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HISTORIA DE UN ESCARMIENTO

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El 5 de agosto de 1939, contra las tapias del cementerio del Este en Madrid, fueron fusiladas las que hoy conocemos como “Las trece rosas”. Sus vidas, segadas tras un consejo de guerra con apenas un día de duración y donde sus palabras no fueron escuchadas y sus realidades no tuvieron importancia, Franco y sus secuaces dictatoriales, les dijeron a los españoles que a ellos no les temblaba el pulso para matar a trece mujeres inocentes.

Trece mujeres elegidas para escarmentar a todos aquellas y aquellos que tras terminar la guerra seguían pensando en luchar por una libertad arrebatada a golpes de metralleta y aviones alemanes bombardeando a la población española. Los nazis ayudaron a Franco a ganar una guerra iniciada con un golpe de estado a un gobierno democráticamente elegido para que perpetuase el fascismo, el asesinato, la represión, la incultura, la falta de democracia, de libertad y de derechos durante los siguientes cuarenta años.

Carmen, Martina, Blanca, Pilar, Julia, Adelina, Elena, Virtudes, Ana, Joaquina, Dionisia, Victoria y Luisa. Nombres de mujer que cubrieron de sangre la ya sangrienta historia del franquismo. Iniciaban una etapa de terror donde las acusaciones entre hermanos, vecinos, amigos y compañeros nutrieron a un régimen que ejercía una injusticia criminal hecha a la medida de su prepotencia. Había que acabar con las “rojas y los rojos” para sentir que el poder estaba de su parte. Un poder conseguido por la fuerza en contra una República que trataba de llevar a este país, incluso con sus errores, por el camino de los avances sociales y la libertad.

Derechos como el aborto, el divorcio o el voto femenino, permitían a las españolas empezar a sentir que eran dueñas de sus vidas y que no tendrían ya que depender de un hombre para desarrollarse en libertad. Cuando el terrorífico régimen extendió las alas del águila imperial que impuso en la bandera, las mujeres literalmente desaparecieron. Se convirtieron en las esclavas mudas y sumisas en manos de sus padres, hermanos, novios y maridos y comenzaron a ser humanos de segunda. La hermana del fascista, del creador de la Falange, apoyada por la Iglesia y el propio criminal que se sentaba en palacio del Pardo y desde donde lanzaba sus largos tentáculos de crueldad, creo la institución represora de mujeres por excelencia. La Sección Femenina. Clases de labores domésticas, imposición del hombre por sistema, desaparición de derechos, exigencias sexuales para calmar los deseos masculinos y un largo etc de argumentos para que las mujeres fuéramos despojadas de nuestra voluntad, nuestra libertad y nuestros derechos. Permisos para viajar, trabajar o vender herencias. Velos, ojos bajos, silencio, sometimiento. Desaparición social.

Las trece rosas fueron asesinadas. Trece mujeres en la flor de la vida. La mayoría casi niñas. Su historia ocultada a propósito por una dictadura cruel y sanguinaria que fue sembrando el país de fosas donde esconder sus atropellos. Miedo y represión fueron los dos pilares donde sujetaron una nación robada a sus legítimos dueños.

Ochenta y un años más tarde, los herederos del terror todavía creen que pueden humillar su nombre y acusarlas de torturadoras, asesinas y violadoras. Hombres que van presumiendo de su españolidad más rancia y casposa, se atreven a vilipendiar a unas mujeres cuyo único delito fue ser libres y pensar en libertad. Alguien que debería esconder sus pensamientos arcaicos y tiránicos, apoyado en la democracia que hoy tenemos y que costó tantas vidas de mujeres y hombres libres, colocando a nuestro país en el segundo del mundo en número de desaparecidos, toma la palabra para ofender su memoria. Nuestro país es tan democrático que permite que a día de hoy nadie haya pagado por esos crímenes, por esos asesinatos y por esa forma de gobernar y no solo eso, sienta en el Congreso de los Diputados a 52 personas que mamaron la bilis franquista y la escupen en cada palabra que dicen.

Las trece rosas eran trece mujeres. Con nombres, apellidos y vidas. Las asesinaron para escarmiento de todos, para ejemplo de hasta donde podían llegar con su guadaña de terror, que cubrió de sombra cuarenta largos años de historia. Ellas y decenas de miles más son nuestras muertas. Maestras, madres, sindicalistas, afiliadas a los partidos políticos, enfermeras, costureras, agricultoras …todas mujeres que pagaron muy caro pensar, vivir. Algunas ni siquiera eran activistas, pero lo eran sus parejas. Cabezas afeitadas, escarnio público, violaciones en las cárceles, hambre, degradación y sufrimiento. Analfabetismo, explotación, caciquismo. Opresión.

Hoy gritamos en libertad, pero el poso de nuestro grito es un recuerdo. Algo que no podemos olvidar porque está en nuestra genética de mujeres libres. Ellas y sus compañeras viven en cada una de nosotras. Seremos su voz porque a las trece rosas, el fascismo las dejó mudas.

¡Vivan por siempre las mujeres libres!

 

Por Belén Moreno  @belentejuelas

 

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