El género de terror sigue siendo uno de los más consumidos hoy en día. Nos sentimos atraídas y a la vez intimidadas por aquello que no conocemos o no podemos ver, prácticamente desde que sabemos que el universo es más grande que nosotras y vivimos en una época insensibilizada ante el sufrimiento ajeno.
Sin embargo, a pesar de que está tan generalizado los nombres que se nos vienen a la cabeza cuando pensamos en la novela de terror son, normalmente, masculinos: Poe, Lovecraft o Stoker son los más comunes.
Por eso hoy os traigo cinco autoras con cinco novelas que usan diferentes caminos para infundir el terror, y lo consiguen.
Para empezar es necesario nombrar The Romance of the Forest (1791) de Ann Radcliffe, autora británica considerada una de las fundadoras de la literatura gótica y una inspiración para autores como Poe o Víctor Hugo. Obra que usa los misterios naturales para infundir ese sobrecogimiento que nos provoca lo inesperado.
Si entre vuestras preferencias están los cuentos clásicos que todas hemos leído de pequeñas mi segunda recomendación es La cámara sangrienta, una colección de relatos inquietantes de la mano de Angela Carter, su propia versión de Caperucita roja junto a un duque vampírico haría tiritar a Stoker. Destaca su influencia feminista, pues en la obra analiza las relaciones entre sexos y la concepción del deseo de la mujer desde una feminidad exageradamente delicada que esconde profundos, y peligrosos, deseos.
Si apostáis por el crimen y resolver misterios quien mejor que Hercules Poirot para esa tarea, y por ello no podía dejar fuera de las recomendaciones a Agatha Christie con El misterioso caso de Styles (1920), obra en la que introdujo por primera vez al mítico detective. En 2013, su obra El asesinato de Roger Ackroyd fue elegida como la mejor novela de crimen de todos los tiempos por la Asociación de Escritores de Crimen de Reino Unido.
Pasando a otra gran y terrorífica temática debemos hablar de fantasmas y hablar de The Haunting of Hill House (1959) de Shirley Jackson, considerada por muchos críticos una de las mejores obras de terror del siglo XX y adaptada en 2017 a una serie para Netflix por el director Mike Flanagan. El terror de esta novela no reside en los misterios de la propia mansión sino por los recovecos inexplorados de la mente de sus personajes.
Y, dejando lo mejor para el final no podía olvidar a la autora de uno de los clásicos con más renombre en el género: Mary Shelley y Frankenstein o el moderno Prometeo (1818). Esta magnífica obra surge a partir de un “juego” en el que Lord Byron sugiere crear pequeñas historias de terror y provoca una chispa en la mente de Mary: el germen de lo que sería su gran obra. Andrew Crosse fue su inspiración a la hora de crear el científico de su novela pues solía experimentar con cadáveres y electricidad, a través de él extrajo datos mediante los cuales aseguraba crear vida gracias a la electricidad. Su científico creó a una criatura única, pero era incapaz de comprenderla, y sobre todo, de querer. Su miedo y su egoísmo le hicieron huir; y la creación se vio obligada a sobrevivir en soledad, buscando un ápice de humanidad y comprensión, que no llegó a encontrar.
Es una historia llena de sufrimiento y discriminación. Además de la comparación entre la figura de la creación y la de la mujer, al verse una sociedad llena de prejuicios y discriminación. En ambos casos, eran marginados y debían vivir con las dificultades y la inferioridad de la sociedad en la que les había tocado vivir.
“Otras lecciones se me grabaron con mayor profundidad aún. Supe de la diferenciación de sexos, del nacer y crecer de los hijos. Como disfruta el padre con las sonrisas de sus pequeños. Cómo todos los ciudadanos y razón de ser de la madre se concentran en esa preciada carga, cómo la mente del joven se va desarrollando y enriqueciendo”.
No era difícil esperar la influencia feminista en Mary, pues es una herencia de su madre Mary Wollstonecraft autora de Vindicación de los derechos de la mujer (1792) donde expresa que las mujeres no deberían verse en inferioridad a los hombres, pues no lo son de forma natural sino porque no reciben la misma educación.
Estas mujeres se adentraron en un género altamente masculinizado, pero supieron plantarle cara a enemigos más reales que sus fantasmas: el patriarcado y el canon literario hegemónico.
Por Ángela (@Angela_1723 )
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