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Ni bellas princesas, ni príncipes azules

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“Y la bella princesa, con su largo cabello recogido en una trenza, esperaba apoyada en el
alfeizar de su ventana la llegada de su príncipe azul. El valeroso hombre que la rescatase de
esa vida vacía y de sí misma, para llevarla lejos a vivir plenamente su amor”.

Éste párrafo cursi y empalagoso, es lo que básicamente conocemos como amor romántico. Ese
amor subyugante y opresor que se nos ha inculcado a las mujeres desde que el mundo es
mundo. Para nosotras, el amor es la liberación. Es la forma de expresarnos porque una mujer
sin pareja, sin familia y sin hijos no es nada. Formar parte de un tándem donde flotar en un río
de amor puro debería ser nuestra más anhelada aspiración.

El amor romántico parte de dos premisas. El hombre, simboliza la fortaleza, proporciona la
seguridad, el cuidado y protege. La mujer, simboliza la sumisión, la indefensión y necesidad de
protección. Estos dos papeles principales se amplían con matices que van desde la virilidad y la
violencia en los hombres y la búsqueda de la estabilidad en las mujeres. Exige de las dos partes
la aceptación de unos roles que encasillan sobre todo a las mujeres en papeles que la anulan
como ser humano.

Desde niñas, se vende la idea de que la culminación de la vida femenina es la pareja. Formar
parte de algo (amar a un hombre) que es más grande que nosotras mismas nos realizará como
seres humanos. Novelas, películas, series, anuncios de televisión y en general todo el
comportamiento y la expresión humana, empujan a la mujer a mantener relaciones amorosas
donde son dominadas por el acto mismo de amar.

La media naranja o el alma gemela no existen. Son términos que hemos oído mil veces para
describir las relaciones de pareja sobre todo de boca de los que nos quieren en el lugar que les
interesa. Buscar al hombre que llenará la vida, hará de la mujer una persona completa, porque
partimos de la base que nos falla algo si no tenemos a un hombre a nuestro lado. El amor
romántico destruye el concepto de individualidad en las mujeres. La autorrealización a través
del amor ha sido tan perjudicial para nosotras que ha llevado a millones de mujeres a soportar
relaciones tóxicas y destructivas solo porque se nos ha impuesto la necesidad de compartir la
vida en pareja.

Amar es precioso. Pero ese amor solo es bello cuando es en igualdad de condiciones y
cuando las dos personas que lo viven tienen los mismos derechos, la misma integridad y el
mismo estatus dentro de la pareja. No hay amor si uno de los dos seres está condicionado por
el otro. No hay amor cuando uno de los dos individuos cree que solo en el amor está la
felicidad. No hay amor cuando uno de los dos piensa que amar a una mujer le da derecho a ser
su dueño.

El amor romántico permite, con total normalidad, frases como “eres mía”, “sin ti no soy nada”
o “tú eres todo lo que necesito”. Trasmite conceptos de dependencia y de desigualdad en la
relación. Frases que, en una peli americana de sábado por la tarde, con dos guapos actores
acurrucados a la luz de la luna en una playa desierta, pervierte la mente de las niñas y
adolescentes que pasarán la vida buscando ese atisbo de felicidad que vemos en un trozo de
película. Lo que ese film no les dice es que ese tipo de relaciones diluye su personalidad, anula
su forma de ser y las priva del derecho a ser ellas mismas. Roles que perpetúan los
estereotipos de hombres que salvan y mujeres que necesitan ser salvadas.

Las mujeres tenemos derecho a amar en libertad. Y al primer ser al que debemos amar es a
nosotras mismas porque somos la persona más importante de nuestra vida. Tenemos la
necesidad de ser nosotras mismas en todo momento y a elegir con quién y en qué condiciones
queremos vivir una relación amorosa. La lucha por la independencia vital proporciona las
armas necesarias para poder amar con la normalidad que una relación debe tener. Ningún ser
humano puede completar a otro porque sería admitir que estamos incompletos. Que nos falta
algo que solo otro nos puede proporcionar. Que nos definimos a nosotros mismos a través de
la relación que tenemos con nuestra pareja. Cada una de nosotras tiene una personalidad y no
precisa de la complicidad de otro para ser perfecta. Amar es una experiencia no un objetivo.
Tener pareja es una elección, no una necesidad.

Cada mujer debe tener las condiciones para ser el objetivo primordial de sus vidas, formarse,
ser independiente y libre. Ser dueña absoluta de su existencia para que llegado el día de
conocer a esa persona con la que decidir viajar juntos por la vida, lo haga sin ceder el espacio
que le corresponde. Sin perderse dentro de la relación amorosa.
Ama, pero hazlo libre. Ama, pero hazlo siendo quien eres. Sin cesiones, sin condiciones, sin
pérdida de ningún tipo, sin dependencia.

 

Por: Belén Moreno @belentejuelas

 

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