropiarse de esta función biológica, porque los hombres no van a poder parir pero están queriendo igualarse a las mujeres en esto.

Simbólicamente se trata de apropiarse del imaginario de “lo femenino”, de nuestro sexo y todo lo vinculado a ello, como las funciones biológicas propias de las hembras humanas. A las mujeres nos vienen a dar donde más duele, pues necesitan apropiarse en sentido figurado de nuestros úteros, de nuestra capacidad de gestar, lo que nos identifica como mujeres. Así se despliega toda una maniobra con el negocio transnacional de los vientres de alquiler. Para ello, lo revisten de un ropaje de altruismo, amor y pamplinas y ofrecen una irrisoria compensación económica: calderilla, al fin y al cabo, no vaya a ser que las mujeres despierten y decidan desarbolar el negocio, sólo compartiremos una pequeña parte del pastel, lo mínimo porque para eso son mujeres y han estado tradicionalmente al servicio, a la disposición de otros.

Entonces la ley trans es la coartada que necesitan para dar acceso a todos los hombres al mercado de los vientres de alquiler, inicialmente destinado a parejas heterosexuales. Pero para que eso ocurra, se necesita mano de obra dispuesta a someterse a esta explotación. Y así, parte del colectivo LGTB que, hasta ahora, eran aliados de las mujeres y el feminismo, quieren limitar nuestros derechos, pues es la única manera que puedan tener acceso legal a la reproducción que, hasta ahora, les había sido vetado. Ya no estamos juntos en este viaje. Acto seguido, se despliega una estrategia para “convencer” a un sector de la población económicamente precarizado. A la sociedad le interesa que las mujeres estén económicamente por debajo en los cuadros de retribución salarial, porque precarizando nuestros salarios y nuestros trabajos, se aseguran poder utilizarnos al antojo del mercado y de los intereses mercantilistas.  Es la única manera que el neopatriarcado económico tiene de emplear mano de obra asequible en los macro sectores sumergidos de explotación sexual y explotación reproductiva, en cualquier país del mundo.

Y lo vemos también en otras implicaciones de la ley trans. Las mujeres están despuntando en el deporte colectivo. Siempre hubo figuras del deporte individual, pero ahora las chicas son competitivas en deportes de equipo, hockey hierba o sobre patines, las chicas están ahí las chicas son guerreras, en balonmano, baloncesto, futbol, en tenis…

Están ocupando los lugares que tradicionalmente en el deporte, estaban reservados a los varones: polideportivos, pistas de atletismo, estadios de fútbol, de béisbol y dentro de nada, se disputará hasta una superbowl femenina en Estados Unidos. Pero esto parece ser que crea malestar entre los machos hegemónicos, los grandes dominadores, los que deciden a nivel mundial ya han resuelto: todo esto ellos no van a permitirlo, no nos lo están poniendo fácil. Vamos a incluir a personas transgénero en los deportes femeninos, despreciando sus logros, colonizando sus podios en pos de la diversidad y de la integración.

Lo mismo en los espacios separados por sexos. Ahora se tiende a incluir en los espacios no mixtos a personas transgénero. Y lo peor es que hay quien lo defiende en base a una exagerada victimización del colectivo trans, que parece que ha recién descubierto que no puede subsistir si no entran en los espacios de mujeres, a los que no tenía acceso hasta hace unos días y que ahora se ha convertido en toda una reivindicación. Yo me pregunto, ¿qué han hecho hasta ahora? ¿dónde iban?, ¿a que espacios tenían accesos? Porque yo no los he visto antes rondando los vestuarios de señoras en el gimnasio ni en los centros comerciales sufriendo por no poder acceder al tocador de señoras.

¿Qué está propiciando todo esto? Un desgaste y un hastío en las mujeres a la vanguardia de la lucha, que componen el feminismo. Es desalentador. Pero las mujeres no estamos en el mundo para satisfacer deseos de ninguna clase, de nadie, ni de afirmación ajena, ni reproductivos, ni sexuales. Las mujeres, por el mero hecho de que los hombres existan, no les debemos nada, ni ser sus esclavas domésticas, ni ser sus partenaires sexuales obligatorias, ni úteros que funcionen como máquinas expendedoras para gestar su progenie y no hay ninguna obligación de que haya una cantidad de mujeres prostituidas para que los hombres, de cualquier categoría social, tengan acceso al sexo real o virtual.

Es la hora de plantarse. A esta guerra desatada en varios frentes y a nivel global solamente la puede parar el feminismo organizado, el feminismo combativo, el que hace ruido y toma las calles en manifestaciones multitudinarias en todo el orbe, y ese debe ser el feminismo de las mujeres. Hay que desenmascarar al enemigo y exponerlo con claridad. Ya se ha infiltrado demasiado, el mismo movimiento feminista está plagado de quintacolumnistas que le hacen el juego y trabajan, a veces de buena fe, por el patriarcado, como estamos comprobando con el despliegue de la ideología queer. Vamos a ser nosotras las mujeres, las que demos la batalla para frenar este neofascismo capitalista sin escrúpulos, que pretende comerciar a toda costa con nuestros cuerpos.  Ya no es el patriarcado, es el capitalismo depredador que ha abierto por su cuenta nuevas vías de negocio y que no quiere perder algunas de las que ya dispone. Y sí, es verdad el feminismo tiene que ser inclusivo: abarcar a todas las mujeres sin excepción de raza u origen social; transversal, ya lo es, porque representa a mujeres de todas las edades. Y global, porque lucha por la emancipación de todas las mujeres del mundo. Así que cuando acusan al feminismo de no ser ninguna de estas tres cosas, están cometiendo un error, porque el feminismo ya es plural e inclusivo, transversal y universal. Y con una categórica vocación de futuro. El feminismo está muy vivo. Nos quieren volver a colocar el yugo del sometimiento, pero ya no aceptamos más imposiciones. Nuestra rebeldía no tiene marcha atrás.

Por Ana Bataller (@bataller_ana )

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