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La mística de los cuidados

Hace algún tiempo en una conferencia, el entonces líder de Podemos tuvo la desfachatez de decir esto: «En este momento, feminizar la política es construir comunidad en los centros de estudio, en los centros sanitarios… Eso que tradicionalmente conocemos porque hemos tenido madres, que significa cuidar».

¿Qué es lo importante en esta frase? Desde el punto de vista del feminismo, lo importante es el último verbo. La última palabra. Cuidar.

Desde el momento en que Pablo Iglesias dijo esa frase, en la sede de su partido, aunque supuso una metedura de pata del tamaño de la catedral de Burgos, tomaron al pie de la letra las palabras del muy admirado y elevado líder y como una bola de nieve, lanzaron la palabra cuidar para que llegase a ocupar el centro de su ideología feminista.

Hemos sido testigos de comentarios de Juan Carlos Monedero, Pablo Echenique o Pablo Fernández Santos, alabando la labor maternal que puede ejercer la política siempre que tenga como eje principal el cuidado del otro. Usan los cuidados como referencia. Una de las grandes trabas del desarrollo de las mujeres, el rol de los roles, la tarea asignada de por vida desde que los humanos se metieron en las cavernas y descubrieron que las mujeres parían a las crías. Su embelesamiento se ha constituido como el eje central de un concepto del feminismo y del comportamiento femenino que dista mucho de ser real.

De esos barros llegan estos lodos y no contentos con expresar su entendimiento patriarcal de la mujer y por extensión de todo lo que eso ha representado en la discriminación a la que nos hemos vistas sometidas, alcanzaron el sumun en palabras de la vicepresidenta, reclamando la creación de una matria. “La matria es algo que cuida (y vuelta la burra al trigo), que trata por igual a todas las partes, que no discrimina a nadie porque hable una lengua determinada fundamentada en algo que me construye a mí misma que es el diálogo» (palabras textuales). Una matria donde quepa todo el mundo y donde el candor, el acogimiento, la dulzura y el cuidado, campen a sus anchas. Porque no solo el cuidado y sus tareas anexas han sido utilizado por los hombres de la formación morada, si no que sus mujeres también hacen uso de él cuando la ocasión lo requiere. La propia ministra de Igualdad lo usa día sí o día no, según sople el aire.

La deriva de la feminización de la política, los cuidados y la matria, alcanza su superlativa ridiculez cuando se realizan actos públicos para alabanza de asociaciones dedicadas a la protección de las mascotas de las víctimas de violencia machista, que nadie niega que hagan una labor necesaria. Sin embargo, cuando una mujer (y muy seguramente sus hijos) está siendo maltratada física, psicológica y emocionalmente, seguramente tenga demasiados factores más que sopesar antes de poder salir del infierno que comparte con su maltratador.

No voy en ningún caso a desmerecer la relación de un humano con su mascota, por lo importante y esencial que llegan a ser. La compañía y el afecto que se recibe de los animales es maravilloso. Se los quiere y se los protege. Pero desde luego, no creo que sea la razón por la que una mujer no abandona a su pareja machista. Cuestiones como el paro, la precariedad laboral, la falta de recursos económicos, un lugar donde vivir o la más poderosa de todas, el miedo atroz a ser la siguiente en la lista de las asesinadas, son razones que sopesa una mujer para permanecer en el mismo espacio físico que su maltratador. Y por encima de todo, sus hijos. Saber que, si logra divorciarse antes de morir, sus retoños tendrán que pasar tiempo con su padre, al que temen y que inmediatamente los convierte en potenciales víctimas mortales de los ataques que seguirá infringiendo a su madre. Todo esto impone a las mujeres unas cárceles de las que difícilmente pueden escapar.

La política sirve para mejorar la vida de la gente. Ese es el fin de la función pública. Sin embargo, por muchos cuidados y caricias que nos quieren vender desde las filas de los dos partidos cogobernantes, las mujeres siguen siendo asesinadas a diario, sus hijos siguen siendo víctimas de violencia vicaria y el índice de denuncias por maltrato no disminuye. Las políticas públicas para acabar con la violencia machista están brillando por su ausencia. La gestión de la fiscalía y el ministerio del ramo son cada vez peores, por ineficaces e inexistentes.

A día de hoy, se han asesinado en este país a 48 mujeres. Una cifra escandalosamente alta que haría tambalearse a cualquier gobierno y tendría que estar revolucionando la sociedad. Ayer amanecíamos con dos nuevas mujeres asesinadas. Sin embargo, no solo se ha asumido la violencia machista como algo natural si no que se está llegando a la deshumanización de las víctimas. Los titulares de la prensa escrita, televisada y radiada, solo hablan de “una mujer” como si ese ser humano al que le han arrebatado la vida, no fuera tal. No tuviera familia, amigos, hijos, compañeros de trabajo, vecinos. Como si no le gustase peinarse y lavarse, comer todos los días, irse de cañas con las amigas. Como si su vida no contase. No importase. No fuera real. Solo es una mujer más. Una cifra, una estadística.

Y mientras desde el feminismo se exigen respuestas contundentes, acciones educativas y reformas que acaben con esta lacra social, la ministra se va a acariciar lomos de gatos, a hacerse una foto y a colgar un tuit estándar de condolencias. Porque ya no tienen ni la originalidad de escribir palabras únicas para cada víctima. Usan una plantilla que se deben pasar en el Consejo de Ministros para usar todos el mismo modelo, y así no tener ni que pensar un poquito. Ya sabemos que gobernar exige mucho fósforo y gastarlo en mujeres es una pérdida de tiempo.

Algún día, los cuidados y la política feminista falsaria que ejercen desde sus cargos más que bien pagados, tendrá sus consecuencias. Por favor, mírense un poquito hacia dentro, que ahí hay mucho que cambiar. La culpa de lo que pase será solo y exclusivamente suya. El feminismo tiene una agenda y que no coincida con la del gobierno no es sinónimo de que se esté favoreciendo al adversario político. Se está haciendo lo que debe hacer, con éste y con cualquier gobierno. Defender a las mujeres y luchar por ellas. Si llegado el momento, la derecha reaccionaria vence en las elecciones, será porque la izquierda que nos gobierna, ni está ni se la espera. Y por supuesto no es feminista.

Por Belén Moreno  @belentejuelas

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