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«El amor no duele»

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¿Soy la única que detesta el amor romántico, pero no el romanticismo? Me explico.

Los detalles en una relación son importantes. Y no hablo de los materiales, como esas cosas que se suelen regalar el Día de San Valentín; bombones, flores, cojines cutres en forma de corazón con fotos de los enamorados, muy enamoradísimos… Me refiero a la responsabilidad emocional hacia la otra persona y el preocuparse tanto de su felicidad como de la de una misma. Pues claro que sí. (Con esto no estoy diciendo que no me guste que me regalen flores). En ese sentido, hay que ser románticas y querernos, exaltar nuestro yo. Y expresarnos mediante los sentimientos hacia los demás. El amor romántico es otra cosa, es lo que se nos ha impuesto como sociedad y que sigue los roles patriarcales que nos han enseñado los cuentos de hadas desde la infancia. Ese amor, que espera a que el hombre tome la iniciativa y sea el “conquistador”, recae casi siempre sobre la mujer, porque a ella se le considera sensible, sumisa y cariñosa. Y no queremos eso. Ahora luchamos por una sociedad libre de sumisiones y dotada de mujeres que no necesiten la validación masculina para ser ellas mismas.

No puedo dar una receta mágica sobre cómo llevar una relación cien por cien equilibrada y fructífera, pero lo que sí tengo claro es que sin comunicación no hay confianza. Y la confianza es el factor clave para entenderse. Eso significa informar a la otra persona tanto sobre las aficiones y preferencias como de lo que no nos gusta y no queremos. Es decir, llegar a un proyecto común, una especie de manifiesto mutuo que recoja las bases de la relación en unos códigos que sólo entenderán las personas que la compongan. Dicho de forma coloquial; ponerse de acuerdo siempre desde el respeto y partiendo de que no hay un tipo de relación impuesto, que eso es algo muy del siglo XX catolicista, ¿no?

Es importante analizar la repercusión que tienen programas como La Isla de las Tentaciones para darnos cuenta de que tener una relación dependiente en esta sociedad es más común de lo que pensamos. Y por supuesto que es un problema que, por desgracia, van recogiendo las generaciones venideras que carecen de experiencia amorosa. Al ser seres sociables, los humanos nos vamos desarrollando con la información que recogemos de nuestro entorno. Y, en este caso, estos programas no hacen más que seguir con el mito del amor romántico que banaliza la toxicidad, además, perpetúan los roles de género basados en la feminidad y la masculinidad. Una vez más, el foco principal recae en el género.

Hay que recordar que el amor no duele. El amor es respetuoso y se retroalimenta, no limita ni prohíbe. Hay que amar libres, sin estereotipos de género que impidan el crecimiento personal. Ya basta de que el amor se nos asocie sólo a las mujeres. Los hombres también deben tener responsabilidad afectiva y deben librarse de las masculinidades frágiles que lo único que hacen es generar más desigualdades. En una relación tóxica el amor se usa como arma que apunta contra la inseguridad hacia la posible infidelidad y el temor a la ruptura. Los celos son justificados mediante la manipulación emocional que hacen que la relación entre en un bucle insano donde se usa la expresión “te quiero” como un ansiolítico que cura cualquier discusión. Sin embargo, ese ansiolítico es temporal y a largo plazo tiene efectos secundarios, y lo único que lo sana es cortar la relación.

Y, a veces, simplemente hay que dejar ir y darnos una oportunidad a nosotras. Ya lo decía Julieta Venegas: “No voy a llorar y decir que no merezco esto porque es probable que lo merezco, pero no lo quiero. Por eso, me voy”. Pues claro que sí, eso se llama inteligencia y responsabilidad emocional. Al igual que el amor es muy bonito y reconfortante, a veces tiene fecha de caducidad y eso no significa que la relación no haya sido sana. Ante todo, hay que ser consecuente con las decisiones que tomamos y afrontar que las personas van y vienen, pero siempre desde una perspectiva liberadora y fuera de ataduras.

 

Por Sara Pérez  @saraminerva_

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