El día 23 de abril se celebra el Día Internacional del Libro y del Derecho de Autor. En España ya se venía celebrando ese día como su Día del Libro en conmemoración de la muerte de Miguel de Cervantes. La Unesco, eligió ese día no solo por Cervantes, sino también por Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega. Además, confluyen en esa fecha nacimientos y muertes de otros autores como Josep Pla, Vladimir Nabokov o Manuel Mejía Vallejo.
Todas las que hayáis leído el párrafo anterior habréis descubierto que no hay ningún nombre de mujer. Ninguna autora, presente o pasada se une al grupo de autores que se tuvieron en cuenta para la celebración de un día de las letras y los libros. Es verdad que Cervantes escribió la mayor obra de la literatura universal, que Shakespeare es el gran autor de las letras británicas y uno de los mayores y más reconocidos autores del mundo. Nadie les va a restar su valor, no es esa mi intención.
Dónde quiero llegar es que a ningún organismo se le ocurre celebrar un día tan importante para la cultura universal conmemorando la figura de una mujer, porque a las mujeres no se las lee. Esto puede ser muy exagerado, pero si cogemos cualquier libro de texto de literatura de cualquier país del mundo, escrito en cualquier lengua, encontraremos muy pocos (en algunos puede que incluso ninguno) nombres de mujer. Eso implica que nuestros niños y adolescentes crecen con un número muy reducido de referentes femeninos en la literatura, algo que ocurre en todas las demás disciplinas. Es una invisibilización premeditada de la figura de las mujeres en las artes y las ciencias.
Una de las argucias del patriarcado para aislar a la mujer en las tareas y roles que se le asignaron fue alejarla de la cultura y el conocimiento. Impedir que tuvieran base cultural para darse cuenta de su situación y tratar de cambiarla. El analfabetismo en las mujeres era un hecho asumido hasta hace relativamente poco y todavía quedan países donde las niñas y mujeres tienen muy restringido el acceso a la educación formal o son las primeras en tener que abandonarla cuando las necesidades familiares así lo requieren. En las clases económicamente más desahogadas ocurría menos, pero fue siempre un hecho muy generalizado en las más humildes.
Sin embargo, las mujeres han escrito siempre. Desde tiempos inmemoriales, aquellas que tenían acceso a la educación han utilizado sus conocimientos para poner de manifiesto la situación en la que vivían y trataron de dar a conocer sus experiencias, ilusiones, ideas y aspiraciones, enclavadas en la época histórica que les tocó vivir. Muchas de ellas tuvieron que recurrir al seudónimo con nombre de varón, ocultarse tras un nombre que no era el suyo, solo para poder ver sus obras publicadas. Como siempre y la literatura no iba a ser menos, las mujeres tenían más barreras que superar.
Si hiciéramos una encuesta entre nuestros adolescentes, para que nos dijeran el nombre y al menos una obra de cinco mujeres escritoras, es muy posible que muchos y muchas no supieran alcanzar ese número. Y las nombradas serían siempre autoras del siglo XVIII a nuestros días. Jane Austen, Emilia Pardo Bazán o J. K. Rowling, puede que sí, pero si les preguntamos quién fue Cristina de Pizán o Murasaki Shikibu, no sabrían qué contestar. Tampoco sabrían quién es por ejemplo Chimamanda Ngozi Adichie, una escritora que nos ha ayudado tanto a conocer el papel de las mujeres en África.
Al lugar donde quiero llegar es que conocer mujeres escritoras es un esfuerzo. No es algo que nos enseñen, que esté al alcance de la mano y con facilidad, no están siempre en la prensa o la televisión, que hoy son tan importante en el fomento de la cultura. Hoy es muy normal que, al ir a una librería, encontremos libros escritos por mujeres, pero si ponemos en una balanza los escritos por ellas y los escritos por ellos, os aseguro que nunca se equilibraría. Siempre hay más libros escritos por hombres. Todavía hoy las editoriales publican, publicitan y distribuyen más libros escritos por ellos.
Algunos dirán que hay un Día de las Escritoras para justificar que éstas no necesitan el 23 de abril para ser reconocidas. Pero lo que no piensan es que si se ha tenido que hacer un día para ellas es porque la sociedad ha tardado siglos en reconocer su trabajo y su contribución a la cultura mundial.
La literatura es una forma de cultura, de enriquecer un país, pero también es una forma de aprendizaje. Ensayos, novelas, relatos y poesías son fuente inagotable de conocimiento para el lector. En todos los libros podemos aprender algo. Incluso fomentar esa imaginación para crear un mundo mejor que nos haga más libres. Las escritoras plasman en sus palabras sus vivencias como mujeres. Denuncian en sus libros un mundo socializado para marginar a la mitad de la población del planeta. Reclaman derechos negados, camuflados en ocasiones bajo el manto de la religión, la tradición o simplemente porque no se quieren conceder. Leerlas nos ayuda a las demás a darnos cuenta cómo vivimos y a los hombres cómo nos hacen vivir.
Desde la humilde opinión de una escritora que empieza os animo a todos a celebrar el Día del Libro leyendo un libro escrito por una mujer. Regalárselo a quién amáis. Compartirlo con vuestra familia y amigos y juntos descubrir qué palabras tan bellas nos entregan desde su corazón, su coraje y su idealismo.
Nuestra grandísima Carmen Martín Gaite, dijo una vez: «La gente que viaja en el metro de Nueva York lleva siempre los ojos puestos en el vacío, como si fueran pájaros disecados”. Para acabar con ese vacío existencial, con esa mirada muerta, leamos las palabras de todas las escritoras y dejemos a nuestros ojos que sean como pájaros para que vuelen alto y vuelen libres. Ellas nos ayudarán siempre a ver el mundo desde otra óptica y ensancharán nuestra visión de una sociedad más justa y más igualitaria.
Feliz Día del Libro
Por Belén Moreno @belentejuelas
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